Yo tampoco soy 90-60-90

22 de julio de 2014
22 de julio de 2014
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Si el invierno que viene se pusiera de moda -porque estas cosas tienen las modas- que los abrigos se abrochen con tres arandelas atrás, no sería difícil diseñar uno mono para una nórdica de pasarela que ella misma pudiera ceñirse en segundos. Tampoco sería muy complicado hacer, por ejemplo, una camisa de cien botones estilo nipón que le asegurase noche de focos a un macho de cuerpo de portada. ¿Qué pasaría si la primera prenda se la tuviese que poner cada mañana una persona sin brazo? ¿Lograría un ciego atinar con el centenar de ojales japonenes sin que ninguno se le quedara cojo?
«La parte enriquecedora para un diseñador debe de ser trabajar para las personas», dice Ulises Zepeda, dueño de la firma de moda mexicana Prisma junto a su compañero Charlie Gutiérrez. «Los que quieren vestir las prendas que los profesionales hacemos no son solo gente de medidas ideales, como los que suelen posar en los desfiles. Son nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestros familiares… cualquier cliente, en definitiva. Por eso lo que tenemos que hacer es acercar nuestro trabajo a sus necesidades, a sus cuerpos, a personas con anomalías físicas, o que les falte algún miembro, o que tengan tallas distintas a los modelos que estamos acostumbrados a ver».

Ése es el espíritu que el pasado miércoles les llevó a participar en el Desfile de Moda Incluyente (en Guadalajara, México), una iniciativa que la plataforma IM Intermoda ha querido proponer para su edición número 61, con la que cierran 30 años en la cumbre de la moda en Latinoamérica. La apuesta era que todos los modelos que pasearían la ropa, unos 35, estarían afectados de alguna diferencia física o psíquica.
El reto para Zepeda y Gutiérrez y los otros cinco diseñadores invitados (Maritza Peña, Aline Moreno, Raúl Ozuna, René Orozco y Nakedfish) era salirse del 90-60-90 que a menudo viene de serie en sus metros de costureros. Con ropa de marcas mexicanas como Sarah Bustani, Jan Carla y Farenheit y joyas Mauricio Serrano y Mackech, debían confeccionar diseños para ser lucidos por esas personas de la calle que jamás vemos en las fotos de camerinos, y sin embargo, también tienen la manía de pasear vestidos.
«Nosotros trabajamos con Montserrat, una chica de Guadalajara que tenía distrofia muscular en las piernas», cuenta Zepeda su experiencia. «Fue muy bonito. El trabajo se hizo de verdad interesante, porque salíamos de la rutina de siempre de pensar en una prenda y dibujarla. Para éstas había que pensar en nuevos materiales,  en nuevas problemáticas. Me gustaba que  todo empezaba por un trabajo de consultoría para saber qué es lo que a ella le parecía cómodo y qué no, que formas se adaptaban a su cuerpo y cuáles no, y sobre todo, como a cualquiera, qué colores les gustaban y cuáles no. La cosa es hacer esas prendas bonitas».
Una vez hechas las indagaciones sobre qué es lo que necesita una persona cuyas medidas no se ajustan al estándar, los fundadores de Prima se pusieron manos a la obra.  «A la gente con algún tipo de problema físico no les gusta que les anden mirando lo que sea que tengan afectado, ni que estén vengan a preguntarles», esgrime el diseñador. «Por eso había que crear algo que centrase la mirada, por ejemplo en este caso, en la parte superior de Montserrat. La falda también tenía un diseño muy vistoso con formas geométricas, pero el conjunto en sí lograba que ella se sintiera cómoda llevándolo, y a la vez la gente ni siquiera se fijara en que pudiera tener algún problema». «Lo que más nos gustó es que la gente nos preguntara si de veras tenía alguna discapacidad nuestra modelo, porque no lograban identificarla».
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Era la primera vez que un desfile así se daba en esta ciudad mexicana, aunque no la primera que IM Intermoda apostaba por utilizar su pasarela para «concienciar a la sociedad», incrementar la cultura en pro de las diferencias físicas de las personas y «animar a la industria de la moda a atacar a este significativo nicho de mercado». La organización ya había sacado adelante esta iniciativa tres veces en Ciudad de México y una en Sonora (México).
«Por otro lado también hay que concienciar al propio público, quitarle la idea de la cabeza de que la ropa de diseño está hecha solo para cuerpos perfectos o que es inaccesible por su precio, porque eso ya no es así», aboga Zepeda.
La Organización Mundial de la Salud contabiliza que el 15% de la población mundial posee algún tipo de discapacidad. En México, se estima que al rededor del 12% de los nacionales cuenta con alguna.
«Lo necesario ahora es pensar en que además de bonita y con estilo, una prenda sea útil», explica el de Prisma. «Por ejemplo hay mil maneras de hacer ropa para un invidente, y el invidente se puede poner cualquier cosa, pero los diseñadores tenemos que trabajar en detalles como que añadiendo velcros o imanes a sus botones les vamos a facilitar muchísimo la tarea de vestirse. O por ejemplo debemos ponerle cuidado a qué partes de un traje tenemos que aportarle más volumen, y a cuáles menos, si estamos, por ejemplo, confeccionando una prenda para una persona que tiene una malformación en la espalda».
Para este autor de aguja, el secreto de esto «es hacer prendas pensadas para que todo el mundo se sienta cómodo llevándolas», culmina,  «porque la ropa es ropa, la cosa es la actitud con la que uno sale a la calle con ella».
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