Un plan casero de mantita y sofá se hace mucho más apetecible con la llegada del frío. Sin embargo, lo que antes habría sido una excusa para quedarse con la pareja debajo de las sábanas y atrasar la cena, ahora es el momento perfecto para hacer un maratón de series o para acurrucarse y comprobar las últimas notificaciones en redes sociales.
De hecho, si preguntásemos un domingo por la tarde a parejas jóvenes si prefieren una sesión de sexo o encadenar capítulos de su serie favorita en Netflix, la experiencia nos diría que la segunda opción tendría más fans.
Mucho más si hablamos de los milenials. Como ya anticipaba un estudio publicado en Archives of Sexual Behavior, esta generación parece tener menos relaciones sexuales que la llamada Generación X (es decir, los nacidos en los 60 y 70).
Por otra parte, según el 8º Barómetro Los jóvenes españoles y el sexo elaborado por CONTROL este mismo año, el 34% de los jóvenes practica sexo al menos cada 2 o 3 días; un 30%, 1 vez a la semana; un 13%, cada 15 días y un no poco relevante 23%, cada más tiempo. Un dato que no tendría más repercusión si la calidad siempre primase ante la cantidad, pero la realidad es que en esta misma encuesta 8 de cada 10 afirmaba que querría practicar sexo de manera más frecuente. Entonces ¿cuál es el problema?
¿ESTAMOS DEMASIADO CANSADOS?
«La disminución del sexo se debe a varios factores, pero las nuevas tecnologías, la infinidad de opciones de entretenimiento, la alta satisfacción que generan y la facilidad de acceder a ellas hace que muchas personas elijan divertirse o distraerse, en vez de tener relaciones sexuales», aporta la sexóloga Ana García.
No obstante, pocas personas se resisten a irse a la cama sin mirar el móvil una vez más o son capaces de ver un solo capítulo de una serie sin dejarse seducir por la intriga de qué pasará en el siguiente. Hábitos que no solo no dejan tiempo para otras tareas, como las artes amatorias, sino que roban horas de sueño y, por lo tanto, aumentan el cansancio diario.
Quizás el cansancio sea otra de las cuestiones que habría que analizar. No es que las anteriores generaciones no trabajasen, no llevasen una casa y formasen una familia, ni mucho menos. Pero quizás no pasaban horas en el gimnasio, no recorrían la ciudad para cumplir con la agenda de actividades extraescolares de sus hijos ni se conectaban desde casa para dejar hecho trabajo pendiente.
La frase «no me da la vida» se ha convertido en el leit motiv de una sociedad que vive pegada a la agenda, exigiéndose cada vez más en el terreno laboral, social y familiar y llegando a la cama con pocas ganas de hacer nada que no sea dormir.
«Evidentemente, el ritmo laboral, el estrés, la familia, las preocupaciones, las relaciones sociales, los hijos y el cansancio del día a día son inhibidores directos del deseo sexual. Esto conlleva que las relaciones sexuales tiendan a disminuir considerablemente, no solo en cantidad, también en calidad». Que al final, como insiste la sexóloga, es el verdadero problema.
FALTA DE PRÁCTICA, FALTA DE DESEO
Acostumbrarse a no tener sexo es más fácil de lo que parece. Decidir apagar la tele y acercarse a la pareja tras un día duro de trabajo da más pereza que darle al botón de Siguiente capítulo. Y puede que una noche esté más que justificado, pero cuando se convierte en rutina, acaba por ser la norma. Al final, se vuelve complicado salir de ese círculo vicioso, que sustituye el sexo real por el que practican los personajes de nuestra serie favorita.
«Si al sexo no se le dedica tiempo, no se le da su espacio y no se trabaja, el deseo disminuye, llegando incluso a desaparecer. Y si no tenemos deseo, es más que probable que entonces no queramos sexo. Y con el tiempo, te habitúas a vivir sin él», indica García.
Pero ¿sobrevive una relación a base de Netflix? Quizás hasta que llega el momento en el que no encuentren una serie que quieran ver juntos. Es decir, hasta que la pareja se dé cuenta de que la falta de apego físico también les ha acabado distanciando en otros aspectos. Por eso es importante reaccionar antes de que pueda ser demasiado tarde.
«Es cierto que esta generación es más vaga y se acomodan con más facilidad. Buscan la satisfacción rápida y fácil, dejando de lado lo que reconforta la satisfacción plena de un encuentro sexual trabajado, planeado y dedicado», recuerda la experta.
De esta forma, puede que la clave esté en salir de lo de siempre y ponerse las pilas. O en este caso, alguna noche, quitárselas al mando a distancia.
«Esto se suele trabajar en terapia consiguiendo que las parejas le den al sexo su sitio, la importancia, el espacio y el tiempo que merece. Hay que hacerles entender que el sexo a veces surge solo, de forma natural; pero que otras muchas veces no. Y en estos casos, hay que buscarlo», comenta la sexóloga. «Y solo así, buscándolo y trabajándolo, volveremos a conseguir que surja de forma espontánea».
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