¿Nos hicieron la cara a hostias?

10 de junio de 2014
10 de junio de 2014
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Hasta ahora, las tesis evolutivas sobre la formación de nuestros actuales rostros apuntaban a que los seres humanos habíamos cambiado la forma y aspecto de nuestra cara y cabeza debido a la necesidad de masticar. La mayoría de científicos dieron por sentada la idea de que cuando nuestra especie tuvo la necesidad de comer alimentos duros, como los frutos secos, nuestro chasis craneal fue mutando para hacer más fácil esta tarea. No es lo que opinan David Carrier y Michael Morgan, dos científicos de la Universidad de Utah (Estados Unidos). Según sus pesquisas, al menos en el caso del género masculino, la cara nos la hicieron a puñetazo limpio.
En un artículo publicado ayer por la revista Biological Reviews, la pareja de investigadores sostiene que los rostros masculinos son diferentes a los femeninos ya que eran estos los más propensos a mantener peleas con otros machos para asegurarse los recursos, el dominio del territorio o a las hembras. Antes de este estudio, Carrier y Morgan habían llevado a cabo otro similar del que obtenían las mismas conclusiones acerca de la formación de las manos de los varones.
«Los australopitecos se caracterizaron por un conjunto de rasgos que pueden haber mejorado su capacidad para la pelea, incluidas las proporciones de la mano, que permiten la formación del puño, lo cual convierte el delicado sistema muscular y esquelético de la mano en un garrote eficaz para la lucha», señalaba Carrier ayer a la agencia EFE tras darse a conocer la publicación. «Y si la evolución de las proporciones de nuestra mano, de hecho, estuvo asociada con la selección por el comportamiento para la pelea, uno bien puede esperar que el blanco principal de los puñetazos, el rostro, haya evolucionado para protegerse mejor en las riñas».
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Cuando realizaron la investigación sobre la evolución de las manos masculinas, en 2012 (publicada en la revista Journal of Experimental Biology), estos dos arqueólogos de las broncas estuvieron observando a chimpancés y bonobos, los simios más cercanos a la especie humana. Se percataron de que estos animales, cuyo rostro aún es parecido al de nuestros remotos antepasados, por regla general forman una especie de círculo cuando contraen la mano, y no un puño cerrado. Aunque está comprobado que un golpe con la mano abierta tiene la misma potencia que uno con la mano cerrada, dándolo del segundo modo, al reducir el área de impacto y «fortalecer la segunda articulación metacarpo-falange», explican en el estudio, se multiplica la posibilidad de causar lesiones.
«Cuando los humanos modernos luchan mano a mano, habitualmente la cara es el blanco principal de los golpes», afirman en el artículo de Biological Reviews. «Lo que encontramos es que los huesos que tienen las tasas más altas de fractura en el cráneo son los que exhiben el mayor incremento de robustez durante la evolución de los homínidos».
La explicación también les sirve para dar sentido a que los hombres y las mujeres, tanto en los australopitecos como en los humanos, hayan desarrollado la cabeza de manera diferente. «Las partes del cráneo que se rompen en las peleas son más grandes entre los machos», indica Carrier. Además apoyan su estudio en el hecho de que los cambio craneales y los de la forma de la mano (hasta adquirir las características que permitían la formación del puño) se dan a la vez en la línea de la evolución, a juzgar por los restos fósiles hallados hasta la fecha.
Su trabajo ahora además levanta controversia en el plano filosófico. De ser cierta la teoría de estos científicos, se echarían por tierra las teorías humanísticas que opinan que antes de alcanzar la civilización, y con ella las relaciones de grupo, los humanos eran salvajes nobles, siendo la propia civilización la que nos hizo violentos. «Eso es una idea que persiste en las ciencias sociales y en décadas recientes ha tenido el apoyo de algunos biólogos evolucionarios y antropólogos», sostiene Carrier, «pero muchos científicos encontramos pruebas de que nuestro pasado distante no fue tan pacífico».
* (Visto en EFE)
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