Para plantar cara al lobby armamentístico no bastan unas cuantas pancartas con el símbolo de la paz. Hay que echar mano de la creatividad. Es lo que han hecho los diferentes colectivos de artistas en contra de la gigantesca feria de armas internacional que acaba de tener lugar en Londres, la Defense and Security Equipment International (DSEI). Y funciona. Saben que es la mejor forma de hacerse oír y de calar en la opinión pública, sobre todo si mitos vivientes como Banksy se unen a la causa.
Al artista callejero le ha bastado un dibujo con trazo infantil de una niña y su perro, una casa en llamas y tres drones teledirigidos para recaudar 205.000 libras. Su obra Civilian Drone Strike se ha subastado en la exposición temporal Art the Arms Fair, en la que otras personalidades como Guerilla Girls, Peter Kennard y Darren Cullen también han aportado obras. Todos sus trabajos se pueden ver en la galería virtual.
New War, Spelling mistakes Cost Lives. Darren Cullen
El objetivo es posicionarse en contra de esta feria de armamento bienal que se ha celebrado del 12 al 15 de septiembre, y que en esta ocasión ha contado con la presencia de 1.600 compañías de todo el mundo. Una feria en la que los países invitados hacen gala de su músculo militar y, siendo fieles al comunicado del evento, «desarrollan relaciones empresariales internacionales y presentan los últimos avances en equipos y sistemas de seguridad y defensa». Negocios, vamos. Eso sí, entre los clientes se encuentran regímenes con un dudoso historial de derechos humanos como Arabia Saudí, Bahrein, Qatar o Argelia.
Warhead, Peter Kennard
Daisy Parris, Stop the arms fair
Ya van diez ediciones de la polémica DSEI y en todas Reino Unido se juega mucho. Es el segundo mayor exportador de armas del mundo, abastece el 20% de la exportación global. Uno de sus socios prioritarios es Arabia Saudí, quien desde hace más de dos años libra una cruenta guerra en su país vecino, Yemen. En un momento en el que el escrutinio por su participación en el conflicto es cada vez mayor, los activistas en contra de este este evento no solo crecen de forma exponencial. También se reinventan.
[pullquote]A veces el humor es más efectivo que apelar al dramatismo[/pullquote]
«El resultado de la exposición Art the arms fair ha sido excelente, hemos recibido muchísimas donaciones; tuvimos un día de puertas abiertas creativo en el que vinieron personas de todos los ámbitos, familias, profesionales de distintas disciplinas… La gente se ha volcado», nos cuenta Nik Dadson, uno de los portavoces de la iniciativa. «Que la feria llegue a cancelarse está todavía por ver, pero estamos satisfechos con sensibilizar acerca de este espectáculo atroz».
Rowan Abbott, Arms Fair Poster
El dinero recaudado irá a parar a la organización Reprieve y a la Campaña Contra el Comercio de Armas (CAAT, por sus siglas en inglés). Según palabras del responsable de comunicación de esta última, Andrew Smith, «la feria de armas es una abominación moral, se nutre de tratos despreciables y secretos, independientemente de cuales sean las consecuencias» y recalca que «esta donación se utilizará para asegurar que movilizamos a más personas contra las actividades inmorales de las compañías armamentísticas y contra la próxima feria, para que podamos evitar que suceda. Es hora de acabemos con ello».
Yemen Fly Bombs, Ahmed Jahaf
«Armando el mundo» con teatro
No son los únicos que hacen uso de su ingenio. La misma semana, a escasos metros de la National Gallery, entre turistas, músicos y pikachus, un nuevo espectáculo llamaba la atención de los viandantes. Se trataba de una pasarela con globos rojos en los que se leía «Tear gas, cry me a river». Tres presentadores histriónicos con sus uniformes militares de colores vivos gritaban «Vamos, chicos, todos juntos; yo digo Arabia, vosotros Saudi, ¡Arabia! ¡Saudí! ¡Arabia! ¡Saudí!».
Se hacen llamar Arming the World y su lema es «El sol nunca se pone en el comercio de armas británico». También están aquí para protestar; en esta ocasión, su arma es la sátira. Por su pasarela desfilan tres armas que se fabrican en Reino Unido y se exportan al mundo. El objetivo es «informar a los británicos de lo bien que son invertidos sus impuestos».
Entre las armas que desfilan destacan, por ejemplo la bomba Paveway IV. «Tengo un historia fascinante. He estado en Vietnam, Kosovo, Irak, Libia y ahora en Yemen. Nunca fallo; de hecho, garantizo un 97,8% de efectividad. Soy el arma perfecta» o un adorable gas lacrimógeno que sale de su caja con mucha ternura. «Solo él es capaz de conseguir que los manifestantes se vayan a su casa, es un genio. ¡Lo has visto en la primavera árabe o en las revoluciones de Hong Kong!», recita a modo de teletienda el presentador.
Aunque el gas se muestra un poco más modesto: «Todas las armas hacen llorar; yo solo eliminó al intermediario». La juerga que se forma es tal que al finalizar el baile conjunto y, tras varios selfis con las estrellas, se reparten chapas, cazas de juguetes e incluso preservativos con el lema, «su seguridad es nuestro placer».
¿Cómo surge una idea así? Christine Bacon, guionista del sketch y miembro de la compañía de teatro por los derechos humanos, Ice and Fire, que coorganiza el evento, lo explica a Yorokobu:
«La industria armamentística goza de un secretismo que no hay en otros sectores, y se mantiene felizmente en la sombra, por eso cuanto más informada esté la población más cambios podremos ver». El tema no tiene ni pizca de gracia. Quizá por eso se deja atacar por todos lados. «Investigamos un poco y nos dimos cuenta de que todo lo que rodea a esta industria es tan surrealista, tan hipócrita que hay infinidad de material para hacer sátira».
[pullquote]Los derechos humanos pueden parecer un concepto abstracto, normalmente uno piensa en países en desarrollo, en dictaduras. Sin embargo, las violaciones de derechos ocurren aquí y ahora, por lo que es importante hacer referencias entendibles[/pullquote]
Y ha resultado ser más efectivo que apelar al dramatismo. «Es una forma accesible e incluso juguetona de acercarse a un tema serio; aunque, claro, es un punto inicial», indica. «No queríamos hacer algo deprimente, hacer un espectáculo que diera miedo. Vienen muchos niños a la función, a ellos les llaman la atención los disfraces; pero los padres escuchan y reflexionan sobre un tema en el que quizá no se paran a pensar en su día a día».
Absolutely nothing, Serann
Su compañía aboga por el teatro como instrumento de concienciación. «Los derechos humanos pueden parecer un concepto abstracto, normalmente uno piensa en países en desarrollo, en dictaduras. Sin embargo, las violaciones de derechos ocurren aquí y ahora, por lo que es importante hacer referencias entendibles». Especialmente si se trata de un ámbito tan opaco como el de la seguridad y defensa, «leemos cifras sobre el gasto, pero no sobre las víctimas. En esta obra hacemos alusiones a los civiles en Yemen y también a la esquizofrenia del gobierno británico, que por un lado vende armamento a los saudíes y por el otro ofrece a la población ayuda al desarrollo», concluye.
Mientras la feria ya presenta en su web su edición de 2019, los grupos de artivistas ya emplean sus recursos en nuevas formas de oponerse a ella. No hay tregua.
Casus Belli, Felix Stirling