Profundidad, volúmenes… A Noelia Lozano le pirra todo aquello que parece salirse del papel. «Siento cierta necesidad de que mis trabajos no solo sean agradables a la vista sino que den la sensación de poderse tocar o coleccionar», indica.
Antes de ilustradora y directora de arte, la donostiarra trabajó como delineante proyectista en una ingeniería. El 3D se convirtió en una herramienta esencial en su día a día. Y aún hoy sigue siéndolo. «Lo utilizo sobre todo como instrumento que me ayuda a visualizar bodegones, para hacer bocetos para los clientes».
Aunque también lo usa como herramienta casi exclusiva en no pocos proyectos. Cuando no trabaja en 3D, recurre al lápiz, el papel, las tijeras, el pagamento… «No sé si denominar a mi trabajo como artesano o artístico. Prefiero quedarme con ‘manual’».
Los clientes, dice, suelen pedirle sobre todo papel «porque me conocen más por eso». Son los proyectos personales los que le permiten hacer lo que realmente le gusta: mezclar. «Me encanta combinar lo real con lo digital. Crear un set a mano y luego añadir cosas con el ordenador. Y jugar así con la mirada del espectador, a ver si es capaz de detectar lo que es real y lo que no, y que no sepa cómo se ha llegado hasta ahí».
Aunque Lozano suele acabar despejando esa posible duda. Para eso tira de making of: «Para mí es parte del proceso. Si el proyecto va más allá de una ilustración rápida suele grabar todas las fases del proceso. Me sirve para explicarlo. A la gente le suele gustar ver cómo los diseños van cobrando vida».
Hace un tiempo, Noelia Lozano volvió a trasladar su residencia de Madrid a San Sebastián aunque sigue visitando la capital con cierta frecuencia. En septiembre, asegura, hará más de una escapada ya que, además de varios compromisos laborales y personales, Lozano tiene una cita pendiente en la Plaza de Callao. Allí, en las pantallas gigantes de Callao City Lights se expondrán sus trabajos durante todo el mes.