Llevo días pensando en el concepto de reemplazo, de relevo. Es una reflexión un poco espesa que intentaré aligerar.
Tengo dos clientes que están enfrentando sendos relevos generacionales. Los hijos o los nuevos socios no sienten lo mismo, no ven lo mismo, no esperan lo mismo. Ni de la vida ni de la empresa. Unos se aferran al modelo de éxito y otros quieren cambiarlo. El caso es que, en unos años, esas compañías habrán cambiado su identidad por completo. Serán otras.
Mi empresa, en cambio, morirá conmigo, cuando me jubile o me canse. Todos esos proyectos que tanto orgullo me han generado, toda esa energía, toda esa intensidad se disipará. Todo eso que llenó mi vida de una forma tan intensa, solo quedará en el recuerdo de algunos proyectos, durante un tiempo. Hasta que llegue otro fondo de inversión, otra marca, otra gente.
Estoy pensando en muchas compañías que conocí y que ya no existen. En realidad, no eran nada más que un entramado de contratos, dineros y esfuerzos que ya no están. Y no queda ni el recuerdo. Si la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma, me pregunto en qué se han convertido esos proyectos. Gente e ilusiones desperdigadas, ideas que no vieron la luz…
A veces hay reemplazos físicos. Han quitado una escultura en la plaza. En algún momento hubo un escultor, un encargo, una ilusión, una inauguración… Hoy hay cubos de tres colores y un alcalde ecologista.
Pienso en el reemplazo natural. Mi mujer y yo no hemos hecho nuestro trabajo. Somos dos y dejaremos solo a una. Hoy leo en prensa que en Barcelona ya hay más jóvenes nacidos en el extranjero que en España. En unas generaciones unas culturas habrán sido reemplazadas por otras.
Dentro de 40 años mi casa, la que construí con tanto esfuerzo, seguirá en pie y estará habitada por una familia que no conozco, con niños que aún no han nacido. Una gente que la decorará a su manera y hará unas reformas horribles que me levantarán de la tumba. Yo me encargaré fantasmagóricamente de arruinarles las noches, pero yo ya no estaré ahí. El arce que plantamos no me tendrá debajo y nadie pensará en que esa enorme encina está allí desde la Guerra Civil.
Mis padres fueron unas personas increíbles. Hicieron cosas especiales y jugaron fuerte. Pero la mayoría de quienes los conocieron tampoco están. Quienes les admiramos los vamos desenfocando y no hay ni un solo dato de ellos en Google.
Cuando le damos trascendencia a todo, pensamos en un futuro a ¿20 años? Excepto para quienes estén obsesionados con el legacy, nuestras vidas anteriores no aportan nada. Y a futuro, menos. Nada de lo que hiciste hace 10 años es relevante y todo ese espacio ahora lo ocupan otras cosas.
Tu preocupación de hoy mañana será otra. Ese billete de 50 euros mañana será un jersey, una air fryer o una resaca. Ese coche que estrenas hoy, ese nuevo proyecto, esa serie de Netflix, esa hipoteca.. mañana serán otra cosa.
Todo pasa y esos espacios los ocuparán otros coches u otras personas. ¿Vale la pena darle tantas vueltas a todo? Odio el concepto de carpe diem, pero sí creo que abrazar el reemplazo permite relativizar, porque le quita dramatismo. No se trata de decir que somos intrascendentes, se trata de decidir que somos cambiantes.






