Todos los años lo mismo. La pregunta de «y los niños ¿para cuándo?» es un clásico de las Navidades en familia, casi al mismo nivel que Telepasión o el especial de Raphael en la 1.
Una pregunta fuera de lugar que, como sucede con las desgracias, nunca viene sola. Lo normal es que vaya acompañada de comentarios como:
«Se te va a pasar el arroz…».
«Una pareja sin hijos es como un jardín sin flores…».
«Es mejor tenerlos joven, porque si no, más que hijos son nietos…».
«Serías una buena madre/padre…».
«Fulanito/a es más joven que tú y ya tiene la parejita…».
El premio se lo lleva, indudablemente, ese comentario compungido que arroja la duda de que tú o tu pareja no sois fértiles. Cuando eso sucede, nunca falta quien pone la guinda:
«Pues daos prisa, que si sois muy mayores no dejan adoptar».
Aunque el calendario señale que se acerca 2018, buena parte de las familias españolas todavía viven en el siglo XIX. Para ellas, sus miembros adultos solo pueden elegir un camino: el del noviazgo, el matrimonio y la procreación.
No importa que los interpelados hayan tomado la decisión de no tener hijos de manera consciente y razonada. Al final, la intromisión familiar es de tal calibre que agota. Entre otras cosas, porque no es aceptable un contraataque en los mismos términos. Por ejemplo, si tú le dijeras a tu tía que cuándo va a quitarse el luto, que parece que lleva 30 años de gira con La casa de Bernarda Alba, lo normal es que tu familia se te eche encima y te diga eso de «te has pasado», «no es lo mismo» o «qué borde eres».
Una de las manifestaciones del machismo cotidiano en la sociedad es esa creencia que lleva a la gente a pensar que el cuerpo de la mujer es tema de conversación colectiva del que pueden opinar libremente familiares, amigos, tenderos del barrio, superiores jerárquicos e incluso personal médico, aunque no tenga que ver con la especialidad en cuestión.
Esa situación hace imposible erradicar esos comportamientos a corto plazo. Sin embargo, sí que se pueden combatir echando mano de esa educación de la que no hacen gala los que hablan de ello sin ser preguntados.
No te pongas a la defensiva.
Si crees que personas tan intrusivas son capaces de recular si les respondes de manera cortante y contundente, te equivocas. Lejos de ello, se ofenderán, aparecerán como víctimas de tu supuesta agresividad y sumarán el apoyo del resto de familiares que arremeterán contra ti. Mejor pasar y elegir una de las siguientes posibilidades.
Responde «a la gallega».
Cuando te pregunten por qué no quieres tener hijos, responde «¿por qué quisiste tenerlos tú?». La conversación tomará una nueva dirección y te permitirá escurrir el bulto. A Rajoy le funciona siempre y a ti no tendría por qué fallarte, salvo que te pregunte tu tío el cura. O no, que ya dice el refranero eso de «nunca digas de este agua no beberé ni este cura no es mi padre».
No des detalles.
¿De verdad crees que una persona capaz de hacer una pregunta como esa está en una posición receptiva para que le expliques por qué has decidido no tener hijos? Olvídate y no gastes ni tiempo ni fuerzas en dar detalles sobre tu intimidad.
No te justifiques.
No tienes hijos porque tú o tú y tu pareja lo habéis decidido así. Tu vida sexual y tu maternidad/paternidad no se decide de manera asamblearia. En la línea del punto anterior, ni des detalles ni mucho menos te justifiques.
No te sienas juzgada/o.
Aunque aparentemente ese tipo de preguntas tienen la forma de juicio de valor, en muchos casos lo que transmiten son las contradicciones de aquel que las hace. Es decir, que quien pregunta «¿cómo es que aún no tienes hijos?» posiblemente esté queriendo decir «¿quién me mandaría a mí tener los míos?». Pasa de ello y que cada palo aguante su vela.
Recurre al humor.
En pocas conversaciones como esas encaja tan bien eso de «pa ke quieres saber eso jaja saludos».
Esta muuuuy bueno
Buenísimo!!! 🙂 😀
jajajaja fan de tus artículos Eduardo