El jazz, si uno se descuida, emite escenas en blanco y negro. Ocurre por un error de formato. Esa música, en sus inicios, quedó retratada en el código binario de la fotografía y el cine de entonces (negro y blanco). Así se ha perpetuado hasta hoy pero nunca fue así. Al contrario. Era luminoso, brillante, fulgente.
Olivier Bonhomme cuenta que un día se paró a mirar el jazz desde una esquina diferente. Buscaba un ángulo desde el que nadie se suele asomar y encontró que «los músicos no son en blanco y negro». Por eso los pintó así. Porque «son genios místicos en miles de colores, y su música hace que sintamos el mundo en toda su intensidad».
El ilustrador creó esta serie, llamada Jazz Punk, para devolver a aquellos músicos un aspecto vívido. «Huía de la estética pálida y sombría», explica. «Estos personajes, que pueden ser de una secta mística de blues o cualquier otra cosa, viven en una mezcla cromática psicodélica».