Jacques-Henri Lartigue, el cazador de instantes felices

Jacques-Henri Lartigue

Una de las búsquedas eternas del ser humano es la de la felicidad. La persigue casi obsesivamente, es la aspiración de su vida, aunque existan tantos significados para ese estado anímico como personas en el mundo.

Jacques-Henri Lartigue (1894-1986) pasó buena parte de su vida tratando de capturar esa felicidad con el objetivo de su cámara. Sus instantáneas recogen esos momentos íntimos en familia en los que todo es relajado e invita a la tranquilidad y al optimismo. Capturar el instante, ese era su objetivo.

Jacques-Henri Lartigue
“Jacques Henri Lartigue y Germaine Boivin vestidos como hermanas gemelas para un baile en el Hotel Savoy”, Chamonix, 1919. Jacques Henri Lartigue © Ministère de la Culture, France / MPP-AAJHL.

«Para Lartigue, la felicidad se escondía en las cosas sencillas: pasar tiempo con amigos, el sol, la naturaleza, viajar, etc.», explica Anne Morin, fundadora de diChroma photography y una de las comisarias de la exposición Lartigue, el cazador de instantes felices. Fotografías a color, que se expone hasta el próximo 23 de abril en la Fundación Canal de Madrid. «Pero, sobre todo, estaba obsesionado con el tiempo: el tiempo que hace (que anotaba regularmente en su diario), el tiempo que pasa, y el tiempo “que lo estropea todo”, como escribió. La felicidad para él era escapar de este último y poder vivir el momento feliz en su totalidad».

Jacques-Henri Lartigue
“Florette Lartigue”, Vence, 1954. Jacques Henri Lartigue © Ministère de la Culture, France / MPP-AAJHL.
Jacques-Henri Lartigue
“Holanda”, 1955. Jacques Henri Lartigue © Ministère de la Culture, France / MPP-AAJHL.
Jacques-Henri Lartigue
“Secado del maíz”, Piozzo,1956. Jacques Henri Lartigue © Ministère de la Culture, France / MPP-AAJHL.

Nacido en Couverboie (Francia) en el seno de una familia acomodada, su padre le regaló su primera cámara fotográfica a los siete años. Desde entonces, jamás dejó de tratar de atrapar lo que le rodeaba con su objetivo y de experimentar con la técnica. El joven Lartigue fotografiaba casi obsesivamente cuanto veía y vivía junto a sus seres queridos. Después colocaba todas sus fotos en un álbum y las acompañaba de anotaciones y dibujos que le permitieran recordar aquellos momentos.

Su carrera artística se inclinó por la pintura, y no fue hasta 1963 cuando empezó a reconocérsele como el precursor de la modernidad fotográfica gracias a su primera exposición que acogió el MoMa de Nueva York. John Sarkowski, el comisario de aquella muestra fotográfica, le definió como un «auténtico primitivo» que inventó la estética de lo instantáneo y dio lugar al género de la fotografía callejera.

Jacques-Henri Lartigue
“Florette Lartigue posando para un anuncio”, Piozzo, 1960. Jacques Henri Lartigue © Ministère de la Culture, France / MPP-AAJHL.
Jacques-Henri Lartigue
“Carrera ciclista”, Beausoleil, 1957. Jacques Henri Lartigue © Ministère de la Culture, France / MPP-AAJHL.

El espaldarazo definitivo llegó con el monográfico de 12 páginas que le dedicó en ese mismo año la revista Life. Las fotos en blanco y negro de Lartigue dieron la vuelta al mundo, convirtiéndose casi de la noche a la mañana en uno de los grandes nombres de la fotografía del siglo XX.

«Lartigue ha sido aclamado por sus primeras fotografías en blanco y negro porque utilizaba la cámara como un ojo mecánico», explica Morin. «La cámara captaba todo lo que el ojo no podía ver. Tenía una relación noble con la fotografía y en particular con el color. A pesar de que la fotografía a color estaba desprestigiada y mal considerada por los puristas, él ha sabido ver antes que nadie las virtudes del color como lenguaje independiente. Esto se comprobará durante la primera exposición en el MoMa».

Jacques-Henri Lartigue
“París”, 1960. Jacques Henri Lartigue © Ministère de la Culture, France / MPP-AAJHL.
Jacques-Henri Lartigue
“Silvana Empain”, 1961. Jacques Henri Lartigue © Ministère de la Culture, France / MPP-AAJHL.

La muestra que le dedica la Fundación Canal recoge esa fotografía en color tan especial del maestro francés. Su primer contacto con esta técnica, sin embargo, supuso una decepción para él. «(El color) me gustaba y disgustaba al mismo tiempo», comentó una vez. «El color no perdura, cambia con el tiempo. Saqué algunas fotos que me llevaron bastante tiempo, algunas muy bonitas en la niebla, pero solo 15 días después habían perdido ya su encanto, su sutileza, y eso era descorazonador».

Sin embargo, no renunció a seguir utilizándolo en su fotografía familiar. «Probablemente, su relación con el color proviene de la pintura, y la pintura lo acompañó a lo largo de toda su vida. Tanto la pintura como la fotografía y el color son medios constantes en su obra, un mismo lenguaje», declara la comisaria de la exposición.

Jacques-Henri Lartigue
“Los Ángeles”, 1962. Jacques Henri Lartigue © Ministère de la Culture, France / MPP-AAJHL.

Lartigue, el cazador de instantes felices está dedicada a esa faceta de la fotografía en color del maestro francés, una práctica que, como aclara Anne Morin, no ha sido puntual, sino que ha durado en el tiempo a lo largo de toda su carrera. Sin embargo, es aún un territorio inexplorado de su archivo.

Jacques-Henri Lartigue
Florette Lartigue de picnic”, 1965. Jacques Henri Lartigue © Ministère de la Culture, France / MPP-AAJHL.
Jacques-Henri Lartigue
“Jean Creff haciendo parasailing”, 1964. Jacques Henri Lartigue © Ministère de la Culture, France / MPP-AAJHL.

«La estructura de la exposición se divide en tres capítulos, tres tiempos que muestran al público cómo Lartigue consigue reinventarse con las herramientas que la modernidad le ofrece», explica la comisaria. «La fotografía en blanco y negro capta lo invisible, pero para Lartigue la vida y el color son indisociables. La fotografía a color es el mejor método para restituir la vida ideal que ha perseguido a lo largo de los años».

No te pierdas...