Si sois amantes de este manjar, que alguien te desee tan delicioso regalo es algo que agradeces con lágrimas en los ojos. Pero no os equivoquéis. Porque podría ser que la morcilla regalada sea como la manzana de Blancanieves y os haga mucha pupita.
Autor: Mariángeles García
Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.
Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.
A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.
Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.
Y tú más: ¡Tortillera!
Si te digo que una tortillera es una mujer que se dedica a hacer tortillas, lo más seguro es que pongas una sonrisilla irónica y pienses para tus adentros: sí, sí… Y acto seguido empieces a partirte el pecho de la risa. Pues no te miento. Acude al diccionario. Y, si puedes, hazte una limpieza […]
… Y comieron perdices
—¡Si me queréis, irseeeee! —gritaba la folclórica desde el altar mayor de la iglesia, el moño medio deshecho, sudando, el rimel corrido y la vena del cuello hinchada como a punto de reventar. La multitud se apelotonaba en el interior del templo con algarabía y bullicio impidiendo que los novios pudieran darse el sí quiero […]
Podría ser esta una expresión que usaron las Tacañonas, aquellas damas de negro tan ahorrativas que aparecían en el Un, dos, tres, en lugar de la tan conocida «campana y se ha acabado». Pero no. Aunque quienes la dijeran la primera vez también vestían de oscuro.
Y tú más: ¡Pelmazo, plasta!
Individuos e individuas de esta categoría los hay a montones. Muchos de ellos lo son por profesión. Y sí, me estoy refiriendo a esos teleoperadores mal dirigidos por algún genio del marketing que se dedican a llamarte sin piedad ni mesura a la hora de la siesta o cuando estás cenando. Que me perdonen si […]
A juzgar por el ruido que hace nuestro estómago cuando llega esa hora tonta a media mañana, más que un gusanillo parece que tengamos dentro un tiranosaurio rex cabreado como una mona. Lo sorprendente es que cuando nuestros abuelos hablaban de acabar con ese invertebrado estomacal no se estaban refiriendo a ingerir sólidos, precisamente.
Y tú más: ¡Canalla!
Debo reconocer que mi lado melodramático de la vida me hace tenerle especial simpatía a este insulto tan de culebrón, tan del Romanticismo, tan de serial, tan de mi abuela. ¡Canalla! Engolad la voz, sacad vuestra pose Scarlet O’Hara perfilada en la puesta de sol y gritad conmigo. ¡Canalla! ¡Bandido! ¡Aaaaaahhhh!
Amanece por las mañanas y por las tardes se pone el sol. Estos podrían ser dos claros ejemplos de perogrulladas, o sea, «de verdad o certeza que, por notoriamente sabida, es necedad o simpleza decirla». Y no soy yo la borde que lo dice. Semejante afirmación la encontramos en el DRAE.
Y tú más: ¡Asqueroso!
Como insulto, parece broma. Infantil. Ñoño, si cabe. Hasta que se lo oyes gritar a una gaditana, como fue mi caso, con tal saña, con tanto énfasis que si hubiera llamado cabrón a su contrincante, no hubiera sonado tan denigrante. Es lo que tienen los insultos, que más que lo que te llaman, hiere sobre […]
La corrección política que practicamos hoy en día nos haría imposible burlarnos o señalar con desprecio a personajes como Picio, paradigma de fealdad. Pero lo cierto es que este bendito país se ha guiado más por la mala leche que por el respeto al diferente.