Embajadas, aeropuertos, fronteras, tribunales… Son espacios comunes que todos hemos visitado alguna vez con normalidad, sin apenas preguntarnos nada que vaya más allá de lo burocrático, de los trámites necesarios para atravesarlos cuanto antes. De una manera u otra, todos son de tránsito, van de un lugar a otro, y eso lleva a una conclusión: en algún punto pasamos por un espacio que no pertenece a ninguna parte, por un limbo.
Detectar esos limbos para hacer visible su realidad es la tarea que se propuso la comisaria de arte Maite Borjabad López-Pastor al desarrollar Scenographies of power: from the State of Exception to the Spaces of Exception. La exposición, que recibió el premio Inéditos, parte de una investigación previa de Borjabad que analizaba con bisturí la forma con que el poder se plasma en el espacio: «Abordaba la relación entre legalidad, el poder y el espacio y cómo la arquitectura al final lo materializa y es la mano ejecutora en un sentido muy amplio de muchas decisiones políticas y legales», explica a Yorokobu.
La idea parte del concepto del estado de excepción, es decir, de la suspensión de la legalidad en situaciones extraordinarias en las que el poder se ve obligado (en teoría) a ejercer la autoridad sin posibilidad de réplica para proteger un fin mayor.
«Nuestra tesis es que, al final, el estado de excepción es la herramienta legal», desarrolla Borjabad, «pero requiere una materialidad y una espacialidad, por tanto, el espacio de excepción no es algo pasivo, sino un agente activo que ejecuta la posibilidad legal del estado de excepción. Ése es el reclamo de la propuesta». En síntesis: que los limbos legales no pueden existir por sí mismos y requieren de un espacio que, al final, «se convierte en cómplice de lo que ocurre».
Artistas como Trevor Paglen, Taryn Simon, Arkadi Zaides o Susan Schuppli aportan una mirada crítica sobre esos espacios cuya importancia nos pasa desapercibida: «Están naturalizados, los asimilas como tal, lo ves como algo dado». El objetivo es mostrar cómo «al final muchas herramientas políticas acaban sirviendo para un uso que es un abuso».
El trabajo de Susan Schuppli en Forensics Architecture sigue esa lógica: aplicar a la arquitectura las mismas disquisiciones con que se escrutan los cuerpos y las pruebas dentro de un proceso judicial.
La exposición que, acaba de visitar la La Casa Encendida, recorre varios escenarios que funcionan como limbos. Uno de ellos es la Embajada de Ecuador en Reino Unido en la que se encuentra encerrado Julian Assange. La pieza se llama Delivery for Mr. Assange y muestra las medidas de seguridad que tiene que superar cualquier cosa que quiera ser enviada al expatriado.
«Este caso es interesante porque normalmente las embajadas están ubicadas en una parcela de un territorio de forma que la separación entre dos países ocurre al pasar un umbral. En el caso de la de Ecuador, ni siquiera es todo el edificio; es un piso. En el edificio vive gente y uno de los pisos es la embajada. Entonces, la barrera entre un país y otro es un tabique». Borjabad destaca también la paradoja del balcón: «Ese trocito de aire pertenece a Ecuador y no a Gran Bretaña».
En el caso de los aeropuertos, también encontramos un no-lugar: «En el momento en que pasas el control de la aduana y de seguridad, estás en un espacio de excepción aunque sigues dentro de un territorio concreto». La artista Taryn Simon estuvo un mes en las aduanas del aeropuerto JFK. En vez de analizar el espacio, registró los objetos que se quedaban allí como en un naufragio: anabolizantes, bolsos y relojes falsificados, películas pirateadas, aves muertas y vivas o un pene de ciervo.
Otra de las piezas habla del espacio de excepción virtual. El autor es Trevor Paglen y ofrece un wifi que da acceso a Tor, un sistema para acceder a la deep web. «Ahí la ley está suspendida: compras ilegales, tráfico de todo tipo… No deja rastro, no hay seguimiento posible, no hay legalidad que vigile eso», analiza la comisaria.
El acceso a la deep web no es fácil y el autor lo hace accesible a través de unas instrucciones en la pared de la sala. «Hay una metaconexión: la pieza está en la galería y ofrece una puerta de acceso a la excepción de forma que la propia galería se convierte en un espacio de excepción».
El arte, según Borjabad, permite estimular lecturas sobre lo político que quizás otras disciplinas no pueden estimular; aunque, aclara, «todos los enfoques son necesarios». Como ejemplo, pone la pieza de Arkadi Zaides en la que representa en su propio cuerpo, aislado del resto de elementos escenográficos, los movimientos, los golpes y la violencia que ocurre cada día en la frontera de Israel. «Estamos hartos de verlo en el telediario y somos muy inmunes, pero cuando ves el cuerpo de Zaides extraído, en una habitación, retorciéndose, se activa una lectura menos dormida». Por eso, a pesar del éxito de la muestra, Borjabad lanza una advertencia que nos pone en estado de alerta: nada de lo que aparece en la exposición es un descubrimiento.
Que es muy interesante e innovadores estos nuevos conceptos en los que no caemos en nuestra vida cotidiana.
Felicito a la artista de los mismos