El artista francés Oscar Lhermitte llevaba cinco años viviendo en Londres cuando se dio cuenta de que la única constelación que había sido capaz de ver en todo ese tiempo era la Osa Mayor. Nuestros ojos son capaces de avistar casi todas las estrellas en días despejados, pero el mismo entorno urbano que nos conecta a un mundo tecnológico nos aleja a la vez de nuestra propia naturaleza. Entonces decidió recrear parte de esas constelaciones e inventar algunas nuevas para, en torno a ellas, construir una nueva mitología de la ciudad en la que se encuentren.
“Urban Stargazing“ es el proyecto con el que pretende acercar a los ciudadanos a la verdad de su entorno. Con un entramado de hilos de nylon, fibras ópticas y luces LED cargadas con una batería solar y amarradas a árboles u otras estructuras, Lhermitte crea cuerpos celestes artificiales, de apariencia similar a los que brillan a millones de años luz de distancia. Su intención, explica, es la de “lograr una ilusión lo más real posible“, hasta el punto de que mucha gente que las observe sin reparar en que no son auténticas.
Porque, más allá del reconocimiento artístico, su objetivo a la hora de crear estas instalaciones camufladas es una alerta medioambiental, la de “concienciar a la gente que vive en grandes ciudades acerca del fenómeno de la contaminación lumínica y, de paso, democratizar la ciencia, atraer de nuevo el interés por ella“.
Toda constelación es un invento humano que cuenta una relato de la cultura que la ideó. En el caso de las nuevas constelaciones londinenses hacen referencia a su mitología contemporánea, como en su día hizo la cultura griega y la china. Por ejemplo, The Mosquito es un grupo de estrellas que hablan de una nueva especie de insecto que ha mutado de manera insólita en la ciudad. En apenas cien años, desde su llegada al metro de Londres, viven bajo tierra y se alimentan de la sangre de roedores en vez de pájaros. La constelación The V2 recuerda los misiles alemanes que destruyeron la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial.
El artista francés, dispuesto a llevar estrellas allá donde se le solicite, lamenta la que considera una de las grandes paradojas del siglo XXI. “Por un lado nunca hemos estado más evolucionados en asuntos tecnológicos como ahora y cada poco tiempo hay nuevos descubrimientos -explica-. Pero por otro lado, la gente está cada vez menos interesada en el funcionamiento de las cosas, en la tecnología, la ciencia y por tanto en la naturaleza“.
En este mapa de Londres están localizadas algunas de las instalaciones que lleva creando desde 2011.