Ferreterías emocionales para divorcios

1 de agosto de 2011
1 de agosto de 2011
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El divorcio en España es una institución que ha tenido un desarrollo irregular. Desde su aparición ha seguido una línea ascendente hasta 2005, cuando la reforma del Código Civil de 2005 marcó el inicio del «divorcio exprés» y los números se dispararon. Luego vino la crisis y con ella una importante disminución de los divorcios efectivos por los gastos que normalmente acarrea. Estamos, pues, en la época del “divorcio virtual”: una separación de hecho, vivida como un divorcio latente. El avión en la pista y en fase de “espera indefinida”.
Una situación complicada, teniendo en cuenta que una ruptura sentimental suele estar acompañada de una cierta dosis de irracionalidad que jueces y abogados conocen bien.
Cristina, de 45 años, abogada en ejercicio, reflexiona: «La gente hace cosas increíbles tan sólo por maldad, impone condiciones venenosas, planea una venganza por minuto, hace del daño a la ex-pareja una profesión”.
Además, toda alteración emocional es también una reacción química en cadena. Después del (de la) «ex» vienen los hijos, la familia, los amigos, etc. etc. Quienes hayan visto «La guerra de los Rose» saben de qué hablamos.
Algunas sentencias de divorcio deberían ser redactadas por novelistas en vez de jueces, que están más preparados para hacer creíble lo inverosímil. Vajillas y ajuares que deben ser divididos «a la mitad» (¿media jarrita de café?, ¿media ensaladera?); el imprescindible régimen de visitas para hijos… ¡y mascotas!; extraordinarios gastos extraordinarios («acabo de apuntar a la niña a unas clases de tai-chi»); o esos misteriosos calendarios donde los meses no tienen 30 días, sino 15 pares y 15 impares.
Pero también aquí existe la innovación. Esta vez viene de la mano… de la ferretería. Imaginemos la escena:

(El cliente) ¿Me está diciendo que lo mío se arregla con una cerradura?
(La abogada) No con una cerradura cualquiera: técnicamente se trata de un «selective access cylinder».

O sea, un sistema de llaves que permite establecer el acceso selectivo a una vivienda. Una original propuesta de adaptación a los tiempos que la casa Lince ha puesto en el mercado con cándidas intenciones: «El sistema tiene un juego de llaves dotadas de una jerarquía de colores. Cuando usted está de vacaciones cierra la casa con la llave-titular azul, su vecina podrá acceder al piso para regar las plantas con otra llave azul, pero la asistenta no, porque su llave-de-servicio amarilla ha sido bloqueada con una llave roja. Al volver de viaje desbloquea el sistema con la llave verde, y listo».
Cristina vio el cielo abierto. «Quien dice la asistenta, dice tu pareja. Es un sistema que permite compartir de forma civilizada el espacio familiar, cuando una relación no funciona».
Esta abogada, repetimos, ha visto la luz, y no es la única. Hace ya una década que el periódico inglés The Independent recogía la propuesta de dos jóvenes arquitectos que apostaban por una solución civilizada: la “divorced house”, un domicilio repartido a la medida de las necesidades de una pareja que quería vivir separada, pero junto sus hijos. De haberlo sabido, tal vez el señor Moeun Rim y su señora Nhanh no habrían aplicado una solución tan drástica en su vivienda, a 100 kilómetros de Phnom Penh (Camboya) cuando se divorciaron.
¿Puede haber un final feliz? Jennifer Aniston y Vince Vaughn aportaban en Separados (2006) el toque romántico. Justo antes de la Gran Crisis ya no estaban las cosas para perder dinero. Así que una división a tiempo del hogar parecía una solución adecuada. Sobre todo si se trata de escapar de esos tiburones inmobiliarios que olisquean a distancia la menor hemorragia emocional.

Xabier Viana es periodista y guionista

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