Renata Flores, la Rosalía de los Andes

La música urbana no retrata los problemas rurales. El reguetón habla de temas sexis y divertidos, no de feminismo indigena. La música latina se canta en español, no en quechua. Con solo 19 años, Renata Flores ha venido a tirar por tierra todas estas ideas preconcebidas. Su primer disco, Isqun (nueve, en la lengua precolombina quechua) cuenta la historia del Perú a través de nueve mujeres, nueve personajes históricos del país, desde el Imperio inca hasta la actualidad. En ellas fusiona trap, reguetón y folclore indígena, creando un cóctel musical que entra suave como un daikiri de fresa, pero que es contundente como un chupito.

La guitarra y la flauta de pan dibujan una pegadiza melodía en su primer single, que cuenta la historia de Francisca Pizarro, hija del conquistador español y una princesa inca. La guitarra parece española, pero la cantante precisa: «Es ayacuchana, la adaptación peruana de este instrumento». Muy pocos sabrían diferenciar una de otra. Renata lo sabe. Renata lo dice. Y lo hace porque el uso de este instrumento no solo da ritmo, sino sentido a una canción que habla de la fusión de culturas y que arranca con un llamativo grito: «Rosalía, dame la razón».  

«Me gustó mucho mencionarla porque ella también mezcla el flamenco con la música urbana y me venía muy bien para decir eso, que somos fusión», explica Flores en videoconferencia dos días antes de lanzar su primer disco. Aunque el resultado sea musicalmente diferente, la referencia a Rosalía no es gratuita. Renata comparte con la catalana esa búsqueda de las raíces, la actualización del folclore, la intención de modernizar lo rancio. En el caso de la peruana, este acto tiene un inevitable posicionamiento político.

Renata lo canta con naturalidad, pero, en Perú, hablar quechua puede significar quedarte en los márgenes de la sociedad. En el pasado podía significar ser maltratado. O asesinado. Entre 1980 y el año 2000 los enfrentamientos con el grupo terrorista Sendero Luminoso se saldaron con unos 70.000 muertos. El 75% de los fallecidos hablaba una lengua indígena.

Renata no vivió esa época, pero la conoce por sus abuelas. «Una era maestra rural», comenta con orgullo. «Es toda una historia lo que ella me cuenta, cómo a sus alumnitos se los llevaban. Ella ha sufrido mucho, y cuando fue maestra incluso tuvo que escaparse de ellos, hacerse la cojita y venir hasta Huamanga [provincia de la sierra peruana] para estar con sus hijos», explica. Su historia es la de muchos peruanos. El conflicto terrorista supuso más de un millón de desplazamientos, tanto externos como internos.  

 

El problema del quechua en la actualidad no es que sea perseguido, es que no es cool. Pero artistas como Renata Flores están cambiando esa percepción. «Y no solo en la música, hay youtubers, hay gente en TikTok hablando quechua», señala. «Me gusta pensar que proyectos como este pueden ayudar a que sea algo de tendencia, que esté de moda entre las nuevas generaciones». Las cifras parecen avalar su discurso. Después de décadas en declive, la población de quechuahablantes en el Perú ha aumentado en casi medio millón en los últimos años, pasando de los 3.360.000 en 2007 a 3.800.000 en 2017.

Pero queda mucho trabajo por hacer. Lo que Renata Flores sí ha vivido han sido los cuchicheos, las miradas torvas, los gestos airados ante una palabra o una expresión. Su otra abuela solo habla quechua y ella, no sabía muy bien por qué, se avergonzaba un poco de eso. No sabía, pero ahora sabe. Y quiere que esa realidad cambie. Los prejuicios acaban calando cuando el goteo es constante. «Cuando ella hablaba notaba las miradas. Además, la televisión no ayuda, vende una imagen de la mujer indígena que es como caricatura, es un chiste», denuncia. Por eso es importante lo que Renata canta en sus canciones, lo que muestra en sus videoclips. La lengua es parte de su mensaje, pero lo que cuenta es igualmente importante; incluso su estética, que bebe del folclore y la moda indígena. 

Su disco reivindica la figura de mujeres poderosas de su país, con un especial enfoque en la mujer indígena. Canta a Rita Puma Justo, líder aimara que luchó (hasta su muerte) por la educación de la infancia indígena. A María Parado Bellid, mártir de la independencia peruana. O a Chañan Cori Coca, legendaria guerrera inca. Para poder contar su historia, Renata tuvo que investigar en viejos libros, preguntar a sus abuelas, bucear en internet. «Es que su historia no la cuentan en las escuelas, salvo la de Parado Bellido», se queja. «Allí son todo varones, varones, varones, y yo quería reivindicar a las mujeres de mi país». Hablar de feminismo y de raza es importante en cualquier contexto, pero hacerlo en el Perú, cuyo expresidente, Fujimori, está siendo juzgado por la esterilización forzosa de mujeres indígenas en los noventa, tiene otras implicaciones.  

Llegados a este punto, conviene recordar que Renata Flores se hizo famosa en su país porque participó en La Voz Kids. Y eso, en lugar de restar validez a su discurso, lo eleva. 

Su disco combina con facilidad los ritmos comerciales con el discurso social. Su voz recuerda a las divas del pop, pero sus letras podría firmarlas una sesuda cantautora.

«Creo que me viene de la familia de mi madre, que son todos muy activistas», dice ella halagada. Es parte del secreto de su éxito. Mezclar sin prejuicios lo popular, lo mainstream y lo político. Tampoco es algo buscado, explica, le sale de forma natural. Creció viendo programas de La Voz «de las ediciones de todo el mundo». Admira a cantantes como Ariana Grande o Nathy Peluso. Y, a la vez, ha crecido con referentes políticos. «Me encantan las canciones pop, pero a veces miro sus letras y digo… Bueno, cada uno tiene sus composiciones. Pero yo quería lanzar algo con mensaje. Que la gente pueda bailar, pero que con ellas pueda también protestar».

En este sentido, critica también cómo el mercado ha uniformado aquello que se vende como música latina. «Latinoamérica no es solo salsa y reguetón, hay mucha diversidad, muchísimos colores», explica. «Sin salir de Huamanga hay interminables géneros de música andina. El folclor, la música huanca, la danza de tijeras, el huayno…». 

Muchas de ellas se reflejan en este, su primer disco. Otros ritmos, reconoce, se quedaron por explorar. Pero Renata tiene tiempo y tiene ganas. Y hay muchas mujeres bravas por reivindicar.

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