Un aeropuerto puede llegar a ser un paraíso para muchas especies animales. Una zona vallada y protegida de los humanos en la que habitar sin que nadie les moleste. A veces, incluso, hay humedales en su interior. ¿Qué más se puede pedir? La paz en este edén solo se ve afectada por unos grandes y ruidosos pájaros metálicos que, sin embargo, han demostrado ser inofensivos.
Pero este cuento no tiene un final feliz…, al menos, para los animales. Desde hace unos años, los impactos de aves contra el fuselaje de los aviones comenzaron a ser frecuentes. Algunos, incluso, han provocado averías al introducirse en los motores y, si bien, hasta la fecha, no ha habido accidentes que destacar por este motivo, sí que han implicado costosas reparaciones en las aeronaves, por no hablar de los retrasos en las operaciones de despegue y aterrizaje de los aviones que provoca la presencia de fauna en las pistas y alrededores del aeropuerto. Había que buscar una solución.
Ni rayos láser, ni ultrasonidos, ni fogueo; ni siquiera trampas ni armas de fuego han conseguido ser más efectivos que la cetrería a la hora de disuadir a estos animales. Y dentro de este arte milenario, el halcón se ha convertido en la herramienta más eficaz para ahuyentar a la fauna que pueda alterar el correcto funcionamiento de un aeropuerto.
Fue Félix Rodríguez de la Fuente quien planteó por primera vez el uso de halcones en los aeródromos. En 1968, las autoridades norteamericanas que regentaban el madrileño aeropuerto de Torrejón de Ardoz plantearon buscar una solución a la alarmante presencia de aves en este espacio. El naturalista puso en marcha la operación ‘Baharí’ —halcón en árabe— con tal éxito que, un año más tarde, Barajas adoptó este sistema en sus instalaciones. A partir de ahí, la práctica totalidad de los aeropuertos de AENA cuentan con un sistema de cetrería para la disuasión y control de animales.
“El problema existe en todos los aeropuertos, pero si este se encuentra en la costa y ubicado estratégicamente entre dos reservas naturales —El Remolar y La Ricarda—, este servicio se convierte en esencial”, dice Javier García, el más veterano de los halconeros que trabaja en el aeropuerto de El Prat de Barcelona. Y es que, además de patos, garzas, gaviotas, pollas de agua, estorninos, vencejos, alondras, golondrinas y todo tipo de aves, de este aeródromo han tenido que desalojar perros, gatos, ovejas y hasta un caballo que se coló en las pistas durante las obras de ampliación del aeropuerto.
“Nuestro objetivo es hacer que los animales no cojan querencia a la zona, que estén incómodos, que se quieran marchar y dejen de ver este espacio como el ideal para anidar”, explica García.
El servicio de dispersión y control de animales entra en acción cuando lo demanda la torre de control o el servicio de seguridad de la terminal. Si no hay incidencias, se realizan rondas de reconocimiento por las zonas más conflictivas, que varían según la época del año. “La primavera es la temporada alta, el momento en que todas las especies se reproducen, la fecha en la que se van las aves migratorias de invierno y llegan las de verano. Es… una locura”, comenta José Luis Fernández, otros de los halconeros de El Prat, quien añade que, independientemente de la actividad, los halcones deben volar todos los días a modo de ejercicio de mantenimiento.
¿Y qué requisitos debe tener una persona para ser halconero de un aeropuerto? Aunque se valoran los conocimientos de ornitología o veterinaria, básicamente, se requiere ser experto en cetrería y amante de la naturaleza. “Es importante conocer el comportamiento del halcón y las reacciones de las presas cuando se enfrentan a este porque el halcón no es un animal amaestrado, es un animal adiestrado, lo que significa que aprende por reflejos condicionados. Halcón y halconero no son amigos. Son colaboradores. Uno es el amo y da órdenes. El otro obedece porque sabe que tendrá una recompensa. Ambos se necesitan”, explica Javier García.
El halcón es un animal imponente que llega a medir 50 centímetros. Sus poderosas y afiladas garras le convierten en un auténtico depredador para el resto de aves que saben que, si quieren seguir vivas, deben permanecer por encima de este animal. “Esa es la principal función del halcón: hacer que el resto de aves se desplace hacia arriba en la zona aeroportuaria y permita a los aviones el correcto aterrizaje o despegue. Si el pájaro permanece debajo del halcón, su muerte es segura, ya que cae sobre su presa en picado a una velocidad de 300 km/h, lo que le convierte en un auténtico proyectil”, señala Jordi García, también halconero en El Prat.
Aunque el equipo de este aeropuerto trabaja con otras rapaces, como el águila Harris, dedicado fundamentalmente al control de aves en el suelo, el halcón es la estrella para estos profesionales. “El halcón es especialista y muy ágil, mientras que el águila y otras rapaces son oportunistas y más torpes. El halcón no es carroñero y solo se alimenta de pájaros, por eso es el mejor para este tipo de trabajos”, añade Jordi García.
El trabajo del Centro de Halcones de Barcelona en El Prat es vital, aunque el éxito nunca está asegurado al 100% en un aeropuerto con las características de este. “No hay que olvidar que los hombres llegamos después y colonizamos un espacio natural que antes solo pertenecía a los animales”, recuerda Jordi García.
Este artículo fue publicado en el número de junio de Ling