En casa escondemos la porquería debajo de la alfombra. En la calle, los puentes de las grandes ciudades se han encargado históricamente de ocultar las miserias que la urbe no quiere ver por medio: Inseguridad, violencia, negocios ilegales, focos de contaminación, desechos…
En la Ciudad de México, donde habitan 22 millones de personas, saben perfectamente los problemas que se pueden generar si se desatienden estos sombríos espacios, por eso el Gobierno del Distrito Federal (GDF) ha decidido remangarse y hacer limpieza general en ellos. Bajo Puentes es un programa que busca la recuperación de estos lugares abandonados para convertirlos en “sitios seguros y bien iluminados para la convivencia ciudadana”, define un portavoz de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda.
Aunque la iniciativa se ideó en 2010, es ahora cuando está empezando a tomar vuelo. La intención es recuperar 24 de espacios de todos los puntos del municipio. “Por el momento ya se han recuperado 4 en Juan Escutia, Lázaro Cárdenas, Universidad y Moliere, lo que supone haber reintegrado a la ciudad 24.000 metros cuadrados, y un quinto espacio bajo el puente de División del Norte está a punto de finalizarse”, contabiliza la administración que está realizando la barrida.
El objetivo, según el GDF, es “ofrecer a los ciudadanos alternativas de movilidad y opciones de sano esparcimiento, convivencia social y familiar” a través de la transformación de estos agujeros techados, “en sitios seguros, parques, espacios públicos para la recreación, áreas deportivas, pulmones verdes, oficinas de atención ciudadana, foros culturales y de opinión, estacionamientos controlados y establecimientos de servicios para la comunidad como farmacias 24 horas, tiendas de conveniencia, librerías y cafeterías”.
En números, para el gobierno de la capital mexicana la idea supone un gasto de 4.000 pesos (226 euros) por metro cuadrado invertidos en “elevar la calidad de vida de los habitantes del Distrito Federal, lugares donde el peatón es el objetivo principal”.
En definitiva, se trata de levantar esa alfombra que forman los bajos de los puentes y limpiar (metafóricamente hablando) tantos años de problemas encubiertos. La intención es dejarlo tan pulcro que dé gusto vivir bajo un puente.