De pronto vio un fogonazo y una luz blanca intensa, cegadora, que lo iluminó todo. Y cuando quiso darse cuenta, se vio subido a lomos de un asno cargado con dos pesadas alforjas que portaban grano. Miraba a su alrededor, pero no había ni el menor rastro de su silla gamer, ni de su pantalla de chorrocientas pulgadas ni de su teclado iluminado y ergonómico.
Quiso bajarse de la montura y buscar una puerta astral que le devolviera a su tiempo, pero solo encontró el arco de entrada a un pueblo en el que se veía, desde lejos, bullir la vida. Un hombrecillo de negro sentado frente a una mesa de madera anotaba en un enorme libro cifras indescifrables entre las que pudo distinguir un signo: la @. Esperanzado, se dirigió al escribano y le pidió prestado su dominio para enviar un mensaje a su servidor y poder salir de allí cagando qubits.
El escribano, sorprendido por el discurso del aldeano extraño que le hablaba, levantó la vista del libro, miró las alforjas llenas y se dirigió a uno de los guardias que estaban apostados en la puerta para indicarle que se llevaran de allí al rufián impertinente. «¡Otro tunante que quiere librarse de pagar impuestos haciéndose el loco y el extranjero! ¡Enseñadle el dominio de la mazmorra, que ya me quedo yo con sus arrobas!».
[pullquote]Su forma, que parece encerrar una o y una a al mismo tiempo, nos parece perfecta para indicar el femenino y el masculino de un solo golpe sin tener que marcar el género[/pullquote]
Nos creemos muy modernos por usar un signo, @, que ya aparecía en textos medievales. Hoy lo tenemos tan asociado a entornos tecnológicos que se nos olvida que antes de indicar un dominio para un correo electrónico o a quién va dirigido el mensaje que lanzamos en redes sociales, nuestros antepasados lo utilizaban como símbolo de una unidad de peso, la arroba.
Lo que sí es moderno es su uso en el lenguaje no sexista. Su forma, que parece encerrar una o y una a al mismo tiempo, nos parece perfecta para indicar el femenino y el masculino de un solo golpe sin tener que marcar el género y evitando los molestos desdobles (los niños y las niñas, etc.). Pero, aunque es un buen intento, ni la RAE, ni la Fundéu ni muchos manuales de estilo aceptan o aconsejan este uso de la @.
En primer lugar, porque escrito queda muy bien, pero ¿cómo leemos académic@s? ¿Solo con masculino?, ¿con el femenino? Por otro lado, la @ no se considera un signo lingüístico. Además, no se puede aplicar de modo sistemático porque el género no viene marcado solo por una vocal (en «el alumno y la alumna», ¿qué hacemos con los artículos?). Y para finalizar, una razón práctica: las personas con discapacidad visual que utilizan dispositivos de ayuda a la lectura pueden tener problemas con este símbolo porque esos sistemas aún no lo reconocen.
Como en todo lo que atañe al idioma, el tiempo dirá si pasamos por encima de la Academia o es ella la que se lleva el gato al agua. O mejor dicho, la arroba a las alforjas. Mientras tanto, sigamos hablando…