El nuevo proyecto del artista Santiago Morilla no se puede delinear en un lienzo, ni esbozar en un papel, ni tan siquiera grafitearse en un muro de grandes dimensiones.
«Me da igual que sea un palo en la arena, tubos de plástico flotando en el agua y dispuestos como piernas a la deriva, ovejas dibujando FIN en un campo, o un rotulador sobre una hoja blanca», se explica. «Haga lo que haga y donde lo haga, para mí el dibujo es el cauce específico del discurso creativo, es auténticamente político, y su búsqueda, su hallazgo y sus posiciones sucesivas constituyen las operaciones genuinas del proceso artístico, que se delimitan en la línea del dibujo, y se producen en él». En base a eso, Morilla le ha sacado el dibujo a las pisadas de los caballos mallorquines.
El Trot (trote) es una práctica hípica centenaria en el Mediterráneo con gran peso cultural en Manacor (Mallorca). Caballos Trotones que en un doble movimiento estiran y contraen sus patas formando un compás rítmico a paso ligero. Cuando en 2013 Morilla ganó el Premi Ciutat de Manacor d’Arts Plàstiques y fue invitado a realizar este año una exposición en el Museo d’Història, él y Fernando Gómez de la Cuesta, el comisario de la muestra, pensaron que no era el momento de hacer una expo de «fondo de armario». Centrarla en este concepto tradicional mallorquín, el trot enganchado, era una oportunidad artística en la que nadie había profundizado: la de «articular una investigación en torno a las mediaciones de la visión y las ortopedias del trazo y el movimiento».
En otras palabras, Morilla y de la Cuesta tenían intenciones de enfocar esta práctica hípica clásica desde un punto de vista que nadie había propuesto antes. En boca del curador, «hacer visible lo invisible». A la muestra la han llamado Ortografía Equina.
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«Es un proyecto poliédrico lleno de facetas y de aristas», empieza contando Morilla, «un proceso creativo de inmersión vital y contextual desarrollado a través de las mediaciones ortopédicas para el movimiento y para la visión».
Lo dividieron en tres fases: la primera fue una intervención directa sobre el hipódromo de Manacor donde el artista realizó el dibujo de una cara gigante sobre la pista con tierra batida y marmolina. Sobre esas formas trotaron los caballos borrando el dibujo, «mientras, las ruedas y las pisadas proponen uno nuevo, indirecto, azaroso e impredecible, que se construye destruyendo el motivo precedente y que queda grabado en vídeo desde un enfoque cenital, desde el punto de vista donde se realiza la “vigilancia” de la práctica ortográfica sobre este singular campo de juego», concretan.
La intención de esta visión aérea, según el creador, era «hablar de las herramientas que necesitamos para ver las cosas, comprendiéndolas, y no solo mirarlas desde un mismo plano de comprensión». La razón de que el proyecto también se expandiera a la ortopedia del movimiento no fue otra que el hecho de que Morilla se rompiera una pierna durante el rodaje de la performance.
«En Madrid, con muletas por unos meses, comienzo la fase de edición, desarrollo y producción de piezas para la expo». Entre los artilugios que Morilla utiliza para hacer su producción gráfica de las ilustraciones de los caballos y sus videos, hay unas muletas que diseñó tras su rotura de pierna para moverse y dibujar en la arena, «un negatoscopio para reglar la vista con el lenguaje de las herraduras y sus faltas de ortografía y un odómetro equino que mide distancias con la cabeza de un caballo trotón», termina de explicar lo que nadie había explicado sobre el trot enganchado.
La tercera fase es la muestra, que permanecerá en el Museo d’Història hasta enero. Allí, se pueden ver las ilustraciones con láser del movimiento de los caballos y el vídeo producido por Morilla (tras la expo se harán cinco ediciones para su posterior venta) que además cuenta con el sonido del «trotar» del electrocardiógrafo del corazón de su hijo Olmo grabado en el día de su nacimiento.
Por las salas está diseminada la colección de apoyos y ortopedias que intervinieron en el trabajo, «las que nos explican el mundo al ritmo del trote, entendiendo el paisaje y la pista de carreras como lugar de reflexión entorno a los límites del dibujo y la acción del hombre sobre él».
El motivo de hacerse con la vista aérea de esa deconstrucción de la arena, para Morilla, es que «hay veces que para entender las cosas necesitamos alejarnos o acercarnos… cambiar el enfoque…», opina. «Las cosas más arraigadas e importantes pasan delante de nuestros ojos sin apenas darnos cuenta, dejando huella pero también borrando los límites morales del territorio».