Loreto Sánchez Seoane: «Las mujeres son marginadas por actitudes sexuales que sí se toleran en los hombres»

6 de febrero de 2020
6 de febrero de 2020
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Loreto Sánchez Seoane

Linda Lovelace hizo la felación más famosa de la historia. Fue la otra garganta profunda (la pornográfica). Fue la estrella de una película que dejó al público con la boca abierta por la excentricidad del argumento: una mujer va al psiquiatra porque no siente orgasmos y, para sorpresa de ambos, descubren que tiene el clítoris en lo más hondo de su garganta. 

Deep Throat, estrenada en la primavera de 1972, mostraba un placer inaudito. En la pantalla, porque en el rodaje ocurrió lo opuesto: horror, abuso, violación. Más de diez años después Lovelace lo denunció: «Cada vez que alguien ve esta película, ve cómo me violan». Incluso llegó a decir que le apuntaban con una pistola en la cabeza.

La periodista Loreto Sánchez Seoane arranca Te quiero viva, burra (Círculo de Tiza, 2019) con Linda Lovelace. No es común. Lo habitual en estos libros de perfiles es hallar mujeres que pintaron, que escribieron. Que dieron guerra, que fueron pisoteadas. ¿Pero que se prostituyeron o fueron violadas? Eso, en este año tan moderno de 2020, es una excentricidad.

¿Por qué decidiste arrancar con una actriz porno?

A cualquier mujer sexualizada en cualquier momento de su vida, ya sea actriz porno o que vayan contando que se ha tirado a Pepe Gómez, le queda como un aura que no se puede quitar nunca. Es «la mujer que hizo una felación» o «la tía que se tiró a Pepe» y lo va a ser siempre. Y da igual que sea una escritora maravillosa o una científica estupenda. Siempre va a tener eso encima. La mujer, porque al hombre no le pasa. 

Y pensé ¿qué mejor manera de contarlo que con la mujer que mejor lo representa? Linda fue actriz porno, pero después fue mucho más. Representa muy bien ese deseo de «dejad de tratarme como la tía que hizo una felación. Soy muchísimas más cosas». Ahora hay muchas actrices porno que también son activistas y no las ven solo como actrices porno. Pero en aquella época a Linda solo la veían como actriz porno y estaba totalmente censurada. 

Además, hay que empezar potente, con algo que llame mucho la atención.

Le sigue el perfil de Pannonica de Koenigswarter, «la puta de los negros», una estadounidense que vivió en un trío con un hombre y una mujer. Así, de lejos, enterrada en el pasado, nos puede parecer admirable. Pero ¿crees que la admiraríamos igual si fuera nuestra vecina de enfrente?

No. Mira que han pasado años. Sufrió por tener una relación con un hombre negro. Sufrió por el poliamor de su trío amoroso, que ella manejaba estupendamente. Y él, y su mujer. Ahora no sería fácil. Encima las mujeres somos mucho peores para nosotras mismas. Imagínate que tu vecina se trae a casa a una mujer con su marido. La estamos poniendo fina un par de días y luego ya decimos «qué divertido» o «qué liberal». Pero todavía no tenemos capacidad de asimilar ciertas conductas. El problema es que nuestra sociedad hace que este tipo de relaciones suelan acabar mal. 

Las mujeres del libro no solo son libres a la hora de crear. Son libres a la hora de vivir. Y eso está muy relacionado. Pannonica era de alta sociedad, tenía dinero, tenía reputación, salía en los periódicos. Podía perderlo todo, pero le dio igual. Dijo «esto es lo que quiero y esto es lo que voy a hacer». Más que una libertad sexual, que también, muestra una libertad absoluta de vivir.

Hay mucho sexo en Te quiero viva, burra. Aparece la pornografía, violaciones y hasta una mujer que renunció un tiempo a la sexualidad, Lou Andreas-Salomé. ¿Qué peso ha tenido (y tiene) la moral sexual judeocristiana de nuestra sociedad en la opresión de la mujer?

Todas estas mujeres chocan contra una pared y parte de esa pared es la represión sexual. Siempre son marginadas por actitudes sexuales que sí se toleran en los hombres. Era una moralidad de «tú no puedes», «tú no debes». 

En los 27 perfiles que has escrito hay muchos finales trágicos. ¿Es difícil ser una mujer que se sale del patrón? Antes y ahora.

Creo que era más difícil antes. Ahora hay una corriente muy fuerte de decir «yo no sigo el patrón», «yo no pertenezco al común denominador de esta sociedad». «No lo sigo porque no me da la gana tener hijos, porque los quiero tener sola…». Lo puedes hacer siempre que tengas éxito. Si te confundes, eres una perdedora. Sigue pesando esa moral judeocristiana de ser sucia, de estar corrompida. 

A las mujeres del libro no se lo permitieron aunque les fuese bien. Aunque no podía irles bien porque nadie se lo iba a tolerar. Tampoco se lo permitieron a la mujer más reciente del libro, Amy Winehouse. Ella vivió condicionada por hombres y, cuando la veían sola, la criticaban. Decían que era puta, que era yonqui. Si un hombre se droga, hasta puede ser divertido en un primer momento; si una mujer se droga, es sucia y cerda. 

Loreto Sánchez Seoane

Dime en una frase, por qué es interesante leer el perfil de…

Emma Goldman. Porque es la libertad absoluta. Ella va quitándose lastre para ser libre; no es libre de cuna. Y porque gracias a ella hoy tenemos jornadas de trabajo de ocho horas.

Lou Andreas-Salomé. Porque demuestra que puedes poner tu vida en una idea, que esa idea se trunque y no pase nada por modificarla. 

Amy Winehouse. Porque creo que la conocemos desde un punto de vista muy paternalista: «Pobre Amy, el juguete roto». Y es muchísimo más que eso. Es fuego. Hay que dejar de tratarla como una pobre niña a la que el éxito mata. 

Sylvia Plath. Porque es maravillosa. No creo que nadie me guste tanto como ella. Porque su historia te muestra un matrimonio muy competitivo y porque, al final, cuando ves que la segunda mujer del marido también se suicida, te das cuenta de que a lo mejor el problema no estaba en ella, sino en él. 

Chavela Vargas. Porque nace de la nada, cae en una depresión profunda y, ya mayor, se queda sola. Una española la rescata cuando es una mujer perdida y le da una segunda oportunidad que Chavela aprovecha muy bien.

Dora Maar. Porque hay que leerla solo por la imagen que da de Picasso. Hay que conocer a Dora Maar para saber que Picasso se tuvo que rodear de genio para ser tan genial. Estuvo siempre rodeado de mujeres inteligentísimas y él siempre las despreció. Te hace ver que es muy difícil ser un genio si no tienes un empuje detrás. 

María Teresa Toral. Es una de las que más me gustan por el hecho de haberse quedado en un segundo plano asumido. Es una humildad propia de una generación pasada. A nosotras ya no nos convence. Eran mujeres que, daba igual lo inteligentes que fueran, siempre iban a permanecer humildes y calladas. 

¿Cuándo y por qué te empezó a interesar la vida de mujeres borradas o maltratadas por la historia?

Veía películas o documentales de hombres y aparecían nombres de mujeres. Pero esos nombres no iban más allá. «Esta mujer que…», «la otra mujer que…». Y yo a veces las buscaba en Google y, al ver quiénes eran, pensaba: «El documental tendría que ser al revés. Os habéis confundido. Cuéntame la pedazo de historia de esta mujer y al otro solo menciónamelo». Me iba encontrando trocitos de mujeres y decía: «No me lo puedo creer». 

Una vez escribí en El Mundo un artículo de las mujeres de la Generación del 27 y eso me marcó un montón. Recordé mi etapa en el colegio y cómo me enseñaron la Generación del 27. Dices: «No podéis enseñárnosla así. No podéis. Nos estáis engañando». Parecía que España solo estaba poblada por hombres. 

Me llamó la atención lo libres que eran esas mujeres y cómo retrocedió el país unos años después. ¿Por qué no se ha incluido a estas mujeres en la historia? A Lorca no lo estudiaban en la Dictadura. Pues igual que se recuperó a Lorca, habría que haber recuperado a todas sus compañeras de generación. Eso ocurrió en 2016: casi cien años después. Y encima ahora lo presentan como «la Generación del 27» y «las mujeres de la Generación del 27». 

¿Qué quieres contar con el título del libro: Te quiero viva, burra?

Hace mucho tiempo leí la carta que Cortázar escribió a Alejandra Pizarnik. Me dejó muy tocada porque es un grito de auxilio en el que Cortázar le pide por favor que no se suicide: «No seas burra». Ese burra quería decir «No seas estúpida, no seas tonta, porque eres tan inteligente que no entiendo que no seas capaz de ver lo genial que eres». Eran compañeros de letras y él le decía lo maravillosa que era. Pero ella decidió que no había nada que hacer. 

Lo primero que le dije a la editora Eva Serrano cuando me propuso escribir el libro es que tenía que llevar este título. Porque todas las mujeres que íbamos a recuperar tienen las mismas características: o la sociedad las vio peor de lo que eran o ellas mismas se vieron peor de lo que eran. Y, además, todas están muertas.

Me dio miedo al principio porque si no se conoce la historia de esta frase, impacta. A ver si lo van a relacionar con violencia de género… Pero por ahora no he tenido ninguna crítica.

Y creo que no podemos hablar de las mujeres como personas perfectas. Eso nos perjudica. Sylvia Plath tuvo un problema de bipolaridad y no fue una buena madre. Y no pasa nada. No pasa nada. Quiero que si una chica de 20 años lee este libro sepa que no hace falta ser una buena ama de casa, una buena madre, una buena trabajadora, estar guapa… 

Estas mujeres eran grandes artistas, grandes científicas, pero eran humanas. Es bueno no encumbrar a la mujer como el ser supremo. Es imperfecta y por eso la queremos tanto.

Loreto Sánchez Seoane

¿En qué criterios te basaste para hacer la selección de estas mujeres?

Busqué mujeres que creía poco conocidas por el público general y mujeres cuya historia estaba contada de forma sesgada. Por ejemplo, Emma Goldman. Decían que era una fea, gorda y loca; que era una anarka absolutamente loca. Bueno, pues no. Emma Goldman era una anarquista, que no tiene nada de malo. Era gorda y fea, que me da igual. Pero que tú tengas ahora ocho horas de jornada laboral se lo debes a ella y no se puede olvidar. 

Has agrupado a estas 27 mujeres en tres bloques: invisibles, delirantes y vigas. ¿Cómo es cada grupo?

Las invisibles son poco conocidas. Las vigas son las que más me gustan y con las que más me enfado, porque sostienen las carreras de sus maridos aunque ellas son brillantes. Al principio me enfadé mucho con ellas. Dije: «No me jodas. No puedes casarte y dejarlo todo». Pero luego las entiendes y te das cuenta de que cuando muere su marido, renacen como una flor y vuelven a crear. Es necesario hacer justicia con esas mujeres que renacieron cuando eran ya mayores.

No son mujeres de las que digas: «Sí, pero estaban muy contentas». No estarían tan contentas cuando vuelven a hacer lo suyo al morir el marido.

Y las delirantes: la mayoría son poetas. Son personas que lo sienten todo muchísimo. La mayoría son suicidas. Para escribir esos poemas desgarradores también les vinieron momentos desgarradores. Y creo que hay que quitarles el estigma: estar loca no significa que vayas a matar a alguien ni que vayas a tener una vida extraordinariamente distinta. Está el caso de Alfonsina Storni. Está en el capítulo de delirantes, pero, en realidad, es una mujer que va en contra de todos los principios sociales. Cuando sufre un cáncer, dice «antes de que el cáncer pueda conmigo, me tiro». Es una delirante cuerda porque tuvo la valentía de decir «hasta aquí».

Al leer todos los perfiles en conjunto, ¿crees que se puede sacar alguna conclusión general de este libro?

Sí. Hoy he leído una entrevista de una escritora que dice que tenemos que dar gracias a los hombres porque sin ellos no tendríamos lavadora. Creo que hay mucha gente que sigue pensando así: que ellos han hecho una función y nosotras otra, y nada ha sido injusto.

Creo que las mujeres de este libro demuestran que todo fue muy injusto y todo sigue siendo muy injusto. Demuestran, sobre todo, que los cambios tienen que ser sociales. Que debe haber una mentalidad modificada para aceptar a una mujer con todas sus consecuencias; para ser hombre y no pensar que tienes que ser mejor que la mujer que tienes al lado, porque si no, eres menos hombre. Eso ocurre en el caso de Rosalind Franklin. Ellos nunca quisieron pensar que el descubrimiento lo había hecho una compañera que era mujer porque les quitaba prestigio. 

¿Por qué crees que la vida y las biografías de mujeres interesan casi en exclusiva a mujeres? Como si fuesen «cosas de mujeres» en vez de «cosas de personas».

Esto es un libro escrito por una mujer que habla de mujeres. He oído mucho: «Es para regalárselo a mi novia». Una novela de una mujer escrita por otra mujer sigue siendo considerada literatura para mujeres. No vaya a contar algo de que le ha venido la regla o tiene la menopausia, porque entonces el hombre no quiere leerlo. Muy pocos hombres leen a las mujeres. Incluso pueden ver una serie en televisión, dirigida por una mujer y cuando lo descubren, se sorprenden. En plan: «No me jodas. Pues me ha encantado». Claro, ¿por qué no te iba a encantar? 

Un perfil es la descripción de un personaje a través de tu mirada. Al releer los perfiles, ¿has descubierto qué buscas en las mujeres de las que escribes?

Sí, son perfiles. Es mi manera de ver a estas mujeres. Esta es mi Sylvia Plath, mi Emma Goldman, mi María Teresa Toral. Las he mirado, las he pensado y las he vomitado. Las fechas y las obras… todo está comprobado, pero hay muchos párrafos que a lo mejor ellas me tacharían y dirían: «¡Eh! Que yo no tengo nada que ver con esto». No son biografías al uso. Estoy dando mi impresión de estas mujeres.

Me gustan las mujeres que, aunque hayan sido inmensas, se han hundido. Creo que son el mejor reflejo de lo que ha tenido que pasar la mujer a lo largo de los años. Y creo que la mejor manera de decir a una mujer: «Tú te hundiste y no pasa nada. Nosotras te rescatamos» es esto. No soporto la gran mujer. Las busco tocadas.

¿Cómo es tu proceso de trabajo para escribir un perfil?

Primero apunto todas las fechas, las obras… Me hago un esquema de su vida en datos y a partir de ahí, en el caso de las escritoras, empiezo a leer sus obras. De las otras me cuesta más conocer su vida. Por ejemplo, Kiki de Montparnasse me costó muchísimo. Apenas había información y la que había se contradecía. Hasta que encontré un cómic sobre su vida.

Leo y leo y empiezo a darle vueltas a la cabeza durante un par de días. Mi padre me llama todas las mañanas. Mientras escribía el libro, le iba contando todo lo que iba pensando. Cuando salió, le pregunté «Papa, ¿te lo has leído?» y me dijo «Lo he ido escuchado cada día como si fuera un audiolibro». (Risas). De esa manera, yo pensaba y decía «Esto es lo que quiero poner primero porque me parece superimportante».

Primero lo escribo y luego voy poniendo las fechas. A veces incluso tengo que cambiar párrafos porque digo «huy, esto no iba aquí».

¿Hay alguna mujer que te haya impactado tanto que te haya hecho cambiar de ideas o de actitudes? ¿Con qué aprendizaje te quedas?

Te sientes pequeñita. Son tan grandes en una época tan difícil que te das cuenta de que no estás haciendo ni el 1% de lo que hacían estas tipas. 

Aprendes también a tener una mirada de género en todo. Y si no la adquirimos, en 20 años habrá otro libro igual a este. Me he quedado con lo importante que es la educación de los niños. ¿Cómo es posible que no se enseñen a estas mujeres en los colegios? Empecemos a enseñar todo en femenino. Nos falta en todos los ámbitos. La mujer todavía no aparece en los libros de texto.

¿Las mujeres libres y revolucionarias siguen siendo una rareza y una minoría?

Hay pocas mujeres libres y creo que son tremendamente atractivas. Al final, aunque no queramos, acabamos asumiendo ciertos patrones. Me parecen brutales las mujeres que son capaces de soltar ese lastre. Me parecen increíbles. 

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