“¡Les voy a enseñar la diferencia entre Arriba y Abajo!” decían los teleñecos de Barrio Sésamo, como si fueran conceptos universales que hay que descubrir a los niños, tan sabios en su ignorancia como moldeables por la televisión. Nuestro sistema de referencia es tan arbitrario como la vida misma, y las brújulas ya no señalan el norte, si es que alguna vez lo hicieron.
El sur de Manhattan no es precisamente más pobre, pero sí más popular. Aunque los dos barrios más caros siempre han sido Upper East Side y Upper West Side. Claro, que si uno sigue subiendo, y pasa la calle 110 se encuentra en Harlem, y más arriba aún en Washington Heights, y más aún… ¡en el Bronx! Pero si seguimos al norte llegamos a Maine, escenario de las pesadillas de Stephen King, bastante más pobre que Nueva York… y luego, más “arriba”, está Canadá. El sur de Canadá es más rico que su norte, curiosamente.
El norte de Madrid es pijo, pudiente y lleno de campos de golf (nadie juega al golf en Villaverde, a pesar del nombre). Los millonarios analfabetos que persiguen balones en los estadios de fútbol viven todos en La Finca, juntos pero no revueltos, ya que entre mansión y mansión median tantas hectáreas verdes como cámaras de videovigilancia.
Al-Idrisi, un cartógrafo de origen almorávide que vivió en el siglo XI, confeccionó el primer mapamundi inverso de la historia, en el cual el sur estaba arriba y el norte abajo.
En Australia (traducción literal “tierras del sur”) venden uno que es muy popular, y que representa al revés la cartografía de nuestro planeta: “The World Upside Down”. La sensación al mirarlo es extraña, y las formas de los países invertidos resultan del todo ajenas a nuestra memoria, como si observáramos la piel de otro planeta. También el mapa de España visto al revés se nos antoja rarísimo. Desde un punto de vista astronómico, el polo sur bien podría ser el norte, y viceversa. La única razón estriba en que fue Ptolomeo el primero en hacer la distinción, en vez de un aborigen de Nueva Zelanda. En las calles de Santiago de Chile también se encuentran estos curiosos mapas, cargados de significación política.
Llevando este fenómeno a escala humana, si camináramos al revés y no se nos subiera la sangre a la cabeza, veríamos un mundo nuevo, preñado de sorpresas y de detalles en los que nunca antes habíamos reparado, como la cara de nuestra pareja, pues al sur de su barbilla no hallaríamos la promesa de los pechos, sino ¡el bigote! Y más aun su mirada, con una expresión que jamás habíamos visto antes, pues también los ojos tienen norte y sur.
Prueben a hacer el pino en su salón, y tomarse algunos minutos observando al revés el sofá, la tele, esos retratos, la mesa o el florero… todo es diferente, incluso amenazador.
El sur de España es pobre, y el norte rico. Pero ¿por qué se reproduce esa tipología dentro de cada ciudad, casi sin excepción?
En Barrio Sésamo les resultaría más fácil ahora explicarlo, tanto a los niños como a los mayores. Porque en estos tiempos convulsos que muestran cada día los telediarios, ya no hay izquierda ni derecha ni, si me apuran, norte o sur.
Solo hay arriba y abajo.