Fuera de nuestras fronteras hay muchas historias, pero nunca llegamos a escuchar casi ninguna de ellas. Por eso Marc Serena, un periodista catalán de 30 años, decidió ir a buscarlas. A estas alturas lleva en la espalda 70 países visitados y decenas de entrevistas. Su última aventura: recorrerse el continente africano para escuchar de primera mano cómo se convive con un tabú sexual que puede costarte la vida.
Las fronteras, claro, no siempre son líneas geográficas, o vallas de alambre. A veces son meras distancias sociales o culturales. A veces uno puede creer que en la próspera Europa la homosexualidad no es un problema y que en África es una condena a muerte. Pero en ambos casos se acertaría a medias.
Cuando Marc cumplió 25 años decidió descubrir cómo era el mundo. No era sólo viajar, ya que ya era un nómada por aquel entonces, sino también contarlo. Por eso decidió dejar su trabajo y empeñar sus ahorros para perseguir una idea: entrevistar a 25 personas de 25 años en 25 países diferentes.
Aquel libro, ‘La vuelta de los 25’, fue un éxito de ventas… en China. «Es muchas veces un país incomprensible, pero una de las cosas que a veces ayuda a entenderlo es que es una de las sociedades más prácticas del mundo. Si lo tradujeron es porque les pareció útil. Conocer qué piensan jóvenes de todo el mundo sirve para entender cómo puede ser el futuro, qué oportunidades existen…». Además de eso, su trabajo, retratado en su blog, fue considerado por Lonely Planet el mejor blog de viajes del mundo en lengua no inglesa de 2009.
Pero España es diferente.
«Es un paradoja que haya escrito uno de los libros de viajes más vendidos de los últimos años… pero el 95% se haya vendido en Asia. También nosotros vivimos en un país muy extraño, donde si escribes un libro y no sales por la tele lo tienes crudo. Las pegatinas de ‘Anunciado en TV’ ya no existen, pero están en muchas mentes».
arriba
Ahora tiene 30 años y ha estado en más de 70 países. Marc no se ha hecho rico con sus libros, ni es famoso. Él decidió ser un emigrante itinerante, y lo hizo pudiendo quedarse, dejándolo todo y empeñando sus ahorros. «Siempre he trabajado de periodista para todo tipos de medios de comunicación. He escrito en periódicos, en documentales, programas de televisión, radio, en portales web… un poco de todo. He tenido mucha suerte», comenta. «Tuve la suerte de trabajar desde antes desde los 18 años y de no necesitar coche, de compartir piso, de no tener ninguna persona a mi cargo y de gastar poco. También es una cuestión de prioridades, y en mi caso lo ha sido viajar. Como mis padres y mis abuelos no pudieron hacerlo, yo me he aprovechado. Si hubiera nacido cinco años más tarde, tal vez ya no hubiera tenido trabajo y no habría podido ahorrar».
Y hasta aquí lo que hay sobre él, porque no le gusta hablar de sí mismo. Prefiere hablar de los demás.
En su primer gran viaje, el de cuando tenía 25 años, la huella más grande no se la creó una historia remota de algún coetáneo lejano. «Me sorprendió la historia del penúltimo joven con el que conviví, un perfumista francés que se fue a vivir a Londres porque sus padres no le aceptaban por ser gay. Pensé que era muy fuerte que alguien de un país como Francia y de mi generación pudiera estar aún condicionado por su sexualidad», comenta. «Pero después pensé en todas mis amistades que se han ido de su pueblo para poder vivir en una ciudad de manera más anónima. O que tantos amigos gais o lesbianas no se hayan atrevido a decirlo a su familia».
Viajar ayuda, entre otras cosas, a acabar con los estereotipos. «En nuestro país parece que ya esté solucionado, pero no es así. Tengo amigos que me han dicho que aún no se atreven a venir a una presentación de mi libro. Por lo que dirán».
Ese libro, su segundo, se llama ‘Esto no es africano‘ y va de cómo se vive sin ser heterosexual en África. Es su última aventura, un periplo de tres años de duración en el que ha recorrido casi dos decenas de países africanos para tratar la homosexualidad, la bisexualidad y la transexualidad, condiciones sexuales que allí pueden suponer la muerte… o llevarse con total naturalidad, aunque cueste imaginarlo.
«En África ya había estado cuatro veces antes de este viaje», comenta. Y ha encontrado de todo. «En el libro cuento el caso de un chico de Marruecos que se va en patera de su país porque todo el mundo le ha dado la espalda. Una vez en Canarias lo expulsaron otra vez. Actualmente se prostituye a los cincuenta años por las calles de Kenitra, cerca de Rabat. Teóricamente, aquí se podrían acoger al derecho de asilo por ser perseguidos por su orientación sexual o identidad de género. Pero, ¿quién puede probar que su padre lo quiere matar o que han sido violado por la misma policía?»
«También hay activistas muy valientes, como la ugandesa Kasha Jacqueline, que a pesar de haber sufrido varias ‘violaciones correctivas’ quiere seguir luchando desde su país porque las cosas cambien. Pero hay personas que no son tan valientes y que no ven más posibilidad que la de huir de su país. Aunque para eso hay que tener un mínimo de dinero», cuenta.
Pero no todas las historias tienen ese cariz. «Pensaba que en África encontraría sólo relatos de persecución de gais y lesbianas, pero al final encontré también varios oasis de gran tolerancia. Me acuerdo un día que estaba por Mindelo, en Cabo Verde, con una chica trans. Vino una viejecita y empezó a chillarle. Cuando me acerqué entendí que la viejecita le reñía por no haber asistido al funeral de su marido. Me quedé impresionado de que haya lugares como Cabo Verde, en la África subsahariana, donde ser trans ya no es motivo de discriminación. Aunque si estas chicas tuvieran dinero y pasaporte para abandonar sus islas y viajaran al país vecino, Senegal, tal vez las apalizarían o matarían en pocas horas».
«En la mayoría de países de África ser trans es lo más peligroso, eres considerado el enemigo número uno del país. La última ley homófoba es de Etiopía y, directamente, se da a las personas LGTB el trato de terroristas», lamenta.
alicenkom
Hay muchas personas que están sufriendo y nadie reporta ni denuncia lo que les pasa. El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, dice que los homosexuales son peores que los perros y los cerdos, que nunca diría a su perro que es gay porque se avergonzaría. Lo que podría parecer una anécdota es la punta del iceberg del sufrimiento de muchas personas que cada día son agredidas, insultadas, apaleadas y expulsadas de sus familias. Y, en África, quedarte sin familia es de lo peor que te puede pasar».
¿Cómo se puede tratar con un desconocido un tema tan delicado, que puede ser motivo de tortura y asesinato? «En África existen organizaciones en su mayoría clandestinas que luchan para cambiar las cosas. Tuve su confianza y esto me permitió moverme a través de contactos seguros», cuenta.
«Uno de los países más difíciles fue Mauritania, dónde hay pena de muerte y no hay quien se atreva a organizarse. Y las ONG internacionales que tienen sede allí miran a otro lado. Es el precio a pagar si quieren seguir trabajando y ‘ayudando’ en el país. Los periodistas africanos son los peores enemigos de gais y lesbianas, porque desde sus medios señalan y se burlan de personas que después son asesinadas o violadas impunemente».
¿Cambia la perspectiva de la crisis española cuando uno viaja a estos países y habla con su gente? «Hay muchas personas que se quieren ir de su país porque en el suyo se les obliga a casarse, porque no pueden vivir su sexualidad abiertamente. No siempre hay una motivación económica detrás de emigrar», responde.
Y después de estos libros, de tantos viajes e historias, ¿qué hay? «Ahora me gustaría ampliar esta investigación con un documental, pero a esto mis ahorros ya no llegan». Quedarse quieto, en cualquier caso, no. «Hay gente que hace muy buen periodismo en su pueblo, en su periódico local, levantando temas, escribiendo de gente que después se encontrará enfrente de su casa. Yo empecé así, y es dónde más he aprendido. Pero el periodista tiene que moverse y pisar la calle. Esta investigación sobre las personas que considero las más vulnerables de África la he hecho con mis ahorros. No encontré otra manera. Hay colegas periodistas que me vienen y me preguntan ‘¿con los problemas que hay, por qué fijarte en una cosa tan ‘concreta’?. No comprendo el significado de ‘concreta’ ».

Artículo relacionado

Último número ya disponible

#141 Invierno / frío

Sobre nosotros

Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

Suscríbete a nuestra Newsletter >>

No te pierdas...