Un culebrón político para dudar de la independencia de los medios en diez pasos

30 de enero de 2012
30 de enero de 2012
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Hay una frase a la que me he tenido que enfrentar muchas veces y que, como periodista, me da un miedo terrible. «Lo dicen en el periódico» o cualquiera de sus variables («lo dicen en la radio» o «lo dicen en la tele») es un ejercicio terrorífico de delegación de confianza que los medios no merecen. Y esa frase, tan común, tan terrorífica, suena incluso en boca de gente con una indudable preparación cultural, tan predispuesta siempre al escepticismo y la sospecha. Este domingo una historia ha recorrido las redes con un intenso debate político bajo el que subyace otro periodístico. Esa historia, relacionada con las primarias que el PSOE celebra en una semana, sirve de ejemplo de porqué no podéis confiar en lo que cuentan los medios, si es que aún lo hacéis. Es un culebrón en toda regla, pero os lo resumimos en diez cómodos puntos.

Este domingo El País publicaba una nota sobre Carme Chacón y su equipo. Ella, candidata a hacerse con el mando del PSOE, no es del agrado del medio, cercano al partido en cuestión. Eso, algo más o menos evidente en los mentideros de la profesión, era algo que tenía que hacerse notorio antes del Congreso en el que se decidirá si es ella o es Rubalcaba quien encabeza la refundación del socialismo. La cuestión no era decirlo, sino cómo hacerlo de una forma ‘asumible’ y que no pusiera en evidencia las inclinaciones del medio. ¿Un editorial? No, nada más evidente que pedir el voto en un editorial. ¿Un artículo de opinión? Bueno, cada columnista tiene la suya, no siempre identificada con el medio. ¿Un reportaje, quizá? Sí, mejor, eso es mucho mejor.

El resultado, demoledor. El tema más comentado en el entorno político durante todo el día en varias redes sociales. Medio socialismo indignado con El País y el otro medio aplaudiéndole. Si te gustan las intrigas palaciegas y el mundillo de las conspiraciones, seguro que te encanta una historia que se puede resumir en diez cómodos capítulos

Paso uno. El Grupo PRISA, al que pertenece El País, junto a Canal+ y otros medios, florece en la década de los ’80 y ’90 a la sombra del primer gobierno socialista. Durante esa época se instalan la mayoría de postes radiofónicos del país, siendo la gran mayoría de la Cadena SER, que también es del Grupo PRISA.

Paso dos. A finales de los ’80 surge El Mundo -la elección del nombre, más grandilocuente que el de El País, no es casual- de las cenizas de Diario 16. Nace con la idea de contar la realidad desde una perspectiva más conservadora en respuesta a El País. Para hacerse un hueco en el mercado ataca con exclusivas periodísticas que acaban destapando casos de corrupción y terrorismo de Estado en el Gobierno de González.

Paso tres. El PSOE intenta no caer ante el desgaste sufrido por años de escándalos apoyado firmemente por el que muchos perciben como su grupo mediático de cabecera. Finalmente, acaba perdiendo las elecciones en el tercer envite electoral de Aznar.

Paso cuatro. El Gobierno del PP intenta crear un emporio comunicativo a imagen y semejanza de PRISA, pero de signo contrario. Privatiza Telefónica, que se mete de lleno en la industria mediática con una plataforma digital que compite con su antagonista mediático. Lo hace después de que Planeta, un gigante editorial que apadrina Antena 3 y Onda Cero -y más recientemente ADN-, no quisiera prestarse al juego.

Paso cinco. El proyecto faraónico mediático del PP fracasa: las dos plataformas digitales (Canal Satélite Digital y Vía Digital) acaban fusionándose y en manos de PRISA, que creó Canal+, hoy Digital+. Para más inri, durante la segunda legislatura de Aznar los medios ‘de oposición’ (El País y la SER) alcanzan su cima en ventas. Por aquellos años un joven desconocido llamado Zapatero se alza con la victoria en un sorprendente Congreso Federal. Rodeado de jóvenes diputados, como una aún más desconocida Carme Chacón, arrebata la victoria a Bono por un puñado de votos.

Paso seis. Tras los atentados del 11M el PSOE invierte la balanza electoral y vuelve al Gobierno. Las elecciones están precedidas por una intensa agitación social en la que el PP siempre vio la mano de los socialistas a través de la retransmisión que aquellos días hizo la Cadena SER. Zapatero llega a la Moncloa y empieza a marcar distancias con el anterior gobierno socialista.

Paso siete. A mitad de su mandato Zapatero auspicia el nacimiento de un nuevo grupo de comunicación más a la izquierda de PRISA, que había visto con recelo algunas políticas sociales emprendidas o pretendidas por el presidente del Gobierno. Ese nuevo grupo, Mediapubli, nace con Público y La Sexta, que intentan competir con El País y Cuatro. Tras ese grupo se distinguen algunas caras, como la de Roures, un empresario surgido del entorno mediático catalán, muy bien relacionado con Barroso, el primer hombre que susurró al oído de Zapatero cuando éste llegó a la Moncloa. Con el tiempo Barroso acabó casándose con Chacón, esa joven diputada que apoyó al desconocido Zapatero y que para aquel entonces ya había sido vicepresidenta del Congreso, ministra de Vivienda y ministra de Defensa.

Paso ocho. Las tensiones mediáticas entre PRISA y Mediapubli estallan. PRISA retira de forma manifiesta su apoyo a Zapatero. Mediapubli se hace con los derechos del fútbol en España y lanza Gol TV, una televisión digital codificada que levanta suspicacias por sus derechos de emisión y compite frontalmente con  Digital+, heredero del desaparecido Canal+, que hasta ahora tenía los derechos de las emisiones de la Liga de fútbol. Cebrián, consejero delegado de PRISA y hombre cercanísimo a González, publica en El País una muy sonada columna de opinión llamada ‘Fuego amigo’ en que pone negro sobre blanco una realidad conocida a gritos. La crisis empieza a asomar y el negocio del fútbol se antoja imprescindible para intentar sobrevivir a lo que se avecina, especialmente con un mercado ideológico en el que hasta hace poco sólo había una empresa y ahora hay dos luchando denodadamente.

Paso nueve. La crisis se lleva por delante a Zapatero. Chacón da el paso para presentarse como sucesora, algo que el propio Zapatero había querido llevar a cabo de forma ordenada. Chacón, defendida por todo el socialismo catalán y apoyada por los medios de Mediapubli se enfrenta a Rubalcaba. Una se presenta como renovadora y joven, pese a estar en el Ejecutivo de Zapatero; el otro se presenta como alguien con mejores ideas, pese a que también estuvo en el mismo Ejecutivo. A una semana y media del Congreso donde se elige sucesor de Zapatero al frente del PSOE Felipe González anuncia que estará en el acto central de la campaña de Rubalcaba para darle su apoyo y, con él, se presume, el del Grupo PRISA.

Paso diez. El País publica ese mismo domingo en el que González salta al escenario con Rubalcaba el reportaje de marras, donde presenta a una Chacón como una candidata rodeada de eslóganes, protegida por empresas mediáticas que la ensalzan, una candidata que lleva años preparando su salto a la fama de la mano de su marido y del equipo de Zapatero. Un marido no es otro que uno de los que más influencia tuvo en Moncloa en los albores del zapaterismo y que tiene como socio, además de al padre de Mediapro, a un influyente personaje vinculado a las grandes empresas que el diario presenta como un militante socialista «desde los 16 años» que «nunca acabó primero de derecho».

¿Y esto sólo pasa con los medios ‘de izquierdas’? No, en absoluto. Recuerda cómo hace tres años, cuando Rajoy perdió sus segundas elecciones generales, Esperanza Aguirre y otros le movieron la silla con el apoyo de los fieles a Aznar y al diario El Mundo. Esto que contamos pasa en medios de izquierdas porque en el partido de la derecha no se celebran primarias, el proceso más cainita y susceptible de mostrar las verdaderas guerras internas del poder. Pero no te costará imaginarte, si lo intentas, una guerra entre un candidato liberal apoyado por El Mundo y La Razón y otro tradicional, católico y monárquico apoyado por ABC. Algo así sucedió hace unos años cuando Jiménez Losantos estaba en la COPE. Pero esa guerra la dejamos para otro día.

¿Quiere esto decir que todo lo que cuentan los medios es mentira? No, en absoluto, la enorme mayoría de lo que contamos es verdad. La cuestión no es qué contamos, sino porqué contamos lo que contamos y no otras cosas. Y ante preguntas suspicaces suelen surgir respuestas desoladoramente significativas.

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