Larga vida al típico personajazo del barrio

26 de agosto de 2014
26 de agosto de 2014
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Pepe Martínez Galván, un joven licenciado en economía de Tampico (Tamaulipas, norte de México), empezó su proyecto social tras ver un titular de periódico: «El 90% de la inversión privada se ha ido de la ciudad», cuenta que decía el rótulo que le quitó la tranquilidad y le dio una idea. La violencia derivada del narcotráfico y las extorsiones mafiosas que asola su estado quitó la vida a 141 personas tan solo en el primer trimestre de este año (según los datos gubernamentales) y han situado la zona entre las 10 más violentas de México. «Los empresarios, los comerciantes, los trabajadores…, tristemente, se van porque tienen miedo», cuenta Martínez, «y muchos otros, sobre todo los que trabajan en la calle, han decidido correr el riesgo de quedarse».
El tampiqueño no pudo pasar por alto aquel porcentaje que vio en los papeles. «No podemos dejar que el valor de estas personas no sea reconocido como se merece. Hagamos un homenaje a esa gente amenazada de Tampico», pensó, «a esos trabajadores anónimos que siguen saliendo a la calle aunque sepan que se juegan la vida, que les puede tocar una balacera en cualquier esquina, que les amenazan. Porque la identidad no solo son las calles y las costumbres. La identidad de una ciudad es su gente».
Su primera idea, en 2012, fue proponer a la parroquia de Facebook hacer un homenaje a un personaje que todo el mundo en Tampico y Madero –la ciudad contigua- conocía «de toda la vida». «El Hombre del Petróleo», como él y casi todos sus vecinos le apodan, había pasado su existencia paseando un carrito de Madero a Tampico y de Tampico a Madero, sin miedo a balas perdidas ni maleantes, cargando un barril de petróleo en un carrito para hacer su modesta competencia a las grandes petroleras y sus estáticas y frías estaciones de servicio. «Propuse en Facebook la idea, se llamaría Homenajes Ciudadanos, y dos personas me siguieron», dice Martínez, «lo cual ya era un 200% más de lo que me esperaba». Por suerte le siguió fallando el instinto.
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En muy poco tiempo, después de conseguir dar con el sujeto, explicarle lo que querían hacer con él, y diseñar un cartel de la idea, empezaron a surgir seguidores tan entusiasmados con financiar y participar en el proyecto como el propio homenajeado por recibirlo. «¿Un homenaje?, ¿a mí?, ¿por qué a mí?», recuerda Martínez que le decía el Hombre del Petróleo cuando le explicaba lo que querían.
Al final cerca de 120 personas acudieron hasta un gran muro en la ciudad para instalar un póster tamaño fachada de su vecino -allí presente con su casco, su barril de petróleo y su carrito- que otra habitante de la ciudad quiso costear altruistamente cuando supo del proyecto.  Una obra artística comunitaria ponía la aureola a la simbólica oda obrera de los conciudadanos.
«Estábamos tanta gente que de pronto vinieron los militares, y nosotros poniendo andamios», relata Martínez lo que creyó un fin de fiesta. «¿Eso que están haciendo es para El Pantera?», preguntaron los verdes por el Hombre del Petróleo, que al parecer en cuartel apodaban en nomenclatura felina. «Sí, señor», respondió Martínez. «Síganle, pues», embragaron primera los soldados.
«Le queremos todos. Es el único vendedor de petróleo ambulante que hemos conocido en la vida. Es alguien que de repente estaba uniendo a la gente. Te juro que los camiones que pasaban y nos veían colgando su imagen en gigante pitaban. Él estaba emocionado».
El movimiento Homenajes Ciudadanos tenía caldo social de cultivo. Tras el carretero llegaron intervenciones en tamaños cada vez más enormes y con aportaciones más generosas. Veracruz es un policía de tránsito en Tampico cuya capacidad gesticular y modales le hizo célebre en las calles, y ahora también en una intervención urbana de carácter vecino-artístico. Doña Manuela, que fue el primer homenaje que se realizó fuera, en Querétaro, honraba la dedicación de una conchera (partícipe de un tipo de baile azteca) «que llegó a ser la primera mujer Capitán General de una sociedad que tradicionalmente es machista». Tras esos trabajos le invitaron incluso desde el castigado distrito de Iztapalapa, en Ciudad de México, donde creyeron necesario hacer lo propio con Lupita, una mujer en silla de ruedas que no le importa esperar hasta dos horas para poder subir a los atestados transportes públicos para acudir a aprender oficios como el de carpintería a la escuela social del Faro de Oriente.
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«Esto no es un crew, es un movimiento ciudadano para establecer diálogos desde la ciudadanía», pone los puntos sobre las íes a los informadores. «No es como poner una placa a un famoso. Aquí, cuando las personas a las que homenajeamos reciben el reconocimiento que le hacemos entre todos, a la gente le llegan las palabras que dicen porque ellos no están acostumbrados a algo así. No tienen una disciplina de discurso, lo que dicen les sale natural. Y simplemente les estamos dando el reconocimiento que nunca les habían dado a pesar de haber estado trabajando y arriesgándose toda su vida».
El éxito de esa idea que había surgido de un titular de periódico animó a Martínez a solicitar la beca del FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) y parece que a la institución le ha parecido buena idea. «Con esa subvención vamos a hacer cinco nuevos personajes», revela ya emocionado por sus futuros monumentos a gente sin apellidos. «El Juglar; Don Nachito, que es alimentador de cocodrilos; el Mago Brown; un vendedor de tecno-elotes más conocido como el Gato, que tiene los elotes más baratos que nadie y que dos veces al años regala 200 a la gente; y también el Maestro Mauro, un exolímpico en silla de ruedas», va numerando las esculturas gráficas. «Al Maestro se le retratará como fue en sus tiempos de atleta, queremos que todos recuerden quién fue».
Los homenajeados no los elige él. Simplemente selecciona los que más ha propuesto la gente. Antes de nada, por ya experimentadas desavenencias entre el público, avisa que los laureles no son ni «políticos, ni religiosos ni institucionales», por lo que los colores quedan fuera de juego a la hora de elegir héroe.
Ahora Martínez ha decidido embarcarse en un proyecto paralelo que se llame Homenaje a los Sueños. Le surgió cuando un vecino le habló de hacer «talleres con morros (niños) que muchas veces andan por la calle nada más que rompiéndolo todo. Y hacen eso porque se les ha prohibido soñar a muchos de ellos», opina el emprendedor social. En su primera experiencia, en la que trabajó con un grupo de cuatro menores de una de las zonas más duras de Tampico (Arenal Cañada) haciendo juegos, pintando, plasmando un mural de otro niño como ellos y practicando con las computadoras, descubrió, entre otras cosas, «que aunque la gente por ahí afirme que los niños de los barrios más culeros del norte todos quieren ser sicarios, yo, trabajando con ellos, lo que descubrí es que eso es mentira. Uno me dijo que quería ser soldador, otro futbolista y dos de ellos médicos. Lo que hay que preguntarse es qué oportunidades les estamos dando para llegar a eso».
Martínez, desde las trincheras del pacifismo, considera estos proyectos verdaderos movimientos de resistencia. «Es la resistencia que hace falta. Una resistencia en la que no haya muertos y se consigan cosas, que no confronte a nadie, que ponga a la gente en la calle a  unos con otros». Este luchador de la reconciliación ciudadana asegura que «los muros de Tampico van a empezar a contar historias».
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Patrick Thomas

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