El misterio de la creaciรณn artรญstica

Pronto se harรญa de noche en Buenos Aires. En la calle habรญa tantos individuos esperando que tuvo que acudir la policรญa. Eran unos 3.000 pero solo cabรญan 1.500. Habรญan acudido al auditorio para escuchar a un escritor famoso que venรญa de Europa y que, aquella tarde, hablarรญa sobre El misterio de la creaciรณn artรญstica. Era el 29 de octubre de 1940 y aquel seรฑor, Stefan Zweig, empezรณ a hablar.
ยซDe todos los misterios del universo, ninguno es mรกs profundo que el de la creaciรณnยป.
ยฟDe dรณnde surgen las obras? ยฟCรณmo aparece una idea nueva? Averiguarlo, propuso el austriaco, requiere usar las mismas tรฉcnicas que un detective.
Las pruebas empiezan a aparecer despuรฉs de que un individuo decida crear una obra. Desde que la empieza hasta que la termina hay un camino por medio lleno de intentos, pruebas, bocetos y borradores. ยซAquรญ encuentro, por fin, la oportunidad para conducirles un poco mรกs cerca del proceso de la creaciรณn artรญstica. Es precisamente en ese instante breve de la transiciรณn cuando la idea pasa a la realizaciรณn. Es lo que a veces podemos observar. Aquรญ se nos abre una rendija estrecha para el estudio del artistaยป.
Las palabras que pronunciรณ Zweig estรกn hoy escritas en un libro que recoge el discurso y el tรญtulo de aquel dรญa: El misterio de la creaciรณn artรญstica. ยซEsas huellas que el artista deja en el lugar de su acciรณn son sus trabajos previos, los primeros esquemas que el pintor hace de sus cuadros, los manuscritos y borradores del poeta y del mรบsicoยป.
El periodista se refiriรณ a la mรบsica. Empleรณ la disciplina del detective y propuso analizar los manuscritos de las obras de Mozart, Beethoven, Bach, Rossini y Schubert. Pero habรญa un problema con el primero. No habรญa rastro de ningรบn borrador del mรบsico de Salzburgo.
ยฟHabรญa perdido la humanidad semejantes documentos?
No.
ยซCon sorpresa nos enteramos de que no hay tales borradoresยป, indicรณ el biรณgrafo. ยซTodos los manuscritos que poseemos de รฉl estรกn escritos con la misma mano fรกcil, ligera, graciosa, en un solo trazo (โ€ฆ). Los contemporรกneos nos informan de que Mozart nunca habรญa trabajado en el sentido del esfuerzo y la dedicaciรณn. No le hacรญa falta buscar la melodรญa. La melodรญa venรญa a รฉl. (โ€ฆ) La creaciรณn musical era para ese genio algo tan carente de esfuerzo, algo tan poco absorbente que, al mismo tiempo que jugaba al billar con los amigos, era capaz de trabajar interiormente y cuando salรญa del cafรฉ, le bastaba llegar hasta su habitaciรณn para poder anotar con su pluma rรกpida el movimiento de una sonata completamente acabadoยป.
A Schubert le ocurrรญa algo parecido. El compositor austriaco podรญa estar hojeando un libro de poesรญa, con unos amigos, en el salรณn. De repente, se levantaba y se iba a la habitaciรณn contigua. A los diez minutos volvรญa, se sentaba al piano y tocaba una melodรญa. Era la pieza que acababa de componer, al otro lado de la pared, mientras los demรกs seguรญan leyendo.
Asรญ componรญan tambiรฉn Bach y Rossini. Pudiera parecer entonces que ยซel genio de la inspiraciรณn dicta, y el artista no es mรกs que el escribiente (โ€ฆ). No necesita trabajar, luchar, esforzarse por su trabajo. Le basta copiar obedientemente lo que se le acerca como en un sueรฑo divino. (โ€ฆ) Pero no nos precipitemos, comprometiรฉndonos con una fรณrmula tan seductora, segรบn la cual el artista serรญa siempre nada mรกs que el ejecutante de una orden superiorยป.
Beethoven estรก ahรญ para desmontar esta teorรญa. En sus manuscritos ยซdesordenados, casi ilegibles โ€”ยกcada uno de ellos, un campo de batalla!โ€” ya no encontramos ni un adarme de la facilidad divina de Mozart. (โ€ฆ). Cada sinfonรญa de Beethoven exigรญa gruesos tomos de trabajos preliminares, que a veces abarcaban aรฑos enteros. (โ€ฆ). En sus libros de trabajo todo forma un caos tremendo. Es como si un titรกn hubiera tirado bloques montaรฑosos impulsado por la iraยป.
El compositor alemรกn salรญa al campo a correr como un loco. Gritaba, cantaba, marcaba ritmos con las manos y lanzaba los brazos al cielo como si pudiese atrapar asรญ las negras y las corcheas. Los campesinos lo observaban desde lejos y evitaban cruzarse con aquel ser tan vehemente.
ยซEstos ejemplos demuestran cuรกn enormemente distinto puede ser el acto de la creaciรณn artรญstica en dos genios de igual rango (โ€ฆ) y quรฉ diferente es el estado en que esos dos hombres se hallaban durante el rapto creador. (โ€ฆ) Mozart juega con su arte como el viento con las hojas. Beethoven lucha con la mรบsica como Hรฉrcules con la hidra de las cien cabezasยป.
El estudio de Zweig parecรญa indicar que no hay recetas para crear obras de arte. Ni en la mรบsica, ni en la literatura, ni en nada similar. Las pruebas del detective llevaron al austriaco al punto del que partรญa. La creaciรณn artรญstica sigue siendo un misterio y el camino que lleva hasta ella nada tiene que ver con el resultado final. ยซLa obra de uno y de otro โ€”Mozart y Beethovenโ€” produce la misma perfecciรณnยป, dijo aquella tarde abarrotada en una sala de Buenos Aires. ยซLa obra de ambos nos brinda la misma dicha inefableยป.

รšltimo nรบmero ya disponible

#142 Primavera / spring in the city

Sobre nosotros

Yorokobu es una publicaciรณn hecha por personas de esas con sus brazos y piernas โ€”por suerte para todosโ€”, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

Suscrรญbete a nuestra Newsletter >>