El lujo: quiero tener lo que tรบ no puedes poseer

En 2008, el Museo Britรกnico encargรณ una escultura a tamaรฑo natural de la modelo Kate Moss. Sirena, que asรญ se bautizรณ la obra, estaba hecha de oro puro. Probablemente estamos ante la mayor escultura de oro creada desde los dรญas del antiguo Egipto. Bienvenidos al lujo contemporรกneo.
En junio de 2007, Damien Hirst quiso vender por 74 millones de euros For the Love of God, una obra que consistรญa en el vaciado fundido en platino de un crรกneo humano en el que habรญa engarzado 8.601 teselas formadas por diamantes industriales valorados en 15 millones de libras esterlinas y con un peso total de 1.106 kilates. En el centro de la frente del crรกneo lucรญa un diamante rosa de mรกs de 52 kilates valorado en 4 millones de libras esterlinas. Bienvenidos al lujo contemporรกneo.
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O como resumirรญa Abraham Maslow en su artรญculo revolucionario de 1943,  A Theory of Human Motivation, ยซes muy cierto que el hombre vive solo de panโ€ฆ cuando hay escasez de panยป. Y ese es el problema: que el pan abunda para muchos, que somos ya millones los que hemos cubierto toda la pirรกmide de Maslow y ya solo nos queda la cรบspide. Una cรบspide rutilante confeccionada con el mineral mรกs escaso de la Tierra. O algo asรญ.
Y no es algo nuevo, en absoluto. El lujo existe desde que ha sido posible cultivarlo. Y se esparce por todos los lugares y momentos. Las ceremonias del potlatch, que el antropรณlogo Marvin Harris resume asรญ en su ensayo Vacas, cerdos, guerras y brujas:

El objeto del potlatch era donar o destruir mรกs riqueza que el rival. Si el donante del potlatch era un jefe poderoso, podรญa intentar avergonzar a sus rivales y alcanzar admiraciรณn eterna entre sus seguidores destruyendo alimentos, ropas y dinero. A veces llegaba incluso a buscar prestigio quemando su propia casa.

En Sudรกfrica, durante el apartheid, y en la India, durante la รฉpoca colonial, los hoteles contrataban a niรฑos para que se untaran la cabeza en mermelada asรญ. Los jamboys, que asรญ se llamaban, servรญan para ahuyentar a las moscas de los campos de golf donde jugaban los distinguidos visitantes.
Asรญ de pringoso es el lujo, como esa mermelada para jamboy, tal y como refiere el filรณsofo Joseph Heath en su libro Rebelarse vende:

Durante las famosas revueltas de Seattle en 1999, los manifestantes destrozaron la tienda de Nike en el centro de la ciudad, pero las imรกgenes de los asaltantes hundiendo a patadas el escaparate muestran que varios de ellos llevaban calzados de la marca que tanto odiaban.

El carรกcter gregario del ser humano es indiscutible, y tambiรฉn su inclinaciรณn a estar todos juntos en el mismo redil: por ejemplo, 243 millones de estadounidenses se concentran en el 3 % urbano del paรญs, tal y como diagnostica Edward Glaeser en su libro El triunfo de las ciudades. Asรญ que lo que consideramos lujoso ni siquiera lo es necesariamente. Lo lujoso es solo una etiqueta que responde a la escasez y exclusividad de lo descrito. O como resumรญa el mรฉdico y quรญmico francรฉs del siglo XIX Etienne-Franรงois Geoffroy: ยซEl oro, de todos los metales, es el mรกs inรบtil en fรญsica, excepto cuando se le considera un antรญdoto contra la pobrezaยป.
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Sentirnos privilegiados
Para sentirnos privilegiados debemos necesariamente compararnos con los demรกs. No importa si tenemos mucho o poco, lo que importa es que tengamos lo mismo o, mejor, mรกs que el prรณjimo. Diversos experimentos psicolรณgicos arrojan una conclusiรณn ilรณgica en ese sentido: la gente prefiere ganar un sueldo menor si el sueldo es mayor que el de los demรกs, antes que ganar un sueldo mรกs elevado si resulta menor que el de los demรกs. Lo resume perfectamente un dicho yiddish que reza: ยซยฟCuรกndo sentirรก regocijo un jorobado? Cuando vea a un hombre con una joroba mayorยป.
Sabedor del anhelo de exclusividad que persigue el ser humano, en 2005, Ben Fischman fue nombrado consejero delegado de SmartBargains. La pรกgina web comercializaba productos de todo tipo, desde ropa de vestir hasta maletas, que las empresas estaban liquidando a bajo precio. Algunos productos se encontraban aquรญ un 75 % mรกs baratos. Sin embargo, la web, con escasos mรกrgenes de beneficio, empezรณ a pasar por dificultades, perdiรณ tirรณn, y la competencia con otras webs similares resultรณ feroz. ยฟLa soluciรณn? ยฟBajar los precios todavรญa mรกs? No: subirlos, y aรฑadir dificultades a la adquisiciรณn. Tal y como explica Jonah Berger en su libro Contagioso:

Fischman creรณ una nueva web llamada Rue La La. Vendรญa productos de diseรฑo de gran calidad, pero se basaba en โ€œofertas del dรญaโ€ que duraban un tiempo limitado, veinticuatro horas o un par de dรญas como mรกximo. La web seguรญa el mismo modelo de las ventas de muestrarios de la industria de la moda. Sรณlo podรญa accederse por invitaciรณn. Tenรญa que invitarte un miembro.

El รฉxito fue tal que, en 2009, Fischman vendiรณ el negocio por 350 millones de dรณlares. Lo mรกs inquietante de todo ello es que en Rue La Laโ€ฆ se vendรญan exactamente los mismos productos que en SmartBargains.
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Cada vez mรกs ricos
Cada vez hay mรกs ricos, y tambiรฉn mรกs pobres si tenemos en cuenta la brecha que distingue los afortunados de los menos afortunados. Es decir: en el mundo cada vez se vive mejor en general, pero tambiรฉn hay mayores desigualdades. En 2012 habรญa en el mundo mรกs de 1.000 personas con un patrimonio superior a mil millones de dรณlares. En 2013, 1.226. Las cifras no dejan de aumentar, sobre todo en paรญses como China.
Tal y como analiza el profesor de Filosofรญa francรฉs Yves Michaud en su ensayo El nuevo lujo, entre 1995 y 2012, el mercado mundial del lujo pasรณ de 77.000 millones de euros a 212.000 millones. Y el lujo ya alcanza unas cotas de exclusividad que no puede fundarse solo en objetos escasos, sino tambiรฉn en experiencias escasas:

Un viaje en un cohete y unos dรญas en la Estaciรณn Espacial Internacional (20 millones de dรณlares), una travesรญa del Rajastรกn a bordo del tren de los marajรกs (5.000 dรณlares sin contar el viaje hasta allรญ), una semana de alquiler del yate de un oligarca o de Bernard Tapie (entre 550.000 y 800.000 euros), una degustaciรณn de caviar beluga (2.300 euros los 250 g.), relaciones sexuales con una escort girl de altos vuelos o una supermodelo (5.000 euros o mรกs segรบn el tiempo, la fama de la escort y la naturaleza de las prestaciones).

Una tendencia que ya profetizaron en la dรฉcada de 1990 teรณricos de la empresa y del management como B. Joseph Pine II, que postulรณ cรณmo la producciรณn masiva, puntal del productivismo y de la sociedad de consumo, se transformarรญa en la oferta masiva a medida (mass customization).
El lujo alcanza cotas obscenas, ridรญculas, pero no nos engaรฑemos: comparativamente, siempre ha sido asรญ. Incluso en las sociedades pobres hay lujos ostentosos que resultan grotescos si se analiza el contexto en el que se producen. La ostentaciรณn, la carrera armamentรญsica por ser o parecer mejor que el otro a fin de intercambiar nuestros segmentos de ADN con los mejores miembros de la especie, es una constante. Estรบpida, sรญ, pero como muchas otras facetas humanas igualmente superfluas que se defienden con uรฑas y dientes, tal y como ya observaba Georges Bataille en La parte maldita, donde agrupa en la categorรญa de ยซgastos improductivosยป:

El lujo, los duelos, las guerras, los cultos, las construcciones de monumentos suntuarios, los juegos, los espectรกculos, las artes, la actividad sexual perversa (es decir la que se desvรญa de la finalidad genital).

Tal vez Bataille exageraba. Tal vez siempre se exagera cuando se ponen lรญmites o fronteras. A fin de cuentas, estรก en nuestra naturaleza ser como somos, de lo contrario, en vez de mรกquinas darwinianas salpimentadas con un poco de Hobbes, serรญamos perfectos robots lรณgicos.
 
Imรกgenes | Pixabay | damienhirst.com

 
 
 

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#142 Primavera / spring in the city

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Patrick Thomas

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