El humor es el único camino para recuperar la cordura. Y el paso del tiempo. Sería curioso conocer en qué momento los cristianos comenzaron a hacer chistes sobre su sanguinario pasado devorados por leones en los coliseos romanos. El día en que un no judío o “goyim” pueda bromear acerca de los judíos se habrá alcanzado la normalidad. Pero solo si el chiste es bueno.
A John Galliano, que nunca gozó de mi simpatía, le hicieron la cama con un burdo montaje cuyo único objetivo final era reestructurar la casa Dior y finiquitar un contrato que les estorbaba.
Nacho Vigalondo, libre de toda sospecha de tener el ”Mein Kampf” bajo la almohada, fue expulsado de la órbita del diario El País por unas desafortunadas chanzas que “el observatorio que nunca duerme” quiso interpretar al revés.
Que Mel Gibson es un bocazas ya lo sabemos. Que es uno de los más grandes directores de cine y genial productor también debería recordarse. Pero el lobby judío nunca le perdonará que se gastara 20 millones de dólares en producir su propia visión de la Pasión de Cristo (2007), y mucho menos que recaudara cinco veces esa cantidad. Desde entonces, a Gibson le menudean las querellas, la última de las cuales es tan alambicada y tendenciosa que me da pereza fatigar a los lectores. Si les interesa, escriban “Los Macabeos/Joe Eszterhas” en Google y me entenderán.
En este desopilante blog, el profesor emérito de Historia judía en la Universidad Hebrea Ezra Mendelsohn especula con que Rafa Nadal es el mayor atleta judío de todos los tiempos, pero sugiere que el tenista está aterrorizado por el poder de la Iglesia española y que por eso no lo admite y oculta su origen (!).
Javier Krahe ha estado en el banquillo en uno de los juicios más surrealistas que se recuerdan: el famoso vídeo casero en el que se detalla la receta para cocinar un Cristo al horno. En este caso se impuso la cordura y el genial cantautor ha resultado absuelto (aunque le han fastidiado más de lo que un hombre de su edad y talento merecen).
Los mismos grupúsculos ultramontanos que asocian la Soah con los acordes de La Walkiria (a pesar de los esfuerzos de Zubih Meta y Daniel Barenboim) celebran que Philip Roth, uno de mis escritores fetiche, haya recibido el Príncipe de Asturias. Esto me recuerda la portada de El Jueves secuestrada por orden del juez lumbrera Juan del Olmo, gracias al cual la ilustración que todos recuerdan dio la vuelta al mundo. ¿Estábamos acaso ante un juez tapado republicano? ¿un agente doble? Eso debieron pensar en la Zarzuela, al ver reproducida la lúbrica (y certera) viñeta de los Príncipes de Asturias hasta la saciedad.
La inteligente y divertida obra de Eugenio Merino recibe a menudo la atención de los medios. La última vez fue por mostrar un maniquí de Franco en una máquina expendedora de Coca-Cola (por cierto, la obra se vendió de inmediato por la módica cifra de 30.000 €), a pesar de las airadas protestas de la Fundación Francisco Franco, gracias a las cuales la obra abrió todos los telediarios. El mero hecho de que nuestro país permita la existencia de un organismo con semejante nombre da una idea de las diferencias con el resto de Europa. Una “Fundación Adolf Hitler” entraría de lleno en el terreno del delito, al menos en los tres países que más apoyaron al III Reich: Alemania, Austria y la Francia de Vichy.
La airada protesta del ex embajador de Israel en España, el señor Schulz, solo consiguió que todos admirásemos la fina ironía que destilaban las dos piezas de Merino que triunfaron en ARCO hace dos años. Un candelabro de siete brazos cuya base es una metralleta Uzi y una escultura triple con un rabino rezando sobre un obispo que a su vez reza sobre un musulmán. Parece ser que las obras las compró una coleccionista judía que sí tenía sentido del humor.
Se produce así el efecto perverso, pero perfectamente predecible, de que la obra censurada y denunciada alcance cotas de popularidad y difusión impensables si nadie se hubiera tomado la molestia de acudir a los tribunales.
Sucedió con las caricaturas de Mahoma con una bomba en su turbante, publicadas por el diario danés Jyllands-Posten. Los fundamentalistas, tan listos ellos, lograron que todos viéramos las imágenes, por otra parte no especialmente ingeniosas, ni graciosas ni bien ejecutadas, pero hoy recordadas por todo el mundo.
El Centro de Estudios Jurídicos Tomás Moro, cuya escalofriante web ya da una idea de hasta qué punto les falla el sentido del humor a gente con nombres tan inocentes como “Manos Limpias” o «Hazte Oír”, demandó a Krahe por su receta para hornear un Cristo. Gracias al citado centro todos los españoles hemos podido disfrutar del ingenio de Krahe dos décadas después.
Por mi parte, y alegando razones de seguridad, no daré la receta de la “Estrella de David al ajillo”, porque no tendría tanta suerte en los tribunales como el maestro Krahe. Pero que conste que me sale riquísima… aunque repita (por el ajo, se entiende).