Jazmín, rosa, vetiver, bergamota, lavanda, romero, cedro, albaricoque, laurel, musgo, naranja, canela, higos, vainilla, limón, jengibre…, el mundo está lleno de olores. En la naturaleza existen unos 1200. Cada uno de ellos se convierte en un instrumento de trabajo cuando cae en las manos de un perfumista.
1200 ingredientes a combinar para que tu piel provoque con su olor una determinada sensación o para que tu casa, en el centro de una contaminada ciudad, huela a campo.
En realidad, nadie utiliza todos los olores disponibles en la naturaleza. Un perfumista como Olivier Pescheux utiliza alrededor de 400. “La paleta de un perfumista se va construyendo con los años”, dice Pescheux, “en ella introduzco como mínimo un nuevo elemento cada vez que tengo que crear una nueva fragancia. Así voy construyendo constantemente mi propia gama olfativa”.
Parece lógico pensar que los olores se extraen de las flores o de los frutos. Y así es, pero no solo. Según Pescheux, también es posible extraer olores de las raíces (lirio o vetiver), de la corteza (canela), de especias (pimienta, nuez moscada o cardamomo), de las hojas (violeta), de la madera (cedro o sándalo) o del musgo de árboles y rocas. Sin embargo, extraer olores de animales está actualmente prohibido. “Todos los ingredientes se organizan en familias olfativas y, entre estas, las más habituales son la aromática, herbal, floral, madera, frutal y especias”.
Con tanta oferta, ¿hay algún elemento fundamental que no debe faltar en la elaboración de un aroma? Pues no. Ningún elemento es absolutamente esencial en la elaboración de una fragancia, pero la construcción de ellas suele seguir una misma estructura: nota de cabeza, nota de corazón y nota de fondo. Sí hay que tener en cuenta, sin embargo, la evaporación de los ingredientes, y esta es la fase en la que la química relega a un segundo plano al arte. “Un perfume es como una melodía, que es la protagonista dentro de una historia durante un periodo de tiempo, a partir del cual deja de serlo”, apunta el perfumista.
A partir de ahí, diseñar un aroma es una cuestión de creatividad: lo mismo que el pintor se enfrenta a un lienzo en blanco o el escritor al negro sobre blanco. Sin embargo, no se necesita un talento específico para ser perfumista. Al menos eso es lo que dice Olivier Pescheux. “Es más una cuestión de pasión y trabajo duro. La nariz es solo una herramienta para medir y no tanto para crear. Permite evaluar las notas de un olor. La creatividad es la habilidad para imaginar una historia nueva y encapsularla en una fragancia. Esto es posible después de haber pasado una cantidad significante de tiempo aprendiendo sobre las materias primas y las combinaciones olfativas”.
Entre un químico y un artista, Pescheux se considera más lo segundo. “Incluso más un artesano que un artista, ya que debemos cumplir con las expectativas de un cliente y sumergirnos en el universo de una marca”. Por eso, como en tantas otras profesiones vinculadas a la creatividad y la innovación, un proyecto, en el que la libertad a la hora de crear es amplia, resulta más complicado que otro que llega acotado o limitado.
¿Cuánto se tarda en escribir un libro? ¿Y en pintar un cuadro? Depende, claro. ¿Y cuánto se tarda en crear una fragancia? Pescheux ha tardado 10 meses en desarrollar su último encargo para Diptique, aunque la media está entre ocho meses y dos años. “Lo más duro es tomar la decisión de parar a la hora de desarrollar un olor, y ahí la intuición es fundamental. Uno tiene que ser capaz de confiar en sus intuiciones para tomar esta decisión”.
Pero siempre hay aromas de moda o tendencias en lo relativo al mundo de los olores. Son el mainstream de los perfumes: “afrutado y floral para ellas y amaderado para ellos”.
¿A qué huele…?
Femenino
Rosa
Masculino
Madera de cedro
Joven
Casis
Adulto
Pachuli
Sosiego
Benjuí
Vitalidad
Limón
Buen humor
Vainilla
Mal humor
Algalia
Alegría
Azahar
Tristeza
Jara
Urbano
Esencia de code
Rural
Menta