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        Un guisante, convenientemente congelado, puede perdurar hasta 2.000 o 3.000 años. El dato puede pasar por meramente curioso cuando realmente supone un descubrimiento elemental. Ante la amenaza que supone el cambio climático    
    
        
     
             
                             
                             
                             
                             
                             
                             
                             
                             
                             
    

 
    