Hay un lugar imaginario en el que los comercios lucen carteles con nombres como corazonería, excusería, putas e hijos o mariconería. Las palabras que decoran sus fachadas están pintadas y elaboradas a mano como las tiendas de antaño.
Hace unos meses, estos establecimientos dejaron de habitar el terreno de la ficción y se hicieron realidad. Cartel Cartelería es un proyecto de la ilustradora Tuchi Yayayay y el director de arte Guillermo Frank, que consiste en diseñar señales de negocios inventados para que cualquiera que lo desee los traslade a su pared.
“Siempre nos han gustado mucho las señales hechas a mano. Las admiramos por las ciudades. En lugar de esperar un encargo, decidimos hacer nuestros propios letreros”, explica Frank.
La inspiración para cada una de ellas parte de 40 relatos cortos enviados con celeridad a los buzones de entrada de Yayayay y Frank. Su razón de ser parte de pequeños relatos de ficción que explican la elección del nombre.
Modales surge de un escrito por Eduardo Vea (colaborador habitual de Yorokobu) que cuenta la historia de Don Francisco Gutiérrez Herschsfield. Un hombre que, a pesar de ser huérfano, llegó a formar parte de la alta alcurnia jerezana a principios de los 70 y que despacha modales en su tienda:
“Don Francisco, hombre culto donde los hubo, regalaba modales en un local de la calle Garrochistas de Bailén. -Las buenas formas no se enseñan ni se estudian, las buenas maneras se regalan y se reciben como un DON -comentaba siempre Don Francisco”, reza la historia.
Excuserías, en cambio, tiene un origen más casual que surge de la tardanza en mandar el relato de Peio Azkoaga. Su email pide perdón por no haber podido enviarlo a tiempo, un explicación que se convierte en el pretexto para crear esta señal.
Y así 8 carteles en total conforman la primera edición de Cartel Cartelería, que no está dispuesto a dejar que lo racional se interponga con su deseo de llenar las paredes de sus señales imaginarias.