¿Y si la ropa fuera cultura y estuviéramos equivocados? ¿Y si la verdadera riqueza cultural de un país se midiera por las prendas que Inditex vende por cada diez mil habitantes? ¿O por el número de Frapuccinos ® que despacha un Starbucks al día? ¿O por las veces que los ciudadanos hacen click en el botón «Me Gusta»?
(Opinión)
Dice Bertrand Tavernier que la cultura es un salvavidas… y que estamos en el Titanic. Pero no menciona la famosa orquesta que tocó hasta el final, como cuenta la leyenda (o James Cameron) y no hay prueba documental alguna de que las cosas sucedieran de ese modo.
No es por ponerme nostálgico con esa cantinela de que en la Gran Vía había trece cines y solo quedan dos, y que todos han sido reemplazados por mega tiendas de ropa… También sucedió con Madrid & Rock, la tienda insignia de discos capitalina, convertida en un Bershka desde hace años, sin que nadie, más que los dos famosos heavies de la Gran Vía (los hermanos José y Emilio Alcázar) parezca afectado por el paso del CD y el vinilo… a la lycra y el elastán.
Alberto Ruiz-Gallardón asestó el tiro de gracia a los cines al autorizar que sus edificios se pudieran emplear para otros usos (como vender ropa o Frapuccinos ® ), pero no nos engañemos, el sector ya estaba herido de muerte. Las chicas poligoneras, cuyas madres sobrevivieron a la «Movida» prefieren pasar la tarde en el H&M antes que ir a ver una peli protagonizada por Mario Casas o Hugo Silva, a quienes por otra parte idolatran… pero en el portátil o en el móvil. Los tiempos han cambiado, y la ropa también.
Por ejemplo, ¿cuánto tiempo hace que ustedes no ven a un acomodador? Esos personajes de uniforme, con linterna y amplios bolsillos para las tintineantes propinas, forman parte del imaginario de la Transición Española, junto a Adolfo Suárez, Tino Casal, las hermanas Hurtado y los ascensoristas miopes de la Casa del Libro, por seguir con la Gran Vía madrileña y sus iconos perdidos en la niebla de los tiempos, y del progreso.
El Teatro Albéniz es otro buen ejemplo. Terminará siendo de ZARA, sin ninguna duda. Santiago Segura y Luis Álvarez se retiraron de la subasta en el último momento por razones no muy claras, y al final se lo ha quedado Kutxabank, que ya está en conversaciones con Inditex.
No hablaremos aquí de la piratería (qué aburrimiento) ni de los nuevos hábitos de consumo audiovisual (más bostezos). Pero la realidad es que la lista de capitales de provincia que ya no tienen ningún cine en su municipio, crece cada día: Pontevedra, Soria, Segovia…. Y en todas ellas han abierto tiendas de Stradivarius, Pull & Bear, Zara, Bershka o Lefties.
El tercer hombre más rico del mundo es gallego, y está detrás del 80% de las reconversiones de salas de cine en mega tiendas de ropa. Esto conduce a una situación extraña, en la que la ropa barata y resultona que compramos en la Gran Vía cada temporada o cada sábado, según los bolsillos (una buena parte de estas prendas se fabrican en Bangladesh en condiciones infrahumanas) compite directamente con el sector audiovisual, en el que muchos trabajamos en condiciones no tan infrahumanas, pero casi igualmente estériles, desde un punto de vista pecuniario.
Es curioso, pero en los cien primeros puestos de la lista Forbes no hay nadie que haya amasado su fortuna con la cultura. Software, comunicación, ropa, constructoras, sector financiero, casinos… A no ser que consideremos Amazon como cultura (Jeff Bezos, puesto 19) o incluso Facebook (Mark Zuckerberg, puesto 66). ¿Facebook es cultura?
Decididamente, la orquesta del Titanic nunca existió.
Y, a lo mejor, la cultura es otra cosa.
—
Foto de portada: Pedro Rufo / Shutterstock.com
¿Y si la cultura fuera… otra cosa?
