Por algún motivo, durante muchos años se olvidó en la arquitectura ‘mainstream’ que una de las obligaciones inherentes a ella es que sirva a los que la habitan y que aporte soluciones económicas y eficientes. El arquitecto mexicano Hans Mayr Juárez solo tuvo que mirar atrás, a la construcción tradicional, para componer la Casa Uno, una vivienda de identidad marcadamente social, inspirada en la arquitectura típica de muchas regiones de México.
Todo parecía sacado de una película de Scorsese en la que se muestra el lujo, el exceso y la ostentación de quien vive a mil por hora. La arquitectura alimentada desde arriba era la arquitectura del “cuanto más, mejor”. Muchos ceros en los cheques, escalas anormalmente ajustadas al tamaño humano, materiales que engordaban presupuestos elaborados como si no hubiera un mañana.
Ahora, efectivamente, nos hemos dado cuenta de que no hay un mañana y de que los pesimistas tenían razón. Es posible que la humanización de la construcción se haya alcanzado a través de la obligación y no del convencimiento ético, pero ya que se encuentra en ese punto, lo mejor es disfrutarlo y desear que la lección se haya aprendido. Siempre habrá arquitectos estrella, pero la obligación de la sociedad para la que construyen es criticar los excesos.
Hans Mayr no tiene mucho que ver con esa locura. Su visión de la arquitectura pasa irremediablemente por un prisma racionalista en el que la creatividad y la sensatez son los vehículos lógicos para alcanzar resultados con sentido. A ese modelo responde la Casa Uno, su propuesta para un concurso que la ONG Casita Linda organizó en San Miguel de Allende, en el mexicano estado de Guanajuato, y que se alzó con el primer premio de la convocatoria.
«La idea surge al analizar las necesidades para crear un modelo de casa que servirá para distintas familias en áreas rurales. Una respuesta natural para resolver las necesidades de las familias fue observar la arquitectura de esta zona y que, en general, se encuentra en muchos lugares de México. Quise combinar la arquitectura vernácula con las construcciones realizadas con materiales de bajo coste», explica el arquitecto.
La tipología que Mayr propone apela a la arquitectura popular como respuesta a una necesidad concreta. Si un tipo de construcción se convierte en tradicional, ocurre por algún motivo. En muchas partes de México hay elementos comunes que el arquitecto mexicano ha explotado en su Casa Uno. «Combina la casa hecha en piedra y construcciones temporales con materiales como la lámina metálica. Además, las casas son muy coloridas en San Miguel de Allende y es un recurso que trata de lograr un sentido de personalización e identidad en las familias con sus hogares», cuenta Mayr.
La vivienda está construida con tres elementos principales. La piedra, que es un recurso abundante y económico en casi todo el país norteamericano «y que la gente está acostumbrada a trabajar», la lámina metálica, «fácil de encontrar y que incluso ofrece la posibilidad de ser ensamblada o cortada con anterioridad para poder ser montada rápidamente» y la madera que, evidentemente, se halla en todo el país a precios razonables.
Para el mexicano, la combinación de estos materiales permite una alta dosis de lógica y flexibilidad. «Se instalaría para la primera planta un material sólido, resistente y que brinda estabilidad a la casa. Para la techumbre o la segunda planta se utiliza un material ligero como la lámina metálica, con la cual sería posible su crecimiento de una a dos plantas según el tamaño de la familia o su posible futuro crecimiento». Según su creador, la casa se puede construir por un precio aproximado de 100.000 pesos mexicanos (unos 5.600 euros al cambio), si bien el precio podría variar algo dependiendo de si la casa se construye en una o dos plantas.
Posiblemente, un solo arquitecto no pueda acabar con la arquitectura irracional. Como declara Mayr, «en la historia siempre ha existido la arquitectura derrochadora, de poder y un tanto inconsciente de su contexto. Es difícil que, en un planeta en el que se observa tanta disparidad económica, se logre acabar con esto». Sin embargo, cada ser humano es responsable de sus actos. El arquitecto mexicano ha elegido, al menos con su Casa Uno, el camino de la arquitectura sustentable ideada para los que más difícil acceso tienen a una vivienda digna.