Día 18 de agosto del Año de Nuestro Señor 1590. John White llega a la colonia de la isla de Roanoke, en el actual territorio de Virginia. Es el tercer cumpleaños de su nieta, Virginia Dare, el primer súbdito inglés nacido en el Nuevo Mundo y a la que dejó justo nueve días después de su alumbramiento para partir hacía a Inglaterra en busca de ayuda para el también primer intento de asentamiento permanente inglés en América, quedando atrapado en las islas por la guerra anglo-española de la famosa Armada Invencible. White baja de la nave para encontrarse con un paisaje desolado.
Las cabañas están abandonadas y no hay rastro de los 117 colonos-hombres, mujeres, niños, su hija y su nieta- que dejó atrás. Solo la sílaba CRO, tallada en un árbol, y palabra, “Croatoan”, escrita en un poste. White supone que habrán ido a la capital de los Croatoan, una tribu de la zona que se ha mostrado amistosa, y quiere ir a buscarlos por las islas cercanas. Pero el capitán de la nave que le había llevado se niega. El mal tiempo y la falta de víveres amenazan su embarcación.
White retorna a Inglaterra. Nunca más verá a su hija ni a su nieta ni sabrá, como el resto de la humanidad, qué fue de los colonos, que crearán un poso en el imaginario colectivo de EE UU tal que, cuando el ganador de un Pulitzer Paul Green escribió una obra de teatro titulada The Lost Colony, no necesitó poner ningún tipo de subtítulo. En la mente del estadounidense solo hay una historia con ese nombre: Roanoke, considerada por muchos su mito fundacional y también el más antiguo de los asesinatos misteriosos en la nación que se autollama América.
Siendo el estadounidense un pueblo dado a la conspiranoia, pronto se desarrollaron multitud de teorías al respecto. ¿Fueron masacrados por la tribu de los Powhatan? ¿Se cansaron de esperar a John White y trataron de volver a Inglaterra por sus medios, pereciendo en la travesía? ¿Los mataron los españoles? ¿Sufrieron un sabotaje de su piloto portugués, Simón Fernández, para que Sir Walter Raleigh, promotor de la colonia, perdiera el favor de la reina virgen? ¿Se integraron con las tribus locales, como creía White? Un misterio que el proyecto Lost Colony DNA, como dice su directora, Roberta Estes, trata de solventar desde el años 2005 usando tanto la arqueología como la genética .
Estes cuenta que su interés por el asunto viene de su herencia, siendo su familia “mixta con algo de europeos, algo de africanos y algo de nativos americanos”. Su teoría principal es que si “los colonos sobrevivieron tuvieron que ser asimilados por los nativos y su descendencia debió ser considerada nativa cuando los europeos volvieron a vivir en el área donde la colonia fue abandonada”, concretamente 100 años después. “La palabra ‘Croatoan’, explica Estes, “la interpretamos como que se fueron con ellos a la actual isla de Hatteras”.
Para demostrar está idea, Lost Colony DNA ha financiado entre 2009 y 2012 diferentes excavaciones en la isla. “Basándonos en las piezas que hemos encontrado”, asegura Estes, “creemos que de hecho sí que fueron a Hatteras, pero a partir de ahí solo podemos suponer”. Entre los artefactos a los que se refiere son piezas nativo americanas, como cuchillos o puntas de lanza, muy próximas a evidencias inglesas como dedales o pipas de barro, además de más pruebas encontradas por otros investigadores como el disparador de una pistola.
La otra gran línea de investigación Lost Colony DNA es, como indica el nombre del proyecto, la investigación de los genes. Enfocados sobretodo en las pruebas del cromosoma Y, debido a que identifica plenamente las líneas familiares, Estes y el resto de voluntarios han identificado 293 apellidos que podrían estar relacionados. Hasta ahora, su mayor problema es encontrar a los descendientes ingleses de los emparentados con los colonos desaparecidos.
“La investigación sigue su curso”, dice Estes, “y no sé si alguna vez lograremos finalizarla”. Es lo que tiene tratar de resolver la misteriosa desaparición de 117 colonos hace 422 años. Puede llevarte un tiempecito.