¿Nos permitirá el 3D hacerlo todo?

3 de marzo de 2015
3 de marzo de 2015
2 mins de lectura

El día que Juan Camilo Monroy, cofundador de la empresa 3Dglück, fue a conocer a su cliente Diego Corredor a casa, este le contó que prefería «no usar prótesis» para suplir el brazo que le faltaba. «Decía que estaban bien, y tenía hasta diez distintas guardadas», cuenta el colombiano sobre aquella conversación, «que le servían para agarrar un vaso de agua y tomarlo, pero que no las veía un gran fin, y por eso no le gustaban».
Monroy echó entonces un vistazo al cuarto del chico de 17 años y se dio cuenta de lo que estaba sucediendo allí. Las manos para beber agua no son suficientes para un adolescente con las paredes llenas de posters de Linkin Parke, imaginaria rockera. En su empresa, radicada en Bogotá (Colombia), plantean la técnica de impresión 3D como una herramienta para «intercambiar creatividades».
Cuenta Monroy que el chico sin extremidad de nacimiento le dijo que él lo que realmente quería era «tocar la guitarra». Le preguntó: «¿se puede hacer una prótesis que me haga cumplir eso?». Este mes Corredor apareció en los medios de su país por convertirse en el hombre con prótesis con el mejor punteo de la historia.
«La impresión 3D llega para revolucionar la forma en la que se producen las cosas», añade Andrea Monroy, hermana y cofundadora de la empresa. «Este es el ejemplo de una herramienta que fuera útil y que mejorara la calidad de vida de Diego».
Captura de pantalla 2015-03-02 a la(s) 20.52.17
«Si ahora tenemos estas posibilidades, ¿por qué vamos a seguir creando cosas estándar? Cada uno necesita algo ajustado a sus necesidades. Diego no quería una prótesis que hiciera las veces de mano, sino una pieza, una herramienta de diseño, que sirviera para tocar la guitarra. Algo que se hiciera parte de él, tanto en su estética como en su utilidad», dice el hermano. «Tecnología fácil y accesible para la gente», sintetiza su socia.
Después del planteamiento, en apenas seis horas de impresión, el brazo prostético de Diego ya estaba fuera del horno. El precio, 300 dólares, supone un valor 85% menor que el de una ortopedia tradicional. Se le personalizaron los colores en función a sus gustos musicales, y el diseño está, según los creadores, totalmente pensado para ser la solución a su verdadera aspiración: poder tocar las cuerdas.
«Este fue nuestro primer paso», dice Andrea. Según afirma, «se trata de un punto de partida para crear una plataforma que sirva para crear tecnología de fácil acceso que resuelva problemas personalizados».
Corredor, por su parte, aseguraba en una entrevista al periódico El Universal que él quería «ser músico», «pero no podía ser músico solo porque me guste la música, necesito hacer música», se explicaba. Para aquel entonces ya tenía su nuevo brazo. Ahora sí, dice que quiere «ser músico».
Captura de pantalla 2015-03-02 a la(s) 20.51.44

No te pierdas...