El equipo de Juego de Tronos está en Sevilla y la gente, con razón, lo está flipando. En la caprichosa conjunción que constituye el universo que habitamos, se han dado las circunstancias adecuadas para que, primero, se estén creando series a cascoporro cuya calidad sea la mejor vista en décadas; segundo, que vivamos ese gran momento con devoción e intensidad. Es decir, que no solo no nos importe un pepino, sino que el fenómeno se convierta en una aglomerante social y cultural que nos hace más felices.
Deberíamos disparar una salva de fuegos artificiales cada mañana para, así, celebrar que tenemos House of Cards, Breaking, Bad, The Leftovers o Los Soprano. De hecho, debería ser Javier Meléndez quien lo hiciera. La situación, en cualquier caso, no siempre ha sido así. Mucho menos en España, claro, donde durante mucho tiempo, la ficción televisiva apostaba rotundamente por glosar las vicisitudes de diferentes oficios y profesiones. Había series de periodistas, de ñapas, de policías, de curas, de farmacéuticos, de médicos, de maestros, de pescaderos o de canguros.
Había mucho más. Este es un retrato de la parrilla televisiva de los 90, de esos años en los que las descargas tiraban de Napster y eMule y en los que las series no eran, ni de lejos, un producto de consumo masivo a través de la red.
Menudo es mi padre
Si a España se le puede poner un rostro, ese es el de El Fary. Es decir, España es fea, pero cae bien y huele a rumbita. Como artista total que era, El Fary fue protagonista de una de las series más profundas de la década de los 90.
En Menudo es mi padre, El Fary era taxista, es decir, un tipo curtido en la calle, un obrero de la era pre-Uber que luchaba cada día por salir adelante. El Fary tenía en la serie sus alegrías, como una relación con una nórdica que dio como fruto una hija ilegítima. También sus momentos difíciles como la muerte de su amada esposa. Sin embargo, El Fary siempre sale adelante. Salvo cuando murió, claro.
La Wikipedia paunta un dato curioso: «El Fary amenazó con dejar la serie si no le subían el sueldo. El resultado fue que su personaje se debatió entre la vida y la muerte en la serie, como un aviso de que la serie podía seguir sin él». Cuánta maldad había en el universo televisivo hispano.
Lleno, por favor
Fue uno de los grandes bombazos en audiencia de la ficción noventera. La serie narraba la cotidianeidad de una gasolinera de Meco regentada por un facha de los de toda la vida, de los de «Dios, Franco y don Santiago Bernabeu» al que ponía cara un Alfredo Landa que debió quedarse sin cuerdas vocales tras ese rodaje. Lo demás, lo de siempre: el alocado y chisposo macarra capaz de llamar sin mala intención Blancanieves a un cliente de raza negra, el serio y noble empleado que pretende a la hija del dueño y una importante serie de chistes cañís de brocha bastante gorda. Una delicia.
La casa de los líos
Hubo un tiempo en el que alguien decía Arturo Fernández y la imagen que dibujaba nuestra mente no tenía nada que ver con la del modélico emprendedor español que representa a parte del empresariado nacional y, con un poco de suerte en el futuro, a parte de la población penitenciaria de este país. El Arturo Fernández primigenio es el polifacético actor capaz de interpretar con la misma efectividad a un galán asturiano, a un galán madrileño, a un galán de derechas y a un galán machista y socarrón. Amplio espectro actoral, sin duda.
La casa de los líos constituye la cumbre interpretativa de Fernández en esa década. En la serie, el actor de imperecedera elegancia encarna a un maduro bon vivant, elegante y educado. Sin duda, un papel para el que el gijonés tuvo que prepararse con dureza debido a lo lejano que le debe resultar el registro.
El Arturo -que así se llama también el personaje- de la serie es un emprendedor que trata de montar una asesoría en la que la picaresca es la mayor seña de identidad, y todo ello viviendo en casa de su hermana.
Florinda Chico, Lola Herrera, Emma Ozores, Juncal Rivero, Miriam Díaz Aroca o Mabel Lozano rellenaban un elenco preciosista que daba vida a elaboradísimos guiones de, entre otras, Ángeles González Sinde.
Al salir de clase
La serie de Telecinco constituyó, en su momento, un hito postadolescente. Al salir de clase estuvo en antena cinco temporadas que parecieron cincuenta.
Existe un factor en la cultura matemática inglesa, el Número de Bacon, que se define como el número de actores o actrices que separan a cualquier otro del mismísimo Kevin Bacon. Por ejemplo, el español Fernando Tejero tiene un Número de Bacon igual a 3. ¿Por qué? Porque Tejero actuó en Sobreviviré (1999) con Fernando Guillén. Este, a su vez, lo hizo en La noche oscura (1989) con Julie Delpy y la francesa, finalmente, lo hizo con Kevin Bacon en El aire que respiro, película del año 2007.
En España ocurre algo parecido. Hemos decidido inventar el ‘Número Al salir de clase’. Y siempre será igual a uno. Cualquier actor español ha trabajado alguna vez con alguno de los actores del reparto de Al salir de clase. Esto, claro, no tiene ningún mérito teniendo en cuenta que cualquier actor que ahora mismo tenga entre 30 y 40 años pasó por la serie.
Hugo Silva, Félix Gómez, Pilar López de Ayala, Mariano Alameda, Fran Perea, Víctor Clavijo, Sandra Blázquez, Rubén Ochandiano, Carlos Castel, Alejo Sauras, Lucía Jiménez, Elsa Pataky, Javier Pereira, Iván Hermes, Miguel Ángel Muñoz, Leticia Dolera, Carmen Morales, Diana Palazón, Fernando Andina, Paula Echevarría, Rodolfo Sancho, Marián Aguilera, Cristina Castaño, Sergio Peris Mencheta, Laura Manzanedo o Dani Martín, la estrella del punk, son algunos de los nombres que llenaron de ilusión las sobremesas de los jóvenes.
Con la serie de Telecinco aprendimos los valores de la amistad, los del amor, a reír, a salir de marcha, a pasar droga, a romper rodillas con bate de béisbol… En definitiva, a vivir sorteando los inevitables requiebros que la adolescencia guarda a cualquier persona. Además, con el sueldo que le aportó la serie, Elsa Pataky se operó la nariz y eso es algo que todos debemos agradecer.
La serie, bendito sea el señor, se puede repasar en la web de Telecinco.
Hostal Royal Manzanares
Seguimos con el recorrido histórico de España. ¿Y qué es España si no son hostales, Ana Obregón y Lina Morgan? Quiso el destino que, para fortuna de todos, fueran estas dos grandes animales de la escena las que retrataran, en la más pura tradición sainetera, el mundo del alojamiento con encanto de bajo coste. Colchas estampadas, baños compartidos y mesas camilla para dibujar una España que es la de todos.
Ana Obregón, que ayer mismo ofrecía su opinión como bióloga acerca de la gestión de la crisis del Ébola, encarnaba a la encantadora prostituta Sonsy. Lina Morgan hacía de Lina Morgan y, quizás por eso, la serie llegó a alcanzar un 50% de cuota de pantalla.
Hermanos de leche
En algún momento de los años 90, esta conversación se produjo en un despacho de una gran productora de contenidos audiovisuales: José Frade Producciones.
– Necesitamos una serie con gancho, divertida, moderna… Ya sabéis, necesitamos hacer un producto creíble que lo pete…
– Lo tengo. Dos bebés comparten nodriza que les amamanta. Pasan los años y se divorcian ambos a la vez. Llevan muchos años sin verse, pero se reencuentran y deciden compartir piso.
– Manolo, eres un genio. ¡Llamad a Coronado y Echanove!
Hermanos de leche es la serie de cuñaos por excelencia, una historia que describe a dos tipos que encuentran su estado ideal separados de sus mujeres, compartiendo piso, tratando de seducir a señoritas para convencerse de que aún son jóvenes y tirándose pedos mientras ven el fútbol en el sofá.
La cosa mejoró mucho en la última temporada. Echanove se largó a hacer cine y fue sustituido por El Gran Wyoming. ¿Cómo se justificó esto en el guion? El Gordi, el personaje de Echanove, tuvo un accidente de tráfico y, tras una operación de cirugía estética, su rostro y cuerpo quedaron como el del showman madrileño. Sencillamente, genial.
Cada acontecimiento que ocurre en el presente tiene su explicación en base a antecedentes históricos, hechos que han generado un escenario idóneo para que algo ocurra. Como somos unos románticos, nos gusta pensar que Modern Family existe porque antes existió Ala… Dina o que Pepa y Pepe fue la directa inspiración de Cómo conocí a vuestra madre. No nos quitéis la ilusión por soñar.