Si a Sheila Queralt, doctora en Traducción y Ciencias del Lenguaje por la Universidad Pompeu Fabra y lingüista forense (es la fundadora y directora de Laboratorio SQ-Lingüistas Forenses), le hubieran dado un euro por cada vez que alguien le ha preguntado para qué sirve un lingüista y si eso da de comer, hoy sería multimillonaria. «Es una pregunta que se tiene que cambiar. No puede ser que todavía estemos pensando que la lengua no nos va a dar de comer y que simplemente puede tratarse de una afición», lamenta.
¿Se formularía la misma pregunta si se tuviera ya asumido que la lingüística es una ciencia? La doctora Queralt es rotunda: no. «Ya no es solo verla como una ciencia, es que no saben que esta ciencia está presente en todo nuestro día a día. Es decir, desde el momento en el que hablamos en una entrevista de trabajo, ahí hay lengua. Si tú no dominas la lengua en una entrevista de trabajo, a lo mejor no tienes los mismos números de que te cojan. O cuando recibes una multa, ahí hay lengua. Es muy interesante que tú comprendas eso. Por lo tanto, creo que hay un gran desconocimiento al darse por hecho que todo el mundo la dominamos».
Y el problema no es que alguien ajeno a la Lengua no entienda la utilidad de esta disciplina, sino que entre los propios estudiantes de estas áreas no está muy claro qué salidas ofrece su profesión más allá de la enseñanza y de la investigación.

Por eso ha coordinado el libro Lingüistas de hoy. Profesiones para el siglo XXI, publicado por Editorial Síntesis, en el que 33 profesionales de la lengua de prestigio y en activo muestran al lector el abanico de salidas laborales que tiene esta disciplina. Un total de 30 profesiones en campos conocidos como la enseñanza, la edición, la corrección y la traducción, pero también otros más sorprendentes como la medicina, el derecho, la antropología, las tecnologías del lenguaje y la divulgación.
El libro, explica Queralt, está dirigido, por supuesto, a esos estudiantes que inician su carrera universitaria, «para que conozcan a qué se pueden dedicar si estudian lengua más allá —que también— de profesor, y vean que hay muchísimas otras cosas, y, además, muy interdisciplinares», aclara la lingüista forense.
«En el mundo actual, no solo somos de una cosa, sino que nos suelen gustar muchísimas cosas porque estamos expuestos a muchísimos estímulos». Y la lengua está presente en todas partes. «Pero también va dirigido a esos familiares que tienen que apoyarlos, y a esos profesores que tienen que orientar a los alumnos».
Porque, quizá, el problema parta desde la propia enseñanza universitaria. En opinión del lingüista Lluís Payrató, autor del prólogo, «la universidad ofrece una formación generalista, pero no específica para una profesión; tampoco interdisciplinaria, y la profesión lingüística suele tener mucho de ello», algo con lo que también está de acuerdo Sheila Queralt.
«Es difícil encontrar facultades en las que apuesten por un perfil más profesionalizador, por salidas más directas y actuales. ¿Por qué? Porque muchos profesores solo se dedican a la docencia y a la investigación dentro de la universidad, y cuesta que haya profesionales que vayan a la universidad. Sí que es verdad que está la figura del profesor asociado, pero en muchos casos es una figura falsa, en la que son meros investigadores y siguen su línea de investigación dentro de la universidad. Y, por lo tanto, se desconoce muchísimo lo que se está haciendo en el mundo actual fuera».
La tecnología como aliada
Entre todo eso que se está haciendo ahí fuera están las profesiones lingüísticas asociadas a la tecnología. Y mientras que en otros campos se la puede ver como una amenaza que pone en peligro trabajos tradicionales, en el caso de las disciplinas relacionas con el lenguaje se ha convertido en su gran aliado y uno de los mayores generadores de nuevas profesiones en este campo. Desde los ya reconocidos especialistas en procesamiento del lenguaje natural (aquellos que enseñan a hablar a las máquinas), hasta especialistas en análisis de sentimientos y especialistas en tecnologías del habla.
«Totalmente, la verdad es que sí», coincide Queralt. Y a pesar de que existe cierto temor entre correctores y traductores, por ejemplo, ante el avance de las inteligencias artificiales que amenazan con quitarles el trabajo, también es cierto, como opina la coordinadora de Lingüistas de hoy que hay muchísimo por hacer en ese terreno.
«Es una herramienta, una ayuda, un apoyo a nuestro trabajo, pero es que además también puede ser una fuente de trabajo para nosotros, por ejemplo, creando o asistiendo a crear conversadores, o a alimentar a inteligencias artificiales. Por lo tanto, por supuesto que puede ser una fuente de trabajo».

Salidas profesionales que sorprenden
Y quizá sean las profesiones lingüísticas relacionadas con la tecnología las que más familiares resulten para el público en general gracias a su presencia cada vez mayor en medios de comunicación, en especial las relacionadas con las IA. Pero Queralt prefiere poner el foco, puestos a sorprenderse en otras salidas menos conocidas.
«Por ejemplo, un creador de lenguas para el cine. Creo que nadie se ha parado a pensar que detrás hay un lingüista. Y creo que también sorprenderá la parte de medicina en clínica, psicolingüística… Pensar que también en la medicina podemos tener un papel rompedor. O creadores de programas para mejorar patologías como la dislexia; creo que es muy difícil que la gente llegue a pensar en ello. O en la parte de Derecho, donde puede haber un lingüista detrás para hacer un lenguaje más claro. O en la lingüística forense, para aportar pruebas en procesos policiales o judiciales… Creo que esos son grandes rompedores. ¿Realmente hay ahí detrás un lingüista?, se dirán muchos. Pue sí, ¡hay un científico!».
Incluso las profesiones más tradicionales y conocidas como las de profesor de Lengua o Didáctica, tienen futuro por delante porque seguirán siendo necesarias. «Necesitamos profesores que inspiren a los alumnos, que sean mentores; no los puede sustituir una máquina. Necesitas a alguien que te transmita. Muchas veces no es solamente el conocimiento, si no todos nos podríamos meter en una enciclopedia desde hace muchísimos años, o podríamos consultar una Wikipedia, y vemos que eso no es así. Necesitas de alguien, de una persona, de un humano que te transmita muchísimo más, más allá del conocimiento».
«En cuanto a las figuras del corrector y del traductor que comentábamos antes, simplemente nos adaptamos, mejoramos nuestras técnicas de traducción o de corrección. No creo que vayamos a desparecer, ni muchísimo menos», aventura la lingüista forense.
«Este libro pretende inspirar. Es un libro que inspira a preguntarte, lo primero, a qué me quiero dedicar, cómo empiezo, y eso es lo más importante», concluye Sheila Queralt. Y quizá también sirva para que de una puñetera vez dejemos de preguntar con cierto desprecio para qué sirve estudiar lengua.