ยฟPor quรฉ los arquitectos no juegan al fรบtbol?

La inexplicable fascinaciรณn que produce ver a once millonarios, que jamรกs se matricularon en la universidad, correr tras un balรณn, contrasta con la solidez de obras mรกs duraderas. La arquitectura es la รบnica de las seis bellas artes que puede ser ejecutada sin el menor rastro de arte y convertirse en pura funcionalidad. Las jugadas en el campo de juego solo quedan en la memoria, pero las casas las habitamosโ€ฆ o las sufrimos.

Los edificios son el espejo de las ciudades, su alma, su mirada y las raรญces en torno a las cuales crece la espesura de su vida cotidiana. Las hay con urbanismos desaforados que devienen lugares icรณnicos, como es el caso de Benidorm o Shanghai, uniformes y coherentes hasta la extenuaciรณn, como Edimburgo, y otras acrisoladas, que contienen en su justa dosis las gotas de genialidad de quienes pensaron sus construcciones, pero sin pervertir el espรญritu mismo de la urbe.

En esta categorรญa se inscribe Amsterdam, mรกs evocada por su lucha contra el mar, sus diques, canales y soluciones estรฉticas a ese matrimonio forzoso con las aguas, pero que esconde en su geografรญa รญntima numerosos ejemplos de lรญneas poderosas, nรบcleos flexibles y propuestas que sorprenden a la retina mientras hacen la vida mรกs agradable en sus interiores, verdadera esencia de lo que deberรญa ser la arquitectura.

En estos tiempos de trivializaciรณn y de funcionalidad, donde se abarata hasta el cemento, resulta muy estimulante descubrir piezas singulares en ciudades que las acogen sin aspavientos, sin quebrar sus esencias, su historia. Y sobre todo sin generar nรบcleos artificiales en torno a obras que no se precisaban, o que han modificado de manera irreversible el skyline, para placer de algunos y disgusto de otros.

Si en Madrid hiciรฉramos una encuesta sobre las, llamรฉmoslas, โ€œCuatro Torresโ€, el resultado estarรญa reรฑido. Muy interesantes, sรญ, pero ahora se han convertido en el vergonzoso estigma de un modelo econรณmico obsoleto, que nos ha llevado a ocupar los mรกs negros titulares. Una de ellas, antiguamente llamada โ€œCaja Madridโ€ (quรฉ tiempos) y dibujada por Sir Norman Foster con un coste cercano a los 600 millones de euros, permanece vacรญa, pero hay que sufragar sus estratosfรฉricos gastos de mantenimiento. Nadie sabe cรณmo se llama ese รกrea. Nadie va a las โ€œCuatro Torresโ€, excepto sรบbditos britรกnicos o israelitas que van a hacer algรบn trรกmite a sus bunkerizadas embajadas, a prueba de cรณcteles molotov.

Brad Pitt declarรณ hace algunos aรฑos en el show de Oprah Winfrey: โ€œAmo que la arquitectura sea esta pieza de arte donde puedes estar dentroโ€. Desde entonces se ha involucrado en toda clase de proyectos. Nunca estudiรณ arquitectura, pero sus opiniones se tienen en cuenta, y se lo ha ganado trabajando codo con codo junto a Frank Gehry, con quien diseรฑรณ un restaurante en Reino Unido (Hove). Ha aprendido a manejar el software โ€œAutoCadโ€ y ha diseรฑado un proyecto de viviendas sostenibles en su querida Nueva Orleans, tras el desastre del Katrina.

Marcelo Mastroiani narra en sus deliciosas memorias โ€œSรญ, ya me acuerdoโ€ (Ediciones B) cรณmo era invitado a congresos internacionales de arquitectura simplemente para dar su opiniรณn, que resultaba ser siempre acertada, original y mucho mรกs culta y profunda de lo que su natural modestia le permitรญa admitir.

Peter Greenaway, Kandinsky, Xenakisโ€ฆ son muchos los cineastas, pintores o compositores fascinados por el arte de erigir estructuras que puedan acoger seres humanos en su interior (en otro caso serรญan escultores).

Hay arquitectos que no han ganado el Pritzker (el Nobel de la arquitectura) pero que aportan mucho mรกs al entorno que las superestrellas. Me gustarรญa destacar a Daniel y Brigitte Hollegha, dos austriacos afincados en Madrid desde hace una dรฉcada. Ellos seรฑalan que no les interesa la arquitectura que no se realiza, que curiosamente a veces es la que catapulta a otros nombres, como Albert Speer, extraordinario artista ensombrecido por su biografรญa a las รณrdenes del siniestro Hitler (โ€œMemoriasโ€ de Albert Speer, Editorial Acantilado).

Y respecto a la pregunta que da tรญtulo a este post, rรญanse con este breve y demoledor (en sentido literal) vรญdeo acerca de por quรฉ los arquitectos no juegan al fรบtbol.

Imagen portada: Pearson Scott Foresman Wikimedia Commons

รšltimo nรบmero ya disponible

#142 Primavera / spring in the city

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Patrick Thomas

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