No llegues tarde al cine

17 de noviembre de 2010
17 de noviembre de 2010
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En los tiempos cuando se vendían LP’s de música, recuerdo que los grupos y los artistas solían poner como primer tema uno que solía ser el primer single. O al menos era una canción especial, que representaba la esencia del disco. Desde ese momento ya podías suponer qué clase de disco estabas a punto de disfrutar. Era toda una declaración de intenciones.

La misma situación suponen los títulos de crédito de las películas. Esos escasos minutos, a los que mucha gente no presta atención porque se está acomodando en la sala de cine o en el salón de su casa, son en ocasiones los mejores minutos de esa película. Reconozco que hay películas que he visto por culpa de esos créditos. O de unos trailers bien montados.

Hay auténticos tesoros como los de Matar a un ruiseñor (Robert Mulligan, 1962) realizados por Stephen O. Frankfurt, o ya clásicos del cine como los de Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958) y West Side Story (Robert Wise & Jerome Robbins, 1961), ambos diseñados por el gran Saul Bass -que también llegó a dirigir un film más que interesante y que recomiendo: Phase IV (Encuentros en la 4ª fase)– y que son parte de la historia del cine.

Sin embargo, el cine español apenas ha prestado la suficiente importancia a esta parte de las películas. Parece que se trata de una partida del presupuesto de una producción a la que apenas hay que dedicarle unos cuantos euros, con un poco de suerte. En la mayoría de películas se dedican unos segundos a poner los nombres de los participantes, con la banda sonora de fondo y a lo más que llegan es a elegir una tipografía –normalmente errando por una adecuada– por lo que la primera experiencia que tenemos con esa película no suele ser la mejor.

Parece que no entendemos que esos breves minutos puedan tener una relativa importancia en la película. Seguro que nadie recuerda ahora Se7en (David Fincher, 1995) sin ese impactante comienzo, obra de Kyle Cooper. O Stars Wars (George Lucas, 1977), Superman (Richard Donner, 1978) y La Pantera Rosa (Blake Edwards, 1963). Y qué decir de los que Maurice Binder desarrolló para las aventuras de James Bond.

Uno de los (muchos) problemas que ha tenido el cine español ha sido siempre el escaso valor que se ha dado a la imagen de la película. No sólo los títulos de crédito han sufrido ese desprecio. Los carteles que anuncian la película y los trailers de promoción no invitan precisamente a pagar por ver esa película.

Es cierto que nuevas generaciones de directores y de profesionales del cine quieren dotar a sus obras de un envoltorio más logrado, principalmente para poder vender su película en el extranjero. Pero aún estamos a demasiada distancia del cine norteamericano, en primer lugar, y de nuestros vecinos europeos, en segundo. Con tanto diseñador bueno que hay por aquí, espero que sea cuestión de tiempo que esta situación vaya cambiando. Por nuestro cine y por el diseño español.

Imágenes de Artofthetitle.

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