Una de las experiencias más traumáticas que puede sufrir una persona en su vida es una agresión sexual. Las mujeres son quienes más sufren y temen este tipo de violencia contra ellas. Solo en España, se denunciaron 1.878 agresiones sexuales con penetración durante 2019, un 10,5% más que el año anterior, según datos del Ministerio de Interior.
La tecnología, que tantas veces ha acudido al auxilio de otros problemas, ha tratado también de buscar soluciones que ayuden a las mujeres a protegerse de un violador o cualquier otra situación que sientan como una amenaza hacia su integridad física.
Nimb es un ejemplo. Es un anillo conectado a una app que funciona como un botón del pánico. Si la víctima se siente atacada o amenazada, basta con pulsar un pequeño botón del anillo para que este envíe, a través de su móvil, una llamada a las personas de su círculo cercano que haya determinado para que acudan en su ayuda, incluida también la policía. Pero no es el único gadget de este tipo que existe en el mercado. Athena y Safelet son otros dos ejemplos de werables que funcionan de manera parecida.
Uno más: Safe Shorts son unos pantalones pensados para practicar deporte, aunque también aseguran que funcionan como ropa interior. Llevan incorporada una alarma capaz de emitir un sonido de 130 decibelios que se dispara si la usuaria tira del cordón del que va enganchado el mecanismo o alguien intenta arrancar la ropa por la fuerza.
Safe Shorts Productvideo from SOLIDGROUND MEDIA on Vimeo.
Si la alarma no es suficiente para ahuyentar a un violador, quizá una contundente descarga eléctrica acabe de convencerle. Eso es lo que hace un sujetador diseñado por tres jóvenes estudiantes de ingeniería en la Universidad SRM de Chennai (India) al que bautizaron como SHE (Society Harnessing Equipment). ¿Por qué un sujetador? Porque las estadísticas dicen que un violador suele tocar el pecho de la mujer a la que asalta antes que cualquier otra parte del cuerpo.
SHE lleva incorporado un sensor con un circuito eléctrico que libera descargas de 3.800 voltios, e incorpora, además, un sistema de GPS y GSM que permite enviar un mensaje de alerta a la policía y a los familiares y amigos de la mujer atacada.
En la India también se ideó el lápiz labial que funciona como una pistola, pero en lugar de disparar balas, lo que hace es emitir un enorme estallido. Lo creó otro joven ingeniero y emprendedor indio llamado Shyam Chaurasia. Su aspecto pasa desapercibido y el gadget también es capaz de enviar un mensaje de auxilio al teléfono de emergencias.
Una solución diferente, quizá más extrema, es la que propone Rape-Axe porque no evita la violación, pero sí deja marca en el violador. Y qué marca. Rape-Axe es una especie de condón que se coloca en la vagina de la mujer como si fuera un tampón. En caso de penetración, este condón queda adherido en el pene del violador y tiene una particularidad: sus paredes presentan una especie de dientes que hieren dolorosamente el falo del agresor si intenta quitárselo él mismo. La única manera de deshacerse de él es acudiendo a un médico. De esta manera, el agresor queda señalado y, en cierta manera, castigado.
Su creadora, la sudafricana Sonnet Ehlers, cuenta que se inspiró para diseñarlo en la contundente frase que escuchó a una víctima de violación: «Ojalá hubiera tenido dientes allí abajo». Dice Ehlers en su web que las estadísticas basadas en la provincia de Gauteng, en Sudáfrica, afirman que 1 de cada 4 mujeres ha sido violada alguna vez en su vida. Pero lo que realmente le llevó a crear este artilugio fue el demoledor dato que dio la policía en 2013: un gran número de agresiones sexuales quedan sin denunciar en ese país africano.
Ehlers trató de buscar financiación para su artilugio a través del crowdfunding, pero su campaña acabó retirándose. Fueron muchas las voces que acusaron a su invento de salvaje y medieval porque recordaba en exceso a los cinturones de castidad de aquella época, pero ella se defendió: ¿acaso una violación no es una salvajada?
Japón están a la cabeza de otras soluciones más ingeniosas. En el país nipón inventaron un sello de tinta invisible con el que las mujeres pueden marcar a los acosadores que las manosean en el transporte público aprovechando las aglomeraciones. Pero la palma se la lleva la diseñadora Aya Tsukioka, que creó una línea de moda destinada a camuflarse ante cualquier ataque: desde un bolso con forma de tapa de alcantarilla que podía tirarse al suelo para que el ladrón pensara que no había nada que robar, hasta una falda que se desplegaba sobre el cuerpo de la mujer que se viera perseguida para aparentar ser una máquina de vending.
Mientras que en China la tecnología de blockchain permitió a un grupo de activistas feministas publicar y denunciar en redes sociales e internet el caso de una estudiante de la Universidad de Pekín que se suicidó tras ser violada por un profesor.
¿CONSIENTES EN TENER RELACIONES SEXUALES CONMIGO?
Además de aparatejos e inventos de todo tipo, las apps no podían faltar en este listado tecnológico. Y no solo las que van asociadas a anillos, sujetadores o pintalabios.
My Panic Alarm, por ejemplo, hace sonar tu móvil a tal volumen que ahuyentará a tu posible agresor. bsafe es otra aplicación que enviará un aviso a tu círculo más cercano pulsando un único botón de alarma y compartiendo con las personas elegidas la ubicación de la víctima. Incluso las hay con tutoriales sobre defensa personal para las más valientes, las que están seguras de que en caso de agresión se enfrentarían a su atacante.
Sección aparte merecen las apps de consentimiento, aquellas donde cada miembro de la pareja firma su consentimiento antes de mantener relaciones sexuales. Un ejemplo de ello era LegalFling (la aplicación fue retirada tanto de Google Play como de App Store). Pero el plan, como dirían algunos, tiene lagunas.
Expertos en tecnología como Michele Drouin creen que este tipo de consentimientos podrían forzar, de alguna manera, a una persona a permitir tener sexo con otra simplemente por el hecho de que lo aceptó de antemano. Además de ser poco realista esperar que alguien, antes o en mitad del lío, se pare para usar la aplicación y dejar las cosas bien atadas. «Sería muy incómodo en el contexto de un encuentro íntimo algo como, “Espera un segundo, estoy cambiando de opinión sobre la aplicación y también sobre ti”», expresaba en una entrevista para The New York Times.
Además, legalmente tampoco serían muy válidas de cara a un juicio, a pesar de los muchísimos supuestos que incluye la aplicación en las que se debe consentir o no. Como mucho, dicen algunos legalistas, podría servir únicamente para plantear una duda razonable, pero como dice Cody Swann, CEO de Gunner Technology, la empresa creadora de uConsent, «no es un contrato legalmente vinculante».
EL DEBATE ESTÁ SERVIDO
La lista de inventos para defenderse ante un ataque, ya sea sexual o de otra índole, podría ser mucho más larga. Para muchas personas, son una ayuda a la hora de librarse de una agresión, pero hay quienes no están tan convencidos de ello.
Fay Maxted, directora ejecutiva de The Survivors Trust, un organismo de apoyo a las víctimas de violaciones y abusos sexuales de Reino Unido, afirmaba en BBC que cualquier tecnología encaminada a este fin era bienvenida, pero «también puede ser mal utilizada: puede ser pirateada o utilizada por los autores para rastrear o acechar a alguien», advertía. Estos artilugios, en su opinión, «juegan con los miedos que una mujer pueda tener al estar sola, en lugar de hacerla sentir segura». Es decir, refuerzan la imagen de que una mujer es incapaz de protegerse a sí misma.
La periodista Homa Khaleeli tampoco está muy convencida de la bondad de estos artilugios antiviolación. En un artículo que escribió en The Guardian, decía: «Aunque estos inventos son llamativos, bien intencionados y llaman la atención sobre el hecho de que los ataques y el acoso sexual son endémicos en todo el mundo, solo ponen de relieve lo que siempre hemos necesitado: una legislación para proteger a las mujeres que se aplique correctamente, junto con un cambio en el enfoque de la prevención de las violaciones, que pasa de las víctimas a los perpetradores».
En esa línea, la de hacer hincapié en que sea la sociedad la que fuerce el cambio de estas actitudes, también se expresaba la escritora Layla Haidrani en Independent: «También deberíamos ver más campañas que apunten a cambiar las actitudes sociales hacia la agresión sexual y a aumentar las tasas de condenas por violación, en lugar de, ya sabes, aparatos financiados por crowdfunding».
Porque para muchas activistas, estos aparatos ejercen el efecto contrario al que pretenden. En lugar de culpabilizar a los violadores, cae sobre la víctima la responsabilidad de evitar la violación y de no saber impedirlo. Podría incluso ocurrir que a las típicas preguntas de qué llevaba puesta la víctima o cuánto había bebido se una la de por qué no llevaba ningún dispositivo que le sirviera para evitar el ataque.
Las creadoras de algunos de estos gadgets se defienden. Una de las críticas que recibió Kathy Roma cuando buscaba financiación para Nimb fue que su invento enseñaba a los hombres a violar. «Pero ¿no era justo lo contrario? ¿No era nuestro objetivo quitarles el poder a los atacantes y volver a ponerlo en manos de las mujeres?».
Por su parte, Yasmine Mustafa, CEO de Roar for Good, la empresa que fabrica Athena, expresaba su deseo de que en un futuro este tipo de aparatos no fueran necesarios, pero mientras eso llega, «¿por qué no crear artilugios que mejoren las cosas?».