Helados de ayer, lametones de nostalgia

17 de julio de 2012
17 de julio de 2012
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Hay nombres que con decirlos nos evocan a otros momentos de nuestra vida, quizá más felices, seguro que más inocentes. Sándwich de nata, Semaforito, Patapalo, Winner Taco o Magnum Cono son clásicos de nuestro imaginario colectivo. Helados de otra época, helados que ya no existen de marcas que desaparecieron. Seguramente un día como este de hace unos cuantos años estabas justo en este momento saboreando alguno de estos trozos de historia tras la que hay una guerra empresarial de lo más llamativa.

Helado, polo, mantecado… En cada rincón recibe un nombre distinto, pero el significado cuando eres niño es el mismo. El postre tras una comida de verano, la golosina predilecta en los días de calor y una buena forma de ilusionarse. La del helado español es una historia de nostalgia por aquellos que desaparecieron y que tantos ratos buenos nos hicieron pasar, pero también de guerra empresarial. Una guerra que acabó con la desaparición de marcas nacionales exitosas compradas y absorbidas por un gigante internacional.

El primero en aparecer en el mercado es, curiosamente, uno de los supervivientes. Frigo ya hacía helados a mitad del siglo pasado, cuando era poco más que hielo con sabor. Su ‘boom’ llegó en los ’80, justo cuando la empresa se incorporó a la multinacional Unilever, y justo cuando empezó lo que podíamos llamar ‘la guerra del helado’. ¿Cuáles fueron sus armas? El primero el Popeye, sinónimo de helado de hielo con sabor a fruta. Después vendrían mitos como el Frigopie o el Frigodedo, experimentos como el frigurón o reinvenciones como el Calippo.

El esquema de hielo con sabor evolucionaba también a formas atractivas y nombres impactantes, sabores más allá de la fruta sencilla. Así aparecerían también helados de cucurucho míticos como el Negrito, o helados lácteos como el Twister en sus diferentes modalidades, el SuperChoc o el Minimilk para los pequeños. Pero el hielo con sabores siempre fue una garantía. Buenos ejemplos de eso son el Drácula, mítico helado oscuro con interior de fresa o, ya en los ’90,el Boomy de frutas.

Rivales por aquellos días había muchos. El primero en aparecer fue Avidesa, una compañía valenciana que estuvo más de cuarenta años fabricando helados de todos los colores y sabores. O Miko, empresa vasca que en los ’90 también acabaría en manos de Unilever y que era la responsable de rincones de nuestra memoria nombre propio: Mikolápiz, Mikopete, Mikocola, Fantasmiko o el Pirulo, entre otros. Había una cuarta marca en liza, Camy, comprada por Nestlé en los ’60, que tenía como algunas de sus armas delicias como el Colajet o el CamyChoc.

Cuatro empresas compitiendo por un mismo mercado, ¿tanto daba de sí? En cierto modo sí gracias al auge del turismo en la España del final de la dictadura y la llegada de la Transición. Fue un sector que vivió en sus propias carnes algunos de los cambios más llamativos en las técnicas comerciales patrias. Por ejemplo, dejar la publicidad de ilustración para pasar a hacer cartas de helados con fotografías, o empezar a dar premios y pequeños juguetes con los helados, como hizo Miko. Por aquellos días, sin embargo, sería Camy la que tomaría la delantera al conseguir colar su producto en los restaurantes de todo el país.

El salto del helado a producto de primera línea llegaría con la democracia: acciones publicitarias asociadas a patrocinios para el Mundial del ’82, derechos de explotación de personajes de Disney para publicitar helados… El sector crecía a tan buen ritmo que Miko consiguió vender en 1984 la friolera de 10 millones de litros de helado, y eso a pesar de los problemas que suponía en aquellos durísimos años ser un empresario vasco de éxito en toda España.

La guerra terminó en 1995, cuando Nestlé, dueña de Camy, compra a sus competidoras, Miko y Avidesa. En 1997 desaparece la marca Avidesa, en 2003 desapareció Miko y en 2004 Camy pasa a ser directamente Helados Nestlé, tal y como se conoce hoy en día. La guerra hoy en día es algo menos intensa. No quedan sólo esas dos compañías, Frigo y Nestlé, sino que se han añadido otras. Las extranjeras Häagen Dazs o Ben&Jerry’s, o las españolas Kalise y Royne, por citar algunas. Para gustos, las marcas. Pero para recuerdos, los de aquellos años en los que comprarse un helado a 25 pesetas era suficiente para alegrar una tarde entera.

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Patrick Thomas

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