¿Existe una razón por la que merezca la pena escalar un rascacielos sin arnés y cargado de botes de pintura?
Sao Paulo (Brasil) es una metrópoli de 21 millones de habitantes, centenares de anchas avenidas y un número incontable de edificios que superan la treintena de niveles. También, o quizás por eso, es un mural sin límites para unas bandas oriundas de esta urbe que graffitean cada rincón de la ciudad con su genuina y monocromática tipografía. Se llaman pixadores. El pixação, su estilo, cumple la paradoja de ser su manera de jugarse la vida, y a su vez, su más valiosa razón para vivirla
Se hace difícil dar un paseo por este gigante sudamericano sin toparse con cientos de estos escritos por todos los rincones donde uno mire. Muros, balcones, puentes, túneles, cornisas, vallas, monumentos, tableros de canastas, fachadas de comisarías y hasta en inverosímiles paredes planas de decenas de metros de altura. No importa lo inaccesible que sea el espontáneo lienzo, un pixador, llega.
http://youtu.be/o6dhT9YqxWk
Estos spiderman de bote son bandas de jóvenes procedentes de la periferia de la ciudad, en su mayoría de clases sociales marginales, que plasman cada noche su tipografía única en el mundo por cada resquicio. Las prisas las llevan porque su mensaje debe estar terminado antes de que empiecen a sonar las sirenas de policía.
Para la gran mayoría de la población se trata de vándalos, delincuentes que ensucian los muros con palabras ininteligibles de dudoso gusto artístico. Ellos se valoran como creadores comprometidos con una alta dosis de riesgo en su trabajo. Su actividad, según afirman, es el resultado de una reacción contra la exclusión social que lanzan en territorio de las clases acomodadas.
El pixação nació en Sao Paulo en los años 80 como un modo de expresión gráfica urbana que tomaba el testigo de las pintadas protestatarias de los años 60, cuando grupos sindicales decoraban la urbe a base de tinta durante la dictadura militar brasileña. Se trata de mensajes monocolor, escritos con una tipografía propia, que recuerdan a las letras picudas de los alfabetos bárbaros que se utilizan en las portadas de muchos discos heavy metal. Escaleras humanas, tuberías colgantes, alargadores caseros para plasmar la pintura. Ningún riesgo es demasiado para ejecutar esta modalidad pictórica.
Para tratarse de mensajes sociales, es casi imposible lograr leer su significado, pero este hecho no ha sido motivo suficiente para que las crews, como se denominan a las bandas rivales que practican la tarea, sigan incorporando nuevos miembros que reproducen y entienden al detalle cada figura, cada vocablo y cada concepto.
Su mayor preocupación no es “que la sociedad les acepte”, como afirma un joven pixador en un vídeo promocional de la marca Puma que habla de ellos, sino lograr alcanzar la gloria al dejar su grito gráfico en el lugar más inverosímil posible. Un rincón aún más difícil que el que hayan alcanzado sus rivales pintores. Ese lugar, donde la sociedad a la que interpelan no pueda pasar por alto su desafiante hazaña.
Los documentalistas João Wainer y Roberto T. Oliveira retratan a estos jóvenes en su trabajo PIXO, donde tratan de mostrar sus múltiples caras: La humana, la luchadora, la reivindicativa, la artística y la vandálica.
http://www.youtube.com/watch?v=fiURAVfZoQI&feature=share&list=UUoR-clIypbjYThLqh92ZPGg
Según palabras de los creadores a la periodista María Martín, el pixação debería ser considerado “un bien inmaterial de la ciudad. La sociedad tendría que intentar entender que esos jóvenes de la periferia abandonados por el Estado prefieren ser odiados que ignorados”.
Pocos habitantes de la zona urbana de Sao Paulo están muy de acuerdo con eso, pero es precisamente esa polémica la que materializa su objetivo. Se habla de ellos. Instituciones, marcas, críticos y público no llegan a concretar si lo que hacen es bueno o malo. Así, marcas deportivas como Puma los promocionan en sus campañas mientras la ley brasileña endurece las penas contra sus acciones. Un hecho que no impide, por ejemplo, que algunas de las equipaciones oficiales de la selección brasileña de fútbol lleven los nombres de los jugadores escritos en una tipografía claramente inspirada en su estilo.
Provocar es su esencia. Ni siquiera fueron capaces de poner límite a su espíritu iconoclasta en la Bienal de Berlín del año pasado ni en la de Sao Paulo del 2008.
En la primera, un grupo de pixadores que habían sido invitados al evento internacional decidieron vulnerar las normas del acto, para el cual debían pintar en unos paneles blancos que los organizadores habían colocado dentro de St. Elisabeth, una iglesia protegida, y acabaron escalando los muros internos del edificio para plasmar sus mensajes en las propias paredes del santuario.
En aquella ocasión incluso el desesperado organizador del acto acabó embadurnado en pintura al tratar de evitar el suceso. Algo similar ocurrió en la Bienal celebrada cuatro años antes en Sao Paulo, a la que ni siquiera estaban invitados.
40 pixadores irrumpieron en el recinto y comenzaron a vaciar sus aerosoles en las paredes del segundo piso, donde se desarrollaba la Bienal, ya que en esta ocasión los productores habían dispuesto paredes en blanco como un espacio teóricamente abierto a intervenciones artísticas libres. En aquella experiencia, que acabó con detenciones, uno de los jóvenes había escrito: Abajo la dictadura, una alusión al arte contemporáneo mainstream que infravalora su capacidad creativa,
“La gente tiene miedo de lo que nosotros tenemos que decir”, dice uno de los jóvenes que aparece en el vídeo promocional de Puma, “por eso nosotros hablamos. No estamos buscando la aceptación de las personas”.
El pixação, cuanto menos, se ha convertido en un arte reivindicativo de altura, una protesta extrovertida para pintores de alto riesgo.
(Imágenes: Choque Photos)