El Hotel Caledonian es un bello edificio victoriano, situado a la entrada de la calle principal de Edimburgo (Princes St.), que se yergue frente a un sugerente cementerio y el hotel Sheraton, mucho más impersonal. El portero con librea me franqueó la entrada y yo busqué a mi primera cliente desde que había sido aceptado en aquella agencia de escort y contactos.
Esa misma mañana, la voz gangosa de Steve me había sobresaltado al activar el móvil. Tenía un servicio, por fin… Sería capaz de demostrar a mi familia lo que valgo.
Mis comienzos en Escocia no fueron fáciles. Yo era un español con ganas de trabajar, pero eso no era suficiente, por lo que me vi obligado a buscar empleos absolutamente surrealistas…
“No está nada mal”, pensé cuando vi a la dama. Nunca me han gustado las adolescentes o las mujeres aniñadas, por lo que era especialmente indicado para este trabajo en el que ese tipo de chicas no existe. Su melena rojiza caía indolente sobre un cuerpo voluptuoso… No hay problema, soy un profesional, y como dice el saber popular: “donde hay grasa, mejor se pasa”.
Me dirigí a ella seguro de mí mismo.
—Hola, te estaba esperando… Tienes un pelo precioso.
—Hmmm… —pareció vacilar—. Gracias ¿quieres un malta?
—Nunca bebo cuando estoy de servicio —dije con aplomo. Y me senté con ella dejando que mis dedos jugaran con sus rizos rojos mientras entablaba una conversación irresistible…
Hicimos el amor en una suite cubierta de moqueta y pesados cortinajes. La reina Isabel nos observaba desde una pared.
Cuando le pedí mi dinero soltó una sonora carcajada y me sentí como John Voight en Midnight Cowboy (John Schlesinger, 1969). Fingí que era una broma y la besé en los labios. Mientras se duchaba, registré su bolso y encontré un fajo de billetes…
Cuando volví a encender el móvil tenía cinco mensajes de Steve. Estaba histérico, lo que sumado a su gangosidad natural y a su acento de la campiña inglesa hacía muy difícil saber qué demonios le pasaba. Decía que yo no había acudido a la cita en el hotel Costorphine en el sur de la ciudad y que la clienta estaba furiosa (!!!).
¡Glups! Pero entonces… ¿Con quién me había ido yo a la cama?
Mi mujer, que había puesto el dinero para obtener mi acreditación oficial de Guys4Hire, no se tragó la historia y pensó que no quería darle su parte. Creo que fue la gota que colmó el vaso y pidió el divorcio.
Juro que no cobré ni una libra esterlina por mis servicios. No fui capaz de tomar uno solo de los billetes de aquella cartera (la Reina Isabel me miraba desde cada uno de ellos, igual que desde la pared). Pero mentiría si dijera que no fue una experiencia fantástica y que no recuerdo a esa pelirroja cada noche de otoño… Soy un romántico, ¿qué le voy a hacer?
Lo cierto es que abordé a la mujer equivocada en el hotel erróneo, pero el resultado fue imprevisible. Hace poco averigüé la razón de que Steve fuera tan gangoso y de que me costara tanto entender lo que decía. Se estaba recuperando de una operación de cambio de sexo: Steve nació mujer, se operó y montó Guys4Hire para vengarse de los hombres.
El Reino Unido es un lugar fascinante.
—
Foto: Kitagawa Utamaro Wikimedia Commons