Hablábamos ayer de si el futuro es como nos lo pintaban los libros de ciencia ficción o, por el contrario, es un bluff de engañifas tecnológicas. Abstrayéndonos de la velocidad a la que avanza la raza humana, lo cierto es que se siguen realizando descubrimientos sorprendentes que nos hacen reflexionar acerca del largo camino que queda por recorrer. Así lo demuestra el hallazgo de un milenaria especie de origen desconocido hallada en un pueblo de China.
Quizá no sea este un tema que se ajusta muy habitualmente a la línea editorial de Yorokobu, pero como amantes de la ciencia y la innovación, comprenderán nuestra excitación. La liebre saltó con la emisión de este reportaje en un informativo chino, de imprescindible visionado. He aquí.
Los habitantes de Liuncubu encontraron, semienterrado y mediante un proceso de crowdsourcing (es decir, entre varios de ellos), una especie de desconocido hongo con extrañas propiedades organolépticas. La especie tiene forma alargada y orificios por ambos lados. Presenta un aspecto brillante y un tacto liso y blando.
El Xi’an Up Close no tardó en aparecer por la zona para investigar el tema y establecer sinergias con los pobladores de la zona, es decir, hablar con ellos para obtener respuestas o soluciones.
La persona que lo encontró tiene, a falta de que las autoridades científicas chinas emitan una opinión fundada, su propia versión. «Es una seta del tipo lingzhi llamada taisui. Para el emperador Qin Shi Huang era el infalible secreto para la longevidad», cuenta el aldeano.
El descubrimiento plantea inevitablemente el debate acerca de cuestiones trascendentes. Es evidente que desconocemos demasiadas cosas. Por ello cabe plantearse la cuestión de cuánto queda para que podamos descubrir y demostrar que ciertamente Dios existe, qué forma tiene, si el bueno será el nuestro o, por el contrario, el de los musulmanes o si la homeopatía funciona realmente.
Sigamos mientras siendo deslumbrados por la ciencia y sus hallazgos.