El futbolín que salvará al mundo (o desaparecerá en el intento)

6 de septiembre de 2012
6 de septiembre de 2012
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Cuando lo mínimo que se puede exigir a una compañía que comienza (en realidad, a cualquier compañía) es responsabilidad social para no dejar el mundo hecho un trapo, alegra ver que hay quien va un poco mas allá. Hay quien asume que parte de los beneficios que genera lo que hace se pueden destinar a algo éticamente más elevado que los dividendos de los socios. Futboling es un futbolín techie y quizá eso sea lo de menos. El modelo de negocio que subyace detrás de la iniciativa denota que aún hay esperanza en este putrefacto mundo.

¿Quieren saber en qué consiste el juego? Van a tener que esperar. Lo mejor viene con cómo se ha planeado que funcione el servicio, con la distribución de los ingresos que genera. Futboling tuvo claro desde el principio que la parte de ganancias que aportan los usuarios con las monedas para la partida, se repartirían de manera responsable.

Así, tras el pago del inevitable IVA, beneficio restante se divide en tres partes. La primera va destinada a las causas sociales de diez ONGs, que en esta temporada incluyen a UNICEF, Intermón OXFAM o la Fundación Josep Carreras contra la leucemia.

El segundo trozo del pastel se dirige a la fundación Fun for a better world, que lucha por el desarrollo profesional y personal de personas con discapacidad física o psíquica a través de la fabricación y mantenimiento de los futbolines.

El último tercio del dinero va destinado al lugar donde se ubica el Futboling. La idea es llegar a un acuerdo con universidades para que alberguen ahí los estadios. El dinero recibido por las entidades iría destinado a becas, biblioteca o adquisición de material didáctico. «Queremos seguir un modelo parecido al de Facebook en ese sentido. Queremos salir de las universidades para ampliar los ámbitos de ubicación de la máquina a más lugares», señaló Nacho Escobar uno de los fundadores de Futboling.

Como él mismo explica, el plan es que sean las marcas las que aporten la inversión para la fabricación de las máquinas y para el pago de los salarios de los empleados de la empresa. «Nuestro futbolín tiene un potencial tremendo para las marcas. Es un soporte idóneo para los patrocinios publicitarios».

Futboling es un proyecto que combina algo que siempre ha estado ahí, un juego clásico, con un componente tecnológico. La iniciativa, que apela al potencial lúdico del clásico futbolín, constata que la dinámica de los juegos que se desarrollan pasan siempre por lo social, por la competitividad que permite evitar la soledad del jugador que se pega a la pantalla de su ordenador o consola. Vale, el futbolín siempre ha sido un juego para compartir vaciles y fracasos pero Futboling ha ampliado el espacio de juego a, virtualmente, todo el mundo.

El proyecto organiza a todos los jugadores en una competición que se abre en octubre y concluye en junio. El usuario se convierte así en una especie de futbolinista profesional que opta también a títulos e incluso premios. Internet, las apps móviles para iPhone y Android y las redes sociales hacen de eje vertebrador de la conexión entre los jugadores. Cada uno de ellos cuenta con un perfil en la plataforma que refleja toda su actividad en el juego. En cuanto al objeto en sí, Futboling es el Robocop de los futbolines (suponiendo que Robocop estuviese hecho de polietileno 100%% reciclable, claro). La startup ha creado un objeto de estructura clásica al que ha añadido pantallas de videomarcadores, sonido ambiente o capacidades de juego en red.

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