Marcos Seseña no lleva capa y ese detalle, que sería normal en cualquier otra persona, en él resulta casi estridente. Es cierto que no hace un día especialmente frío, y que estamos en el interior de una tienda, la suya; pero es que uno imagina al dueño del único negocio de capas del mundo perennemente arrebujado en un montón de lana y terciopelo.
Al entrar en Capas Seseña otras ideas preconcebidas se rompen con un ruido contundente. «¡Bang!»«¡Bum!»«¡Zas!». Las onomatopeyas flotan en estridente formato cómic en su escaparate. «You only need Seseña to be a superhero», reza un cartel suspendido entre maniquíes. Las capas que visten estos se asemejan más a las de una IT girl que a las de Superman, pero la broma está bien traída y funciona. El escaparate llama la atención de turistas, clientes y viandantes. Y la nuestra, entramos.
El mueble que sirve de mostrador tiene más años que el periodista, su interlocutor y la dependienta que se parapeta tras él, todos juntos. Lo mismo podría decirse del viejo espejo que reposa en un lateral, macizo y pomposo como una gárgola. Aun así, Capas Seseña no ofrece el aspecto lúgubre y señorial que uno esperaría de una tienda que sobrepasa el siglo de antigüedad. Sus paredes son más níveas que blancas, el conjunto es más vintage que antiguo. Es anacrónicamente moderno.
Este, quizás, sea uno de los secretos del éxito de Capas Seseña. Debería ser una reliquia anticuada y curiosa, pero es, sin pretenderlo, rabiosamente actual. Esta pequeña tienda del centro de Madrid se cuela en las revistas de moda, hace colaboraciones con diseñadores de renombre y sus creaciones desfilan por pasarelas como la última Madrid Fashion Week sin desentonar.
El destino, en forma de tendencia, les ha guiñado el ojo, pero no siempre fue así. Un siglo da para mucho y hubo momentos difíciles cuando la capa parecía desterrada de todos los armarios. Al final, la moda parece haberse sincronizado con su estilo. «Nosotros siempre nos hemos mantenido fieles a lo que hacíamos», explica Seseña, «hemos sido retrógrados hasta lo revolucionario».
Cierto es que han actualizado sus capas, especialmente la línea femenina, pero la verdad es que el modelo Alfonso (bautizado así en honor de Alfonso XIII, uno de sus primeros clientes) sigue siendo el más vendido. No solo reyes se han enfundado sus prendas. Michael Jackson, Catherine Deneuve, Hillary Clinton, Picasso, Hemingway, Fellini, Mastroianni, Ava Gardner, Cary Grant o Gary Cooper son algunos de sus clientes más ilustres. Muchos de ellos cuelgan de las paredes de la tienda, en ilustraciones de Danielem y Coco Dávez. Son las más recientes, pero no las únicas, y es que la ilustración ha jugado un papel destacado en Capas Seseña desde sus inicios.
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A principios del siglo XX apenas se hacían fotos, así que su publicidad se hacía en ilustraciones. Desde entonces se ha mantenido puntualmente este soporte y algunas de las ilustraciones más representativas se exponen en el negocio, componiendo un collage histórico de distintos estilos.
«Ten en cuenta que son 116 años», comenta Marcos Seseña mientras observa los cuadros, «aquí se pueden ver todas las tendencias artísticas que se han dado en ese tiempo», reflexiona. Tipografías decimonónicas dan paso a pinceladas de art nouveau y a los locos años 20. Los años 60 son eclécticos, con trazos modernistas y neoclásicos. Los 70 son pura psicodelia. «Era la etapa de mi padre, que tenía muchos amigos ilustradores que le hacían dibujos», explica Seseña.
Observando dibujos, Marcos Seseña repara en una foto de la tienda en sus inicios. «Toda esta calle estaba llena de sastrerías», dice. Era algo así como el Savile Row madrileño. Hoy somos todo lo que queda de aquello, un Savile Row en miniatura». La supervivencia de Capas Seseña vino de la especialización.
Mientras que sus competidores fueron desapareciendo, ellos dejaron atrás la sastrería general para centrarse en una sola prenda: la capa. A medida que pasaba el tiempo ellos se iban haciendo más únicos, ganando en años y en prestigio. Supieron mantener valores como la artesanía o la tradición, pero fueron rompedores en otros aspectos. Introdujeron, allá por los años 60, una colección de mujer. Añadieron colores, materiales, locuras. En los últimos años han colaborado con distintos diseñadores y directores creativos, una experiencia que ha aportado visiones distintas a una prenda tan monolítica y clásica como la que les ocupa.
«Nos gusta hacerlo así», reconoce Seseña, «los diseñadores aportan una pequeña locura creativa propia, pero respetan la tradición de estos materiales, la artesanía que atesoramos desde hace años y el prestigio que, de alguna manera, hemos transmitido de generación en generación». Asegura que la conjunción de una visión moderna con el sello propio de la casa funciona. Aunque se apresura a matizar que ellos también están al día. «Es una tradición modernísima la nuestra», puntualiza. No cabe ninguna duda.