Los imperios han caído, las colonias ya no existen, los bloques se desdibujaron y vivimos en un mundo global cada vez con menos fronteras. O no. La cuestión es que un buen puñado de países mantienen territorios integrados en su nación a pesar de que están aislados, en ocasiones separados por miles de kilómetros. Algunos son territorios en disputa, otros vestigios de guerras pasadas, este es un mapa del mundo -podríamos llamarlo- deslocalizado.
Poner «Islas Canarias» y «Gibraltar«, o «Ceuta y Melilla» en una misma frase hace que muchos tuerzan el gesto y empiecen a decir que si históricamente no tienen nada que ver, que unas son colonias, que otras no, que si una es un enclave, que si la otra siempre ha sido española… Pero como a los lectores de Yorokobu estos temas les dan inmensa pereza, este texto no va por ahí. Obviando las cuestiones soberanistas hay un hecho indiscutible que esos sitios tienen en común: están físicamente fuera del núcleo del país al que actualmente pertenecen.
España conserva un puñado de islotes frente a las costas marroquíes a escasas decenas de kilómetros de nuestra costa, igual que sucede con las Islas Baleares, que durante tiempo fueron parcialmente propiedad de Reino Unido. Mucho más lejos del núcleo patrio están las Canarias, a unos dos mil kilómetros de Madrid, más o menos la misma distancia que hay de Londres a Gibraltar.
La soberanía española fuera de la península termina ahí, no así la británica. De hecho el Caribe está salpicado por su bandera: Anguila, Montserrat, Turcas y Caicos, las Islas Vírgenes y las Islas Caimán en el Caribe son británicas, así como diversos dominios frente a las costas atlánticas de Sudamérica que recorren el Atlántico casi desde el Ecuador al Polo Sur: Santa Elena -la de Napoleón-, Ascensión, Tristán de Acuña, las controvertidas Malvinas y las islas Sandwich. También tienen un trozo de la Antártida y unos setenta islotes paradisíacos en el Índico, al sur de la India, además de Pitcairn en Oceanía.
No se lo montan nada mal los británicos, entre islas de clima privilegiado y paraísos fiscales -como la Isla de Man, independiente pero dependiente-. Tampoco les faltan enclaves estratégicos, como las Islas Bermudas frente a la costa Atlántica de EEUU. Otra cosa es que la gestión durante las elecciones, o del día a día con zonas horarias tan diferentes y distancias tan enormes sean fáciles.
Mucho más humildes son en EEUU, donde sus dominios alejados se limitan a una Alaska que dista de la frontera norte de EEUU ‘continental’ (por así llamarlo) unos 2.000 kilómetros, Hawaii, unos tres mil kilómetros al oeste en mitad del Pacífico, donde al otro extremo está la Samoa Estadounidense, y también Puerto Rico, otros dos mil kilómetros del continente.
Francia es otro de esos países ‘deslocalizados’, con dos islas en el Caribe –Guadalupe y Martinica-, un territorio continental en Latinoamérica -la Guayana Francesa- y dos islas en el Índico, al este de Madagascar –Reunión y Mayotte-. Eso en cuanto al territorio soberano, además de la Polinesia Francesa en Oceanía, y de la influencia directa que tienen sobre otros territorios independientes, como puede ser la Isla Mauricio.
Económicamente todo esto puede ser rentable, más allá de los recursos económicos, por las posibilidades de expansión internacional de las empresas patrias… por no hablar del fútbol, que genera grandes talentos en algunos de estos territorios que acaban defendiendo los colores patrios, como le pasa a la selección gala.
El esquema del dominio se completa en Europa con Dinamarca controlando las Islas Feroe y Groenlandia, a miles de kilómetros, o con Holanda conservando Aruba y las Antillas en el Caribe. Estos territorios, como otros pertenecientes a países europeos citados antes, están bajo dominio europeo pero no son parte de la UE, mientras que otros de este listado sí.
Países como Chile, con la Isla de Pascua a más de 3.000 kilómetros de su costa, Nueva Zelanda o Australia, tienen también su soberanía desgajada en pequeñas islas. Junto a ellos, países como China, Japón, Corea del Sur, Filipinas o incluso Camboya y Vietnam se disputan el control de algunas islas en el sudeste asiático, básicamente por los bancos pesqueros y posibles recursos naturales que pueda haber en sus costas.
Algunos de estos terrenos ‘deslocalizados’ están en disputa, como otros no citados como Guam (de EEUU), Nueva Caledonia (de Francia) o Tokelau (de Nueva Zelanda). Y, con ellos, otros muchos que quieren cambiar de estatus.
La lista, por rizar el rizo, se podría alargar con la soberanía que los países tienen más allá de sus fronteras en los terrenos donde se extienden sus bases militares o sus embajadas. Menos fronteras no, pero un rato complicadas sí.