A la FIUHOUSE llegan empresas y agencias buscando creativos para desarrollar proyectos. «También vienen en busca de becarios, pero de eso no tenemos. Hay quienes quieren talento gratis. Nosotros luchamos contra eso. Todo servicio tiene su precio», defiende Roger Franch, uno de los socios de la casa.
Este espacio de cocreación nació hace un año y medio en Barcelona. La idea se originó tras muchas horas de gastar dinero en cafés, cervezas y patatas bravas. Se reunían en cafeterías y bares, y se percataron de que necesitaban un espacio propio donde profundizar en la tarea que desempeñaban a través de festivales desde 2014: propulsar y visibilizar talentos creativos emergentes.
Los jóvenes sacan el pie de la academia y no encuentran un suelo sólido donde posarlo. «El problema es un mercado creativo que, aunque se mueve mucho, parece que va muy lento, y en el que existe una gran competencia que te obliga a diferenciarte», razona Franch. Además, está el trabajo por proyectos y a distancia, que limita la posibilidad de vivir el mundillo, aprender a moverse y cuajar relaciones personales fértiles.
Las empresas suelen reservar sus contratos para personas que ya habitan en el círculo de contactos de la profesión: encontrar una puerta de acceso no es fácil, y menos si eres bisoño y no tienes primos en el gremio. Pese a los discursos grandilocuentes de la innovación y el emprendedurismo, muchas firmas son refractarias a lo nuevo: «A veces hay bastante miedo y reticencias a confiar y contratar juventud, eso nos apena; luchamos contra ello. El talento joven no solo es el futuro, también es el presente», argumenta Franch.
La FIUHOUSE es un espacio para empezar a echar raíz en el oficio creativo. Funciona como una comunidad: «Es todo gente humilde, joven. A diferencia de otros ambientes creativos, no hay lucha de egos. Es gente que no se conoce y, de pronto, comparte temas profesionales y personales; comparten lo que les pasa con los clientes e idean colaboraciones y proyectos comunes».
Cuenta Franch que las confluencias entre sus casi 50 miembros se dan a veces de manera natural en esa atmósfera de terraza de barrio, pero los responsables también ayudan a enlazar perfiles complementarios.
A través de mentorías mensuales (FIUBUDDY Program), conocen las inquietudes de cada uno: «Es un check mensual. Los acompañamos en su proceso creativo. Muchos tienen dudas de cómo empezar, a quién conocer, qué puertas picar, y los ayudamos a aterrizar». Gracias a eso, pueden detectar las oportunidades de colaboración entre miembros para que proliferen nuevos proyectos.
La FIUHOUSE conecta a los jóvenes con empresas del sector. Lanzan retos creativos; casos reales. «Trabajamos con marcas que quieren visiones creativas de diferentes perspectivas y lanzamos el desafío a 20 o 30 perfiles de nuestra comunidad. A veces online, por correo electrónico, y otras, mediante un workshop. Nos reunimos y en dos o tres horas presentamos 30 propuestas», cuenta.
El proyecto se financia con las aportaciones de empresas que desean patrocinar, o que ven en la casa una oportunidad para encontrar talentos, y con las membresías de los fiuers, que van de 80 a 30 euros al mes, dependiendo de la permanencia. Ofrecen una tarifa especial para estudiantes de 15 euros. La edad media ronda los 26 años.
Citas rápidas profesionales, conferencias, charlas informales, labores de producción con empresas que buscan creativos, promoción en redes y una revista en papel, FIUSTORIES Magazine; todo, aseguran, para intentar amortiguar el abismo que se abre al recibir un título universitario, un abismo en el que hace mucho que dejó de llover trabajo.