Todo comienzo es una promesa. Un regalo que esperamos… que rara vez llega. (Por culpa nuestra o por la vida, pero esta es otra cuestión).
ADICCIÓN A LOS COMIENZOS CONGELADOS
Quien ha tenido muchos comienzos ha conocido muchas decepciones. Esto explicaría por qué hay personas refugiadas en el pasado: los comienzos han sido ya vividos, y pueden ser recreados una y otra vez en la memoria… antes de la debacle.
En las recreaciones del pasado no está el esfuerzo asociado a los comienzos ni hay temor al futuro. Solo está el momento congelado: aquella tarde con aquella persona en aquel lugar. Los ojos en la fina línea entre el mar y el cielo. Entonces la promesa lo era todo. La mente anclada a ese momento no sufre.
Es una adicción a los comienzos congelados. Un síntoma visible es el consumo de productos de la melancolía: la música de antes, las películas de antes, las ideas de antes… Todo aquello que refuerza los muros del refugio.
Un desprecio o desapego por el presente que se manifiesta en cada acto cotidiano. Entre distintas opciones para esto o aquello, lo malo conocido. Hay personas que, mientras comen «estos inventos» tan locos (como ensalada de espinacas con queso y nueces), hablan de comidas del pasado.
ADICCIÓN A LOS NUEVOS COMIENZOS
También hay adictos a los nuevos comienzos. No acumulan decepciones. Encuentran otra aventura o propósito mucho antes de que un comienzo llegue a lo que consideran el punto de degradación de la promesa. Así crean y viven un círculo de comienzo a comienzo: de una promesa a otra.
Es una forma de adicción a los comienzos extendida en nuestros días porque contamos con tecnologías de la distracción que ofrecen cada minuto posibilidades de conocer nuevos amantes, nuevas novelas, series, películas, dietas, recetas de cocina, instrucciones para cultivar plantas de moda, 101 frases de motivación…
Son tantas las tentaciones que los comienzos se acumulan. No importa abandonar las nuevas pasiones por otras más recientes, emulando al niño frente a un escaparate de juguetes o de una pastelería: «Mira esto… Y mira esto… ¡Mira!».
Los ingenieros de software John Knapp y John Zeratsky escriben en Make Time que el gusto por encadenar novedades se debe al «cableado natural de nuestros cerebros», que hizo «distraíbles a nuestros antepasados para prever los peligros: un movimiento súbito puede ser un tigre o un árbol cayendo».
Knapp y Zeratsky saben de lo que hablan. Reconocen haber trabajado para Google buscando cómo hacer más adictivos Gmail y YouTube.
En nuestros días no hay tigres en el asfalto y eso lleva al cerebro a estar atento a la llegada de nuevos correos y mensajes instantáneos. Se espera que cada uno anuncie un nuevo comienzo en forma de premio, cita, selfi en el cuarto de baño…
Está adicción a los nuevos comienzos crea futuros imperfectos. Los proyectos inacabados. La bicicleta estática usada tres veces como perchero. («No es por pereza: la cinta andadora es mejor»). Cosas pendientes para ver y leer desde hace 10 años. Los nuevos conocidos se convierten en viejos amigos o amantes después de dos comidas o lo que se haya terciado. El interés por una guerra acaba después de tres telediarios. Hay otra guerra en marcha. ¿Qué pasó con aquellas niñas secuestradas por un señor de la guerra? Será que nadie quiere repetir fotografías con carteles #BRINGBACK OUR GIRLS.
SALIENDO DE LA ADICCIÓN A LOS COMIENZOS
Hay propuestas para escapar de las adiciones a los comienzos congelados y los comienzos del presente.
Si un proyecto abruma, trocéalo y concéntrate solo en cada parte para no abrumarte. ¿Por qué no apostar por continuar una relación con una persona que te hace sentir bien? Recuerda cuánto esfuerzo te lleva enfrentarte a tus obligaciones por estar siempre buscando algo nuevo. Piensa cuántas cosas te estás perdiendo por tener la cabeza y los sentimientos en el pasado. Son planteamientos de sentido común.
La gran cuestión es cuánto se debe esperar a que la adicción a los comienzos se convierta en un problema de difícil solución y encontrarse como un conductor que circulara una y otra vez alrededor de una rotonda. Se necesita quizá un GRAN COMIENZO, único: AQUÍ Y AHORA.