Pólvora para todos

17 de diciembre de 2012
17 de diciembre de 2012
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En pleno debate sobre el control de armas en EE.UU. llegan las navidades a España, y con ellas, los fascinantes catálogos de explosivos encartados con el periódico de los domingos. Pólvora y destrucción para toda la familia, en un entrañable formato que conjuga la poesía de los publicistas con un cierto aire militar que no deja indiferente a nadie.

Cuando yo era pequeño comprábamos petardos en un ultramarinos del barrio, y Mario Vaquerizo todavía no sabía lo que es el rimmel. Era la época en que los 8 bits inundaban las pantallas de los videojuegos arcade, donde las princesas del extrarradio descubrieron el Tetris junto a las mesas de billar.

Más tarde, en los primeros años de Hotmail, allá por 1996, mi cuenta se llenaba siempre de ofertas de cine porno, armas y alargadores de pene. Lo mejor es que las tres categorías convivían a veces en el mismo catálogo, que llegaba después misteriosamente a mi buzón físico, en discretos sobres de papel estraza. Pero nunca recibí catálogos de explosivos caseros.

En el que nos ocupa, en Petardos CM, hallaremos productos como Batería Delirium, Blooming, Mistral, Matrix, Maratón, Cienfuegos (esta es buena), Traviata… Estos son algunos de los chispeantes nombres de los productos, presentados en un cuidado y colorido catálogo que hará las delicias de los más pequeños… Pero bajo sus colores alegres y sus nombres evocadores se esconden muchas formas de perder un dedo, un ojo, la cara o la vida en algunos casos extremos. De nada sirve limitar su compra por edades, ya que se pueden adquirir también por Internet y el tráfico de petardos en los suburbios no conoce de DNI’s. En Todos Petardos, hay una colección de vídeos de accidentes pirotécnicos nada desdeñable, aunque se asocien los fuegos artificiales con el glamour de las celebraciones.

Lean si no, esta descripción de la llamada “Batería Barcelona”, que cuesta 200 euros, (lo mismo que un cubierto en el restaurante de Quique Dacosta, con tres estrellas Michelín): “88 disparos en 6 secciones, estelas de colores, palmeras de cracker, abanico de volcanes de kamuro, disparos roncadores con aperturas multicolor y un espectacular arrebato final con efecto sauce llorón con puntas de cracker”. Wow!

Y en la portada del catálogo hallamos los “Nagasakis”, con un diseño de un dragón en la atractiva caja, que convive con los llamados “Atómicos” que valen 4 €, y están en la misma página. ¿Cómo puede alguien crear un producto explosivo no militar y bautizarlo con la ciudad en la que murieron casi cien mil japoneses abrasados por la segunda bomba atómica? No me consta que la embajada de Japón haya ordenado su retirada. Imaginen que alguien publicita algo como “Auschwitz. El trabajo bien hecho” para campamentos de verano o para calderas de gas. Israel enviaría a un par de sicarios del Mosad a impartir un breve y contundente cursillo de copy.

Dentro de muy poco, mientras esos esforzados menores del colegio de San Ildefonso cantan los números del mayor negocio de Hacienda (la Lotería de Navidad), se escucharán las detonaciones de todo ese material, y el excedente se hará estallar la noche del 31 de diciembre.

Aunque con un poco de suerte, y si hemos de confiar en los mayas, nuestros problemas se terminarán exactamente un día antes, y puede que este sea mi último post.

¡BANG!

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