Letreros setenteros, suelos antiguos y caras serias. Adentrarse en la mayor parte de las autoescuelas de este país supone un viaje en el tiempo a un lugar donde es mejor no volver. Este sector, con contadas excepciones, carece de cualquier afán por diferenciarse. El naming suele hacer referencia a un apellido familiar o el de la zona donde se encuentran. La atención al detalle se considera algo superfluo.
Esa misma reflexión es la que se hizo Luis Delgado mientras mantenía una conversación con un amigo que trabaja en la industria. “Me sorprendía el nulo interés estético de estos negocios. Hoy en día hasta las panaderías se están esforzando para cuidar su imagen”, cuenta este empresario, cofundador del Hotel Abalú.
En el transcurso de esta charla, Delgado se dio cuenta que tenía una gran oportunidad entre sus manos para crear una propuesta distinta. El resultado ya se puede encontrar en la madrileña calle San Bernardo, 34.
¿Su nombre? Autoescuela Fitipaldi. “Es un guiño a la expresión de toda la vida, conduces como Fitipaldi”. El legado de este legendario conductor de Formula 1 ha servido además para diseñar la imagen corporativa. “Nos inspiramos en carátulas de la época”, explica Delgado.
El interior del local es minimalista y el logo es lo único que rompe con el blanco. «Hemos optado por una decoración industrial con madera y hierro. Al fondo hay una especie de cubo con pantallas táctiles para hacer tests. Y lo mejor es que no hace falta una gran inversión para hacerlo así. Simplemente se trata de aprovechar mejor el espacio».
Los coches utilizados para impartir clases son del mismo modelo, BMW serie 1, con el logo de la autoescuela a un lado.
Delgado espera que la Autoescuela Fitipaldi sirva para crear un concepto global con las vistas puestas en abrir más autoescuelas. Pero eso es el futuro. Su objetivo a corto plazo es menos ambicioso, “solo quiero que asistir a una autoescuela sea algo apetecible”.
La anti-autoescuela Fitipaldi
