Cuando se habla de sexualidad se tiende a pensar en la influencia de dos factores principales: el cuerpo y la mente. La gran mayoría de consejos giran en torno a técnicas amatorias o a formas de disfrutar más de un sexo consciente evitando distracciones. Sin embargo, en nuestra sexualidad influyen otros muchos componentes. Entre ellos, el espacio. La arquitectura y el diseño también son claves para despertar o aletargar el deseo.
En palabras de Magaly Grosso Cabrera, diseñadora de interiores en MGC Interior Design, «según la teoría del Feng Shui, el entorno definitivamente afecta nuestro desarrollo sexual». El espacio afecta a «nuestro ánimo y disposición a través de los detalles decorativos y sus ubicaciones. Si no nos sentimos cómodos con nuestro entorno, se ve reflejado en nuestra actitud, disposición y desempeño».
La psicología y la arquitectura tienen una relación directa, según un artículo de Franco Lotito Catino, profesor de la facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Austral de Chile: «La ciencia de la psicología puede (y debe) jugar un rol en todo proyecto arquitectónico, por cuanto el arquitecto y/o diseñador están en grado de crear los diversos ambientes que pueden influir en los estados de ánimo de los moradores de estos espacios, sin importar si estos están destinados a intereses privados, públicos o institucionales».

Diferentes espacios, pero todos masculinos
Respecto a qué factores hay que valorar, la diseñadora Magaly Grosso Cabrera expone que un buen ejemplo son los colores. Teniendo en cuenta que la percepción es subjetiva, en líneas generales, «si estamos rodeados de colores cálidos que nos transmitan serenidad y que nos resulten acogedores, seguramente se verá reflejado de forma positiva en nuestro desempeño sexual».
Por otra parte, «una decoración excesiva puede afectarnos de forma negativa, ya que puede crear distracción. Es recomendable mantener la simplicidad».
Sobre hasta qué punto es real esta influencia versó la exposición del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona 1.000 m2 de deseo, en la que se analizó el poder que ejercen los espacios como motor del deseo. Una de las principales conclusiones era que la práctica de la arquitectura ha estado dominada hasta muy recientemente por hombres y que, en consecuencia, los espacios propuestos para el placer se imaginan desde un deseo y una fantasía masculinos.
Uno de los espacios más analizados fue una instalación dedicada a la arquitectura de la Mansión Playboy. Sobre la misma ya escribía años antes Beatriz Preciado (ahora Paul B. Preciado) en su libro Pornotopía (Anagrama, 2010), analizando como todo lo inherente a la revista se reflejaba también en los espacios que tenían que ver con la misma:
«Playboy es la mansión y sus fiestas, es la gruta tropical y el salón de juegos subterráneos desde el que los invitados pueden observar a las Bunnies bañándose desnudas en la piscina a través de un muro acristalado, es la cama redonda en la que Hefner juguetea con sus conejitas. Playboy es el ático de soltero, es el avión privado, es el club y sus habitaciones secretas, es el jardín transformado en zoológico, es el castillo secreto y el oasis urbano…». Una «pornotopía» en toda regla.

Una asignatura pendiente
La arquitectura y su influencia en la sexualidad es una asignatura pendiente que despierta el interés de los especialistas. Existen manuales específicos. Uno de ellos es el llamado El Archisutra, que pretende responder a la pregunta «¿Cómo debemos diseñar para el sexo?». Esta obra del arquitecto Miguel Bolívar no es sino un manual de diseño que relaciona la arquitectura con el propio Kamasutra, de ahí el juego de palabras.
En el mismo se defiende que tal y como mostró en su momento el trabajo de Vitruvio, Da Vinci y Le Corbusier, «los edificios deberían diseñarse alrededor de la vida humana», y no hay que olvidar que «el sexo desempeña un papel importante en la sociedad y en la vida cotidiana». El diseño no solo debe adaptarse al individuo, sino a la forma en la que se relaciona, también sexualmente.
Para ello, Archisutra brinda los datos necesarios para una selección de posiciones sexuales, utilizando dibujos a escala anotados y descripciones informativas.
Pero no se trata de una idea recién inventada; ya en el siglo XVIII había arquitectos, como el visionario Claude-Nicolas Ledoux, que supieron unir el diseño de los espacios con el objetivo de su desempeño. Muestra de ello es su famosa Oikema o casa del placer, donde, en torno a una planta fálica, supo conjugar diferentes espacios destinados a los encuentros sexuales.
Pese a ello, la unión de arquitectura y sexo aún escandaliza en pleno siglo XXI. Hace apenas unos años la sociedad se escandalizaba con el llamado Domestikator, de Joep van Lieshout, una construcción de más de 12 metros que se realizó como parte de la feria de arte contemporáneo Fiac, y que muchos tildaron de ser «demasiado explícita para ser expuesta».
Como consultora profesional de Feng Shui y una amante de la arquitectura, me ha parecido muy interesante el artículo, lo comparto en mis redes.
No hay mas que ver como eran de bonitos los muebles y edificios
de antes comparados con la simpleza funcional de los de ahora